lunes, 31 de octubre de 2016

El hilo de Ariadna



La palabra latina FILVM evoluciona al castellano perdiendo la –M final (es lo que se conoce como apócope)  y abriendo la vocal U en O. Son raras las palabras procedentes del latín que hayan conservado esta U final.  Espíritu, ímpetu y tribu son tres de ellas. En el caso que nos ocupa FILUM evolucionó a FILO, que podemos definir como el borde agudo de un instrumento cortante, por ejemplo, de una navaja, pero también hablaremos del filo de un abismo para indicar que nos encontramos al borde de un precipicio. El plural de FILVM en latín era FILA, dado que estamos ante una palabra de género neutro, y de este FILA procede nuestro femenino FILA, puede que por influjo del francés FILE o puede que directamente. En todo caso estamos ante un derivado de FILVM entendido como “borde muy fino”, hilera. 

De FILO obtendremos el adjetivo FILOSO y el verbo AFILAR, con el significado de “sacar FILO”, es decir, punta a un cuchillo, por ejemplo, oficio del que se encargaba el AFILADOR. Todavía recuerdo yo la cantilena de mi infancia con la que se presentaba el afilador en el barrio: ¡El afilador! ¡Afila cuchillos, navajas, tijeras…! 

A través del francés DÉFILER nos llega DESFILAR que quiere decir “marchar en FILA”, con la connotación militar de “marchar las tropas en orden y formación ante las autoridades en ciertas solemnidades”. Y también, por esa misma vía, del francés ENFILER nos llega ENFILAR que propiamente significa “poner en fila”, para completar los verbos que acaban en –filar, tenemos también PERFILAR, que viene a nosotros a través del occitano antiguo PERFIL “dobladillo”, de donde, “contorno de un objeto” y de ahí “completar con esmero algo”. 


A través del francés FILET, derivado de FILUM, que significaba “espaldar de un animal y concretamente, médula, por la forma afilada que tiene ésta” nos llega FILETE, esa loncha delgada, según la Academia,   de carne magra o de pescado limpio de raspas.

Pero no veamos la cosa de REFILÓN o de soslayo, oblicuamente desde uno de sus filos, es decir, al sesgo, sino que, dejando aparte algunas palabras que ya estaban en latín como FILAMENTO, FILIFORME, FILIGRANA  prosigamos la evolución de FILUM que como doble te que es da origen también a una palabra patrimonial, que es HILO.

Este cambio es característico del castellano, aunque no se produce siempre pues tenemos muchas palabras latinas que empiezan por f- (fuente, frente...). Se debe según Menéndez Pidal al influjo del eusquera, que carece de F- inicial. Si observamos las lenguas romances hermanas,  todas ellas han conservado la F- inicial latina: gallego y portugués FIO, catalán y francés FIL, italiano FILO y rumano FIR. En la lengua de Cervantes se ha conservado la F inicial en el cultismo FILO, pero se aspiró y posteriormente se perdió la aspiración, conservándose su recuerdo con la grafía H- en el vulgarismo HILO. Algún recuerdo nos queda de la aspiración de esa F- inicial latina en palabras como jamelgo, que deriva de FAMELICVM, y jondo cuando se habla del cante que sale de las honduras del alma.
    
 Y llegamos así al HILO, y al verbo HILAR y a las HILANDERAS de Velázquez, por ejemplo, cuadro que da vida al mito de Aracné que nos contaba Ovidio en sus Metamorfosis: la historia de aquella ilustre tejedora que osó desafiar a la mismísima Palas Atenea a bordar un tapiz. La labor de HILADO de esta HILANDERA era tan extraordinaria y ella tan consciente de ello y soberbia que la diosa la castigó convirtiéndola en una araña que teje incansablemente su telaraña.

Pero no acabaremos esta RETAHILA, es decir, esta RECTA FILA “hilera derecha”, sin mencionar otro célebre HILO, el HILO DE ARIADNA, con el que la princesa de Creta e hija del rey Minos, ayudó a su amado Teseo a salir del Laberinto. Matar al monstruo que habitaba en su interior era labor del héroe, que a eso había ido desde Atenas para liberar a su ciudad del tributo anual que debía rendirle de catorce vidas humanas, pero el problema venía después. ¿Cómo salir del Laberinto en el que habitaba el monstruo, aquel “semibovemque virum semivirumque bovem” “toro de hombre mitad y hombre de toro mitad” (uno de los peores versos de Ovidio y de la poesía latina y, a la vez, uno de los más ingeniosos según otros)?.  


No había más que recoger el hilo del ovillo que había desplegado al entrar para poder volver sobre sus pasos y salir del laberinto: A eso sigue invitándonos Ariadna: a no perder el hilo, a seguir tirando del hilo para poder salir del laberinto en el que nos encontramos.

lunes, 24 de octubre de 2016

Mucho ruido y pocas (y vanas) nueces

Como dijo Chesterton, en los tiempos que corren -ay, que siguen corriendo todavía, malos tiempos para la lírica- "no importa lo que digas mientras lo digas con palabras largas y cara larga". Y es que los políticos, periodistas, tertulianos, intelectuales orgánicos y demás pedantes de vario pelaje que por el mundo pululan nos apabullan con polisílabos que meten mucho ruido y que no dicen prácticamente nada que no hubiera podido decirse mejor en la lengua de Cervantes con más economía de sílabas, y sin esas caras largas que suelen poner cuando hacen declaraciones por la tele, como si estuvieran diciendo cosas de hondísimo calado y fueran el mismísimo oráculo de Delfos.

Estas palabras largas como un día sin pan suplantan a otras más cortas: tutorización (cinco sílabas) en vez de tutoría (4 sílabas) o tutela (sólo 3);  finalización (5 sílabas) en vez de final (sólo dos sílabas) o fin (que es un monosílabo bien mono). Antes se decía que la excepción (tres sílabas) confirmaba la regla, ahora se prefiere decir la excepcionalidad (seis sílabas, el doble), porque suena más culto, quizá más trascendente, como si el tamaño de la palabra fuera realmente importante. En lugar de una palabra bisílaba y llana como bancos, prefieren la perífrasis "entidades bancarias", mucho más sonora y aparatosa.

Y, si nos descuidamos, hasta la vieja fe monosilábica, que era una de las tres virtudes teologales, junto con la esperanza y la caridad, según el viejo catecismo, nos la cambian ahora y reconvierten en "cré-di-to", que es su cara económica,  "cre-du-li-dad" o “cre-di-bi-li-dad”, que no es lo mismo pero da igual. Los políticos y las políticas ya no nos piden en su jerga incomprensible que tengamos fe en ellos y ellas, sino que les prestemos crédito y credibilidad, lo que resulta increíble pero cierto.



La lista podría ser interminable porque cada vez se habla peor, porque los pedantes de los que hablábamos al principio, creen que por usar estos palabros tan largos dicen cosas más finas e importantes que si emplearan los más cortos; lo único que hacen es mucho ruido, meten mucho barullo pero las nueces son pocas y vanas. Lo que se trasluce de su mal uso del lenguaje es que no tienen nada que decir más que lo consabido, que es aquello que ya está dicho y redicho, que ya se sabe y que ellos repiten hasta la náusea.

Y así son capaces de convertir una frase tan bonita y tan poética como “lo que pasa en la calle”, como decía el entrañable Mairena, en “los eventos consuetudinarios que acontecen en la rúa”, o, como decimos ahora con expresión más políticamente correcta todavía y más hodierna, en “...que acontecen en la vía pública”, porque lo de “rúa” ya resulta arcaizante e incomprensible para las nuevas generaciones, o sea, para los jóvenes y sólo tiene dos sílabas.



Lo malo es que esta mala costumbre puede llegar a extenderse a la gente de a pie y de abajo, y podemos acabar  hablando nosotros mismos, sin querer, la jerga político-económica y pseudopsicológica de los políticos del Estado y el Capital, tanto monta,  por la mala influencia de los medios de formación de masas, y regurgitando cosas como que tenemos mucha estimación a alguien, en vez de estima o cariño, que es más bonito. ¿Acaso sería más la estimación que la estima? Desde luego que no. Simplemente, es un palabro con una sílaba innecesaria de más, que hemos remarcado con tilde y acento agudo, como para hacerla más sonora como si de una ventosidad horrísona se tratara. Y efectivamente, suena mucho, resuena en los tímpanos igual que un pedo que se tire uno en una botija vacía, como diría Ferlosio, para que retumbe.

viernes, 21 de octubre de 2016

Eunucos, castrados y capones


La palabra eunuco procede del latín "eunuchus" y está tomada del griego "eunûchos", término compuesto de "euné", que significa lecho nupcial, y el verbo "ékho" guardar, custodiar. Etimológicamente, por lo tanto, significa "aquel que custodia la cama (de las mujeres)".  No hace falta decir que estos vigilantes estaban castrados, práctica muy extendida en los harenes de las cortes de los monarcas orientales. 

Así define el término el diccionario de la academia:  Hombre castrado que se destinaba en los serrallos a la custodia de las mujeres. De ahí, hombre castrado, sin más, y, por consiguiente, hombre poco viril, afeminado.  

En la antigüedad, fue práctica común la castración de niños con dos fines. Habría que distinguir el ámbito religioso del civil.  En el civil, abundaron los eunucos en las cortes de los monarcas orientales. El rey de Persia los utilizaba como guardianes de su harén y como leales protectores de su trono, ya que no podían iniciar una dinastía propia al carecer de descendencia. En época de Augusto algunos personajes importantes cercanos al emperador tuvieron esclavos eunucos como Mecenas y Sejano.

En el ámbito religioso, aparecen los eunucos relacionados con cultos de diosas femeninas de Anatolia. Atis, por ejemplo, es en la mitología clásica el joven consorte de la diosa Cibeles (Cíbele o Cibebe en su forma lidia, la gran diosa madre de Anatolia) y el prototipo de sus devotos eunucos. Según el relato frigio,  es hijo de Agdistis y de la ninfa Nana. Atis fue amado por Agdistis, ser andrógino o hermafrodito, es decir, que poseía los dos sexos, y enloquecido por él hasta el punto de autocastrarse en el curso de una ceremonia orgiástica, provocando con su ejemplo la automutilación de los espectadores. Este mito, según Pierre Grimal, era la transposición de escenas que se desarrollaban realmente en el culto asiático de la diosa Cibeles. 

 Cibeles y Atis, altar romano procedente de Asia Menorr (finales del siglo III)
Atis, apoyado en un árbol ala derecha, observa a la diosa madre Cibeles 
que se acerca en su carro tirado por dos leones.
 


Su culto entró en Roma en torno al 150 de nuestra era. Se le otorgaron atributos celestiales y llegó a ser una deidad solar, suprema, todopoderosa que brindaba supuestamente a sus iniciados una especie de inmortalidad. Suele representarse como un joven afeminado, con el distintivo gorro frigio.

Fue práctica muy común durante el Renacimiento la castración de niños cantores, llamados castrati, en italiano (plural de castrato), para que conservaran una voz aguda de soprano, mezzo-soprano o contralto. En castellano se los denominó “capones”, del verbo “capar” que es sinónimo de “castrar”, aunque hoy día esta palabra se reserva a los pollos que se castran para su engorde.

La irregular película Farinelli, il castrato (1994), del director Gerard Corbiau nos ha dejado sin embargo esta magnífica aria de Handel de la ópera Rinaldo, un auténtico cántico a la libertad: Lascia ch'io pianga / mia cruda sorte, / e che sospiri / la libertà./ Il duolo infranga / queste ritorte / de' miei martiri / sol per pietà. Déjame llorar /  mi dura suerte, / y suspirar / por la libertad; / rompa el dolor / estas cadenas / de mis martirios / sólo por piedad. 
 

 


lunes, 17 de octubre de 2016

¿Zeus y Ganimedes?

    Me escribe y consulta una antigua alumna de la que conservo un inestimable recuerdo si la obra escultórica en mármol blanco “Le vainqueur” (El vencedor) del escultor francés Adolphe Thabard (1831-1905) que yo desconocía totalmente, podría ser una versión erótica e inédita del tema tradicional del rapto de Ganimedes, como había leído ella en alguna página de la Red. 

    Recuerdo yo que habíamos traducido en clase los siete versos que le dedica Ovidio en sus Metamorfosis (X, 155-161) a este Ganimedes, al que los romanos llamaron Catamito, y que será luego más conocido como el aguador de la constelación de Acuario, el pastorcillo frigio de Troya que enamoró a Júpiter, que se transformó en águila real y lo raptó, arrebatándolo y llevándolo en su vuelo hasta el Olimpo. 

Quiso entonces el rey de los dioses a Ganimedes
frigio en amor, y se halló que Júpiter ser deseaba
algo que no era. En ave ninguna se digna mudarse
otra, si el águila no es que pudiese el rayo llevarle. 
Y sin demora, batido el aire con alas de hechizo, 
rapta al troyano, que hoy todavía escancia bebidas 
y echa a Júpiter néctar en contra del gusto de Juno. 

    Y recuerdo también que habíamos visto en clase cuántos tratamientos había tenido en la historia de las artes, tanto de la pintura desde Rubens, hasta Corregio, o Rembrandt entre otros, como en la escultura, pero ninguno desde luego como éste, que se encuentra en el Museo de Bellas Artes de Limoges (Francia) y data de 1888. 

El vencedor, Adolphe Thabard (1888)
    ¿Nos hallamos ante un combate amoroso en el que Ganimedes, el vencido, lucha con el águila y la derrota, y se convierte, de ahí el misterioso título, en el vencedor? Sí y no. Sí que se trata de un combate, pero no parece que sea muy amoroso. Cierto es que el muchacho muestra una postura que hace resaltar de un modo erótico unas nalgas que raramente se muestran así a la contemplación del espectador, lo que puede explicarse como tributo a la musa garçonnière, de la que tanto gusta el escultor en otras varias de sus obras. Recibo esta otra foto, en color y con más iluminación, donde puede apreciarse mejor el águila derribada.

 

    Y esta otra imagen que muestra una vista parcial del conjunto, donde se aprecia el detalle del pico aplastado y el cuello estrangulado del águila:


    Lo primero que se me ocurre es que no es lógico imaginar a Ganimedes venciendo a Zeus, el rey de los dioses y padre de los hombres. Sería un contrasentido. En la historia que narra Ovidio, al menos, el vencedor es Zeus: el águila logra abducir al muchacho sin ningún problema. Es verdad que un artista podría darle la vuelta al mito y presentarnos la historia del revés, desmitificándola como una victoria del muchacho sobre el dios pederasta, pero tendría que ser un tratamiento más moderno o posmoderno, más propio en todo caso del siglo XX o XXI que de finales del XIX como es el grupo que nos ocupa. 

    Rebuscando en los bancos de imágenes de la Red, encuentro otras dos obras escultóricas anteriores a esta con un motivo semejante: un niño desnudo que lucha contra un águila y la derrota. Todas son de las misma época, finales del siglo XIX, y todas pertenecen a escultores franceses. La que me pone sobre la pista de la que estamos tratando es el título bastante explícito de una de sus antecesoras: “La primera victoria de Aníbal” (1885) de Antoine Bourdelle, que no deja lugar a dudas sobre quién es ese niño desnudo que, sonriente, vence al águila, a la que atrapa en su vuelo.

La primera victoria de Aníbal,  de Antoine Bourdelle (1885)


    Y también encuentro este bronce, unos años más antiguo, Aníbal derribando al águila (circa 1870) de Charles Adrien Prosper d'Épinay, que representa al joven Aníbal estrangulando al águila, cuya temática se acerca más a la de Thabard. 
Aníbal derribando al águila de Charles Adrien Prosper d'Épinay (circa 1870)

    Los tres artistas representan una misma escena: un joven Aníbal se enfrenta a un águila poderosa, y consigue derribarla y estrangularla. El primero que aborda este tema es d'Epinay (circa 1870), el segundo sería Bourdelle (1885) y en tercer lugar estaría Thabard (1888). 

    ¿En qué se inspiraron y basaron? No encuentro, por mi parte, en la biografía de Nepote sobre Aníbal ni en Tito Livio ni en el griego Polibio ninguna alusión a este hecho singular. Lo único que comentan las fuentes de la infancia de Aníbal es que su padre lo obligó a jurar odio eterno hacia los romanos. Leo, sin embargo, a propósito de Prosper d'Epinay que después de la lectura de la novela histórica Salambó que Gustave Flaubert había publicado en 1862 en París con notable éxito, se entusiasmó con la anécdota literaria ficticia de que el joven Aníbal, cuando era poco más que un muchacho todavía, consiguió derribar y estrangular a un águila que lo atacó en la cima de un monte, lo que le inspiró su obra escultórica. 

    Hace mucho que leí Salambó de Flaubert, novela cuya lectura recomiendo encarecidamente a los amantes del género. Hojeando la novela ahora, encuentro que, efectivamente, se narra allí la siguiente anécdota: "De continuo (Aníbal) inventa trampas para los animales feroces. La otra luna, ¿lo creerás?, sorprendió un águila; esta lo arrastraba y la sangre del ave de rapiña y la sangre del niño se esparcían por el aire en anchas gotas como rosas voladoras. El animal, furioso, lo envolvía con sus alas batientes; él la estrechaba contra su pecho, y a medida que agonizaba el águila redoblaba su risa, sonora y soberbia como los choques de las espadas”. 

    ¿Qué representa esta águila? No es ya a Zeus viejo verde y pederasta enamorado del lindo pastorcillo frigio Ganimedes, al que abducirá y convertirá en el copero del Olimpo según unos y en su amante, además, según otros, sino a la propia Roma, cuyo emblema y estandarte militar de sus legiones, como se sabe, era un águila precisamente, la reina de las aves del firmamento. Recuérdese el monumental enfado del emperador Augusto cuando se enteró de que los germanos le habían arrebatado sus águilas, o sea sus legiones, a Quintilio Varo. El novelista francés utiliza el simbolismo del águila como una alegoría del poder militar de Roma. El niño o joven efebo no es Ganimedes, sino el futuro general cartaginés que hará temblar a los romanos y que llegará hasta las puertas de Roma, y que a punto estuvo de vengar el sucidio de la reina Didó, abandonada por el despiadado Eneas, y de destruir el incipiente imperio romano si no se hubiera demorado en las delicias de Capua.

viernes, 14 de octubre de 2016

Rosa rosae

Una de las primeras palabras latinas que se aprende a declinar, si no la primera, es el nombre de la rosa: nominativo: rosa; vocativo, rosa; acusativo, rosam; genitivo, rosae, etcétera. Y así se van deshojando como si fueran los pétalos de la flor las diversas terminaciones de la palabra, que son seis como las caras de un dado que se arroja al aire. Les gustaba mucho a los romanos comparar la palabra con el dado: ambos tienen seis posibilidades de realización en la teoría, pero en la práctica, cuando se lanza un dado al aire, o cuando se pronuncia una palabra sacándola del tesoro de la lengua,  el resultado de la jugada ha de ser inevitablemente una sola cara, un solo caso o caída, que eso es lo que significa "casus",  el que requiera la situación de la frase. 




La rosa era, además,  la flor consagrada a Venus: flos Veneris,  flos Veneri sacer. (Aprovecho para hacer notar de paso cómo la palabra "flor" tan "femenina" en castellano era sin embargo "masculina" en latín, y lo sigue siendo todavía en italiano: il fiore, lo que demuestra una vez más la relatividad sexual de los géneros gramaticales).  Es, por cierto, ésta palabra una de las más internacionales no sólo gracias a que en las lenguas derivadas del latín se conserva prácticamente idéntica (italiano rosa, francés rose, portugués rosa), sino porque la tenemos igualmente en inglés rose, y en alemán Rose, y a que del nombre común de la rosa deriva también el del color universal de la rosa.



Os propongo un pequeño entretenimiento. Se trata de analizar la función de la palabra “rosa” en los versos y frases siguientes, adivinando a qué forma de la declinación de ROSA ROSAE correspondería.  

Tened presente que los casos de una palabra latina –es decir las formas de aparición que puede presentar en una frase- son seis, como queda dicho. Uno de ellos, el vocativo, sirve para apelar o invocar a la rosa –de ahí su nombre, vocativo–. Los cinco restantes sirven para hacer otra cosa, para decir algo de ella: nominativo cuando es el sujeto de una frase predicativa o el atributo de una atributiva, acusativo cuando es el complemento directo, genitivo cuando es el complemento del nombre, dativo cuando es el complemento indirecto y ablativo cuando es la mayoría de los complementos circunstanciales. He aquí unos ejemplos resueltos:


 ROS-A (Nominativo singular)
 Una rosa es una rosa es una rosa (Gertrude Stein):

ROS-A (Vocativo singular)
 “¡Rosa fresca, rosa fresca, 
tan garrida y con amor, 
cuando yo os tuve en mis brazos,  
 non vos supe servir, non”. 
(Romance castellano anónimo)

ROS-AM (Acusativo singular)
 “Marchitará la rosa el viento helado” (Garcilaso de la Vega)

ROS-AE (Genitivo singular)
 “La magia y el aroma de la rosa del desierto nos guiaron”. (Beatrix Mannel)

ROS-AE (Dativo singular)
A la rosa le gusta ser rosa, y al hombre ser hombre”. (Javier Gomá)

ROS-Ā (Ablativo singular)
En una rosa caben todas las primaveras”. (Antonio Gala)




ROS-AE (Nominativo plural)
 “A florecer las rosas madrugaron 
 y para envejecerse florecieron”.  
 (Calderón de la Barca)

ROS-AE (Vocativo plural)
 “¡Perfumad este libro mío, oh rosas rojas como la sangre!” (Walt Whitman)

ROS-AS (Acusativo plural)
"Regaría con mis lágrimas las rosas, para sentir el dolor de sus espinas, y el encarnado beso de sus pétalos" (Gabriel García Márquez)

ROS-ARVM (Genitivo plural)
 “¿Puede uno recordar el amor? Es como tratar de evocar el aroma de las rosas en un sótano” (Arthur Miller)

ROS-IS (Dativo plural)
“El Principito les dijo a las rosas: Sois muy bellas, pero estáis vacías”. (Antoine de Saint-Exupéry )

ROS-IS (Ablativo plural)
“¡Ah si sus ojos lloraran / 
por aquellas rosas frágiles,
 para luego deshojarlas 
 en sus trenzas, con mis dedos!” 
(Rafael Carbonell). 
 

He aquí otros ejemplos para entretenimiento con sus soluciones al final.  
1.-“Somos rosas, dijeron las rosas” (Antoine de Saint-Exupéry)
2.-“La inmortalidad de la rosa es que es la hermana gemela de las rosas futuras” (Ramón Gómez de la Serna).
3.- “Tembló, encendióse, se cubrió de rosas” (José Martí)  
4.- “La vida es una rosa de la que cada pétalo es una ilusión y cada espina una realidad”. (Aldred de Musset).
5.-  “Coged las rosas mientras podáis; / veloz el tiempo vuela. / La misma flor que hoy admiráis, / mañana estará muerta. (Robert Herrick).
6.- “Cultivo una rosa blanca, / en julio como en enero, / para el amigo sincero / que me dé su mano franca” José Martí
7.- “¡Oh aroma de su sexo! ¡Oh rosas y alabastros!” (Rubén Darío)
8.- “Fue el tiempo que pasaste con tu rosa lo que la hizo tan importante” (Antoine de Saint-Exupéry)
9.- - “A estas rosas tan perfectas en su jarro / hazles tú, mi amigo, la mejor música (Luis Pimentel)
10.- “Oh rosa, estás enferma” (William Blake)
11.- “La rosa no dejaría de ser rosa, y de esparcir su aroma, aunque se llamase de otro modo” (William Shakespeare).
12.-“Aunque a una rosa le varíes su nombre seguirá manteniendo su fragancia” (variación de la anterior).
13.- “¿Que es esto? ¡Prodigio! Mis manos florecen. / Rosas, rosas, rosas a mis dedos crecen. / Mi amante besóme las manos, y en ellas, / ¡oh gracia! brotaron rosas como estrellas”. (Juana de Ibarbourou)
14.- -“Un clavel a una rosa le pide amores / y callando lo escuchan las demás flores” (Antonio Roldán)
15.- “A las aladas almas de las rosas / del almendro de nata te requiero, / que tenemos que hablar de muchas cosas, / compañero del alma, compañero”. (Miguel Hernández)
16.- "¡Oh, poetas, no cantéis la rosa,  / hacedla florecer en vuestros versos". (Vicente Huidobro)


A propósito de la rosa, el dibujante italiano Massimo Cavezzali -medio bizantino y medio toscano-  publicó esta viñeta acompañada de un texto  sencillo pero entrañable en la lengua de Dante: "Senza dire mai niente sono riuscita a dire quasi tutto" pensó la rosa e fu contenta della sua vita. Lo que en nuestra lengua viene a decir: "Sin decir nunca nada he acertado a decirlo casi todo" pensó la rosa y estuvo satisfecha de su vida.

Soluciones: 1 (ROS-AE nom. pl., ROS-AE nom. pl)    2 (ROS-AE gen. sing. y ROS-ARVM)     3 (ROS-IS ab. pl.)  4 (ROS-A nom. sing.)     5 (ROS-AS)    6 (ROS-AM)    7 (ROS-AE voc. pl.)    8 (ROS-Ā)    9 (ROS-IS dat. pl.)    10 (ROS-A voc. sing)    11 (ROS-A nom. sing., ROS-A nom. sing)    12 (ROS-AE dat. sing)    13 (ROS-AE nom. pl. todas las veces)    14 (ROS-AE dat. sing)    15 (ROS-ARVM)     16 (ROS-AM)

martes, 11 de octubre de 2016

Sembrando dudas

Según una investigación citada por Dar Al-iftaa, una institución encargada de emitir edictos islámicos que tiene su sede en El Cairo,  el número exacto de ateos en el mundo árabe era de 866 en Egipto, 325 en Marruecos, 320 en Túnez, 242 en Iraq, 178 en Arabia Saudí, 170 en Jordania, 70 en Sudán, 56 en Siria, 34 en Libia, y 32 en el Yemen, lo que hace un total de 2.293 de una población de 300 millones aproximadamente, un dato francamente poco significativo, si no insignificante, si hemos de darle crédito.

Pero ¿cómo se puede precisar, con una exactitud tan fehaciente y matemática el número de ateos? ¿Cómo se puede afirmar que una persona es atea siempre en su totalidad, digamos en un cien por cien, sin albergar ningún resquicio de duda? Igualmente, ¿cómo se puede aseverar, por el contrario, que los que no se declaran ateos, bien porque no se atreven a hacerlo o bien porque consideran que no lo son y se definen como fieles, son creyentes en su integridad, sin que asome en sus sagradas creencias un solo atisbo de duda?

¿No habrán nacido otros ateos y muerto algunos desde entonces, condenadas como estamos las generaciones de los hombres, al decir de Homero, como las generaciones de las hojas de los árboles a la caducidad y renovación? Oigamos  a Glauco en el canto VI de la Ilíada de Homero, versos 146-149, en traducción rítmica y rimada de Agustín García Calvo:

Tal como raza de hojas, las vidas de hombre otro tanto:
las hojas un viento a tierra derrueca, y va otras criando
el bosque al reverdecer, de que apunta el dulce verano:
tal razas de hombre, la una naciendo, la otra acabando.

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Abdulá al-Qasemi, escritor saudí, ha dejado dicho: «La ocupación de nuestro cerebro por los dioses es la peor forma de ocupación». Pero no sólo hemos de ver tras la expresión “dioses” los viejos rostros de Jehová, Yahvé o Alá. Hay dioses también laicos, si se me permite la expresión, que son más difíciles de desenmascarar que las divinidades tradicionales monoteístas. Estos dioses radican en Occidente sobre todo y su última epifanía es la economía, el dinero, los mercados, la bolsa y sus índices bursátiles… Los devotos o creyentes de estos nuevos dioses no son conscientes de que su cerebro, liberado de las viejas divinidades monoteístas tradicionales, está siendo ocupado por otros dioses camuflados. No están, pues, libres de la religión, han caído víctimas de otra religión, de otra secta.
  
oOo

Un joven sudanés, cuyo nombre propio no importa ahora, uno de tantos, pero que se llamaba,  para que se vea que tiene nombre propio y apellidos como todo hijo de vecino,  Amid Ahmad Nasr lo ha expresado escribiendo un libro donde cuenta que el fundamentalismo de la fe islámica se apoderó de su mundo, se lo escamoteó, pero la duda liberó su alma. Cuenta que cuando tenía doce años, le expuso sus dudas religiosas a su jeque, el imán de una mezquita en Qatar. La respuesta que recibió es que la duda era pecado, un pecado que ofendía a Alá como la mayor de las blasfemias y que sólo podía ser inspirada por el diablo. Y es que efectivamente Dios, Alá en su caso, es la certidumbre, el diablo aporta la duda, siembra las dudas que pueden liberarnos del fundamentalismo de cualquier fe desintegrándola. La duda es el mejor antídoto contra el integrismo porque desintegra la creencia.

oOo

A la pregunta que Dios en la viñeta de Montt le hace al Diablo sobre qué es lo que está haciendo en el cerebro de un ser humano, éste responde en nuestra versión latina "dubia sémino" a la vez que implanta signos de interrogación en la materia gris que harán que esa masa encefálica se cuestione, al aflorar la incertidumbre, todas sus supuestas certezas o creencias, todas sus fes, esencialmente ciegas como son todas a la luz de la razón, poniéndolas en tela de juicio. 

La palabra "dubia" es el plural de "dubium" que significa "duda" (de la que deriva el adjetivo culto castellano dubitativo), y que conservamos en el viejo aforismo judicial del derecho romano "in dubio pro reo", que quiere decir que el juez, en caso de duda, dictamina a favor del acusado.

Precisamente con la palabra latina "dubium" está relacionado el verbo "dubitare" de donde viene nuestro dudar (dubitar, dubidar, dubdar, dudar), relacionado en su orgien con el número dos ("duo"), por lo que significa "estar dividido entre dos posibilidades", ya que el número dos representa la duda, el descubrimiento de que el uno no es ninguno (y que no hay una sola y única cosa, sino múltiples y varias) y que, por lo tanto, la unidad no existe de por sí, sino que es fruto de la dualidad, lo que nos lleva, mucho más lejos, al posible descubrimiento ontológico de que yo (y el Yo) no soy uno, sino, por lo menos, dos.

También las lenguas hermanas dan razón de este origen: en italiano tenemos dubbiare, en portugués duvidar y en francés douter (y de ahí redouter, con el significado añadido como efecto secundario de "temer").

En cuanto a la otra palabra que utiliza Satanás: "sémino",  es la primera persona del presente de indicativo del verbo "seminare", es decir, "siembro, estoy sembrando". Precisamente de este verbo procede nuestro sembrar (seminare, seminar, semnar, semrar, sembrar) y los cultismos inseminar e inseminación, diseminar (sembrar al vuelo, esparcir) y seminario, lo que nos remonta a la antigua raíz indoeuropea *see- de la que derivan también semen, simiente y semilla, pertenecientes todas al mismo campo semántico.

Y es que frente a las certezas y a las verdades divinas que nos inculca Dios (o Alá o Jehová), el diablo, por su parte, siembra la  fecunda semilla de las dudas.

Sirva como colofón esta reflexión magistral de Rafael Sánchez Ferlosio: Predicar una nueva fe entre practicantes de un viejo culto animista, tibio y desgastado puede ser un propósito con esperanza de éxito, pero proponer el escepticismo y el agnosticismo entre gentes entusiasmadas y enfervorizadas con sus propios dioses patrios no sólo parece tarea desesperada, sino también el mejor modo de atizar el fuego, ya que para la llama de la creencia no hay mejor leña que el hostigamiento, porque permite inflamarse a los creyentes en eso que suele llamarse santa indignación.

domingo, 9 de octubre de 2016

Sobras de ortografía y smartphones

Adictos como son los adolescentes en su mayoría a las redes sociales, se dedican, una vez que han caído en ellas y se han convertido de peces en pescados,  a leer lo que otros escriben y a publicar ellos sin piedad, consideración ni pudor todas las ocurrencias que les pasan por las mientes, descerrajando sin ton ni son las opiniones y los gustos personales más idiotas de sus idiosincrasias: cómo les mola –o disgusta, para el caso da igual- el último temazo infumable de la diva milmillonaria y estrafalaria de turno que acaba de vomitar un adelanto de su último álbum que todavía no está en el mercado, o los exabruptos de cualquier politicastro de turno, tertuliano o concursante televisivo del Gran Hermano...


Y así uno puede leer, por ejemplo, entre tanta morralla y bazofia gritos desesperados y desgarrados en menos de ciento cuarenta caracteres como: HABER SI ME MUERO (sic). Que en seguida recibirá la adhesión de varios “like”, “me gusta”, “fav” o lo que sea, porque de lo que se trata es de permanecer atentos a la pantalla y de reaccionar ante lo que airean los demás dentro de la Time Line. 


Lo que no consiguió, precisamente, la televisión cuando decía aquello de “permanezcan atentos a su pantalla” –algunos nos desenganchamos de aquella droga estupefaciente y nos quitamos de ella para siempre- lo han logrado los teléfonos supuestamente inteligentes, a cuyas pantallas permanecen atentos los jóvenes y no tan jóvenes en su inmensa mayoría a todas las horas del día y de la noche.   


HABER SI ME MUERO:  Se trata de un exabrupto adolescente donde lo que a mí más me preocupa no es su carácter infantiloide, ni siquiera la falta de ortografía consistente en meter una B de burro donde no debería, sino el carácter –me refiero ahora a la letra-  que está de más, es decir, la sobra de ortografía consistente en meter una H donde no debería haber (aquí sí que está justificada la hache) nada. Porque, vamos a ver (sin hache y con uve), a ver si nos enteramos: la B y la V se pronuncian igual y puede entenderse que alguien medianamente instruido cometa una falta de ortografía confundiendo una letra por otra y escriba por ejemplo *avalanzarse, con uve,  o *abalancha con be, porque, a fin de cuentas, ambas letras representan un mismo fonema oclusivo labial sonoro castellano que escribimos unas veces con be y otras con uve por razones meramente etimológicas y conservadoras que la mayoría de los hablantes ignoran, pero son dictados prescriptivos de la RAE, que nos dice que abalanzarse es con be, como balanza, y avalancha es con uve, porque viene del francés avalanche, donde la v por cierto es un fonema distinto de la be, y donde no es lo mismo “je bois”  (bebo) que “je vois” (veo).  Pero lo que demuestra una sumisión total a la autoridad y un miedo pluscuampatológico a cometer una falta ortográfica que nos lleva a perpetrar lo contrario, para mí mucho más grave, si cabe: una sobra ortográfica.


No me extraña que muchos jóvenes y no tan jóvenes utilicen las redes sociales que los utilizan a ellos para mostrar su insatisfacción y su ilibertad, motivadas entre otras cosas por su dependencia y grado de adicción a dichas redes. Y es que, como muy bien dice Byung-Chul Han, la red digital, que se recibió al principio como un medio de libertad ilimitada, pasada la euforia inicial,  se muestra hoy como una decepción: “La libertad y la comunicación ilimitadas se convierten en control y vigilancia totales”. Y también: “El smartphone  es un objeto digital de devoción”. Y “devoto” significa “sumiso”, por lo que el smartphone es un objeto de sumisión y alienación. Funciona, dice el maestro coreano, como un rosario, ya que ambos –el teléfono inteligente y el rosario- sirven para examinarse uno y controlarse a sí mismo. “El me gusta es el amén digital. Cuando hacemos clic en el botón de me gusta  nos sometemos a un entramado de dominación. El smartphone no es sólo un eficiente aparato de vigilancia, sino también un confesonario móvil. Facebook es la iglesia, la sinagoga global (literalmente, la congregación) de lo digital.”  (Byung-Chul Han, La crisis de la libertad, en su libro Psicopolítica, de recomendada y obligada lectura).

domingo, 2 de octubre de 2016

Del martirio y suicidio de Apolonia de Alejandría

Entro, no sé muy bien por qué, en la iglesia de santa Ágata, en Bérgamo, y me encuentro por casualidad con un cuadro bellísimo e inesperado a la derecha del altar mayor que representa el martirio de otra santa, Apolonia de Alejandría, atribuido sin mucho fundamento, al parecer, a un tal Giavazzi da Poscante, que vivió en torno al 1500. Me conmueve enseguida la resignación de Apolonia ante el dolor que le están infligiendo. Diría incluso que hay cierta complacencia no poco masoquista en el sufrimiento propio por parte de la santa, como si se regodeara en su martirio. Me estremece asimismo el placer no poco sádico del verdugo, que está gozando del dolor que inflige a su víctima al extraerle uno a uno sus dientes y sus muelas con unas toscas tenazas sin bálsamo que alivie su dolor.

Apolonia, amarrada a un poste, sabe que ese sufrimiento está dando sentido a su vida, o, mejor dicho, la asunción del sufrimiento que gozosamente padece. Es como si negase religiosamente el dolor que está sufriendo y nos señalase a los demás el camino de la cristiana resignación, invitándonos a la mortificación. Un ángel, que porta la palma del martirio, símbolo pagano y cristiano de la victoria, corona como V. M.(uirgo martyr, virgen mártir) a Apolonia, nombre propio que evoca sin querer al dios Apolo, y que a veces se ha abreviado en (A)Polonia, no sé si para deshacer el equívoco y alejar la reminiscencia pagana y no cristiana.

  Martirio de Santa Apolonia, iglesia de santa Ágata en Bérgamo.


Fue, al parecer, Eusebio de Cesárea (sigo III-IV post), considerado el padre de la historia de la iglesia católica, quien en el libro sexto de su Historia Ecclesiastica, escrita en griego, cita textualmente una carta del obispo Dionisio de Alejandría a Fabio de Antioquía donde le habla de los mártires de su ciudad en Egipto bajo el emperador Decio y menciona, entre otros, el martirio de la santa, convirtiendo con muy pocas palabras su breve biografía en hagiografía.

Ya de por sí una vida, al ser escrita, se convierte en una especie de cuento, en historia o crónica sagrada por el carácter inmutable que le confiere la escritura, en agua pasada que no mueve molino, y si se trata de la narración de la vida de una mujer abocada al martirio, es decir, a dar testimonio de su fe, la literatura le otorga a esa vida una finalidad y una santidad que le infunden sentido y así la justifican.

Era Apolonia, según el historiador, una muy admirable virgen (parthénos) Era ya de avanzada edad (presbýtis, es la palabra griega, que sobrevive en nuestro término “presbicia” con el que denominamos a la vista envejecida o cansada de ver las cosas, y en “presbítero”, término religioso que designa al “eclesiástico al que se le ha conferido la orden sagrada cuyo ministerio principal es celebrar la misa”, por lo que hay quien ha pensado que fue una diaconisa). Fue hecha prisionera, y le abrieron las mandíbulas sacándole todos los dientes y muelas.


 (Detalle)

Es lo que representa el bellísimo lienzo bergamasco. Pero el historiador nos cuenta algo más: sus verdugos prepararon una hoguera fuera de la ciudad y la amenazaron con quemarla viva “si no pronunciaba con ellos las proclamas de su impiedad”. Es de suponer que se burlaban de las creencias de Apolonia y le exigían que negara la divinidad de Cristo profiriendo blasfemias contra el Espíritu Santo, las más graves para un cristiano, y juramentos contra la virgen María y la santísima trinidad, o a invocar a dioses paganos, y a renegar en definitiva de su fe y creencias religiosas.

Ella “tras excusarse un poco” (hypoparaitesaméne brachý), es decir, rogándoles que desataran sus manos, y tras dejarla ellos sin saber muy bien cómo iba a reaccionar, acabará arrojándose por su propia voluntad a la hoguera con la que la amenazaban. Y lo hará con firme disciplina (syntónos, que en griego significa tanto tensión de cuerpo como del espíritu, intensidad y también acuerdo de sonidos, como nuestro “sintonizar”). Se arrojará voluntariamente al fuego, anticipándose al castigo, y será consumida por sus llamas.

Apolonia tardó en ser canonizada varios años después de su muerte. Lo fue en el 299. La tardanza pudo deberse al problema que plantea su “mors voluntaria”, ya que la iglesia católica considera el suicidio como un crimen. En su De la ciudad de Dios contra los paganos, Agustín de Hipona, san Agustín, se plantea el caso de Lucrecia, una matrona romana de la época monárquica, que tras ser violada por Tarquinio, un amigo de su esposo, decide darse la muerte, y se pregunta si hay que considerarla adúltera o casta (Adultera haec an casta iudicanda est?) Después de razonar que Lucrecia no cometió adulterio, porque no lo deseó, sino que fue obligada por la fuerza a cometerlo, y tras juzgarla inocente, calificándola de víctima y de casta, se plantea si no cometió otro delito: el de asesinato de un ser humano, de sí misma.

 Suicidio de Lucrecia (con el puñal), Lucas Cranach el Viejo (1538)

¿Por qué se elogia tanto entonces el suicidio de Lucrecia, que para los antiguos romanos era un ejemplo de virtud? Se plantea por lo tanto el santo por qué es alabada si ha cometido adulterio; y porqué asesinada si fue casta? (Si adulterata, cur laudata; si pudica, cur occisa?). Afirma que las mujeres cristianas que han sufrido casos similares no se han quitado la vida vengando en sí mismas el ultraje ajeno. (Non hoc fecerunt feminae Christianae, quae passae similia uiuunt tamen nec in se ultae sunt crimen alienum). Y que el mandamiento de “no matarás” no sólo se refiere al prójimo, sino también a uno mismo, que es claro en su formulación. Pues quien se mata a sí mismo mata a otro que es un ser humano”. (Non occides, nec alterum ergo nec te. Neque enim qui se occidit aliud quam hominem occidit). Y sin embargo, Apolonia, para no ser arrojada por sus verdugos a la hoguera, se precipitó ella misma, convirtiéndose en verdugo de sí misma. Y la iglesia la canonizó y santificó.

El propio San Agustín, afirma más adelante que algunas santas mujeres en la época de las persecuciones se arrojaron a un río para perecer ahogadas antes de caer en manos de sus violadores “y sus martirios se celebran con la mayor veneración en la iglesia católica” (earumque martyria in catholica ecclesia ueneratione celeberrima frequentantur). No quiere emitir un juicio precipitado, dice, pero aventura la posibilidad de que sea no un error humano (humanitus), sino la autoridad divina (diuina auctoritas), lo que las hubiera empujado a ese final. El suicidio en estos casos, según el santo de Hipona, no sería un pecado ni tal suicidio, estaría justificado por obediencia a un mandamiento divino (diuinitus) que contradice paradójicamente el otro  de “no matarás”.

No parece que fuera el caso de Apolonia que, aunque representada como joven doncella en casi todas sus figuraciones posteriores, no fue amenazada con ser violada, sino quemada viva si no renegaba de su fe. Su popularidad llegó a ser tan alta durante la Edad Media que se conservaban casi por toda la cristiandad como reliquias sus dientes y muelas, llegando a contabilizarse hasta quinientas piezas dentales en una ocasión, y se convirtió en la santa a la que se reza para aliviar los dolores de muelas, y la patrona paradójica -¿quién se lo iba a decir?- de los sacamuelas, dentistas, odontólogos y, más modernamente, estomatólogos.