martes, 2 de junio de 2015

Sobras de ortografía



Se habla mucho de las faltas de ortografía, y muy poco de las sobras; es decir, de lo que está de más en la escritura. Serían sobras de ortografía, poner,  por ejemplo, tildes donde no debería haberlas. Una sobra de ortografía que cada vez veo más y que me preocupa es "vinierón" (sic): acentuar una palabra llana como si fuera aguda, lo que se debe a una imposición de la norma sobre el oído, que no se ha comprendido y escuchado, pero que se apresta a obedecer. Quien escribe "vinierón" sabe que hay una regla de ortografía que dice que en español se pone tilde sobre la vocal correspondiente a todas las palabras agudas acabadas en -n o -s, como, por ejemplo "canción" o "inglés". Quien escribe "vinierón" no se para a escuchar a su oído y a oír si la palabra es aguda, llana o esdrújula porque su oído, ensordecido por la imposición de la norma, probablemente no le diga nada, pero se apresura a obedecer y cumplir -la ley es la ley- la regla susodicha aprendida y no comprendida, escribiendo algo que no pronunciará nunca.

Las faltas de ortografía, desde mi modesto punto de vista,  tienen alguna justificación: quien escribe "b" en vez de "v" o viceversa lo hace porque hoy en día ambas letras se pronuncian igual, quien escribe "acer" sin hache está cometiendo una falta de ortografía, que se explica por el carácter mudo de la hache en español contemporáneo.  Las faltas de ortografía, por lo tanto, tienen alguna justificación más que las sobras. Lo único que justifica a estas últimas es la "ciega" obediencia a las reglas de ortografía.

Otra sobra de ortografía sería escribir haches donde no las hay. Nuestras haches suelen venir de haches latinas, por ejemplo la palabra "hombre", que procede de hominem o de efes iniciales que, después de aspirarse, acabaron desapareciendo delante de la mayoría de las vocales, fenómeno que se produjo en castellano pero no en catalán ni en portugués, y que Menéndez Pidal explicaba como influencia del sustrato vasco, dado que la lengua vasca no tiene f- inicial. Se trata de palabras como "hijo", que procede de filium  o  "harina",  que viene de "farinam". 
Si preguntamos a un estudiante español de ESO (hagamos la prueba) si es más correcto escribir "exuberante" o "exhuberante" es más que probable que, desconociendo el significado de la palabra, se incline por la forma que contiene la hache intercalada, porque le parecerá más correcta, es decir, más difícil de escribir. Esa sería otra sobra de ortografía,  no propiamente una falta. Debe escribirse “exuberante”, sin hache intercalada, porque el término procede del adjetivo latino uber que significa "fértil, fecundo, abundante", cuya forma de superlativo conservamos en español "ubérrimo". La palabra uber también significa, como sustantivo, "pecho, teta, seno", como se ve en la evolución fonética pues su acusativo "úberem" evolucionó, tras la apócope final de -m y pérdida de la vocal interior átona postónica,  a "ubre".  De ahí que "exuberante" signifique etimológicamente que "produce fruto, que da leche": la preposición "ex" indica un movimiento centrífugo de dentro hacia fuera. Sin embargo y por miedo tal vez de cometer una falta de ortografía y por analogía con palabras como exhumar (sacar de la tierra, propiamente hablando, donde la hache está etimológicamente justificada porque procede de humus), cometemos una sobra de ortografía intercalando una hache totalmente superflua.  

Sería precisa una reforma de la ortografía para que desaparecieran como por arte de magia y de la noche a la mañana todas las faltas de ortografía, y prestar un poco de oído a la lengua hablada, sin obediencia ciega y acrítica a las normas académicas, para que no hubiera tampoco sobras de ortografía a la hora de escribir. 



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