miércoles, 23 de noviembre de 2016

A propósito de Antígona

Nos recuerda Unamuno en el prólogo de La tía Tula (un prólogo, dice él, que se pueden saltar los que van a leer la novela, pero que a nosotros nos interesa ahora a otro propósito)  que las palabras paternal y paternidad derivan de pater, padre, y maternal y maternidad, de mater, madre, y no es lo mismo, ni mucho menos, lo paternal que lo maternal, ni la paternidad que la maternidad, como es bien sabido. Añado yo por mi parte que tampoco es lo mismo el patrimonio (lo propio del padre: la propiedad y el dominio) que el matrimonio (lo propio de la madre, la crianza de los hijos).

El caso es que le extrañaba a Don Miguel que junto a fraternal y fraternidad, de frater, hermano, no tengamos *sororal y *sororidad, de soror, hermana. Comenta Unamuno que la palabra inexistente *sororidad no equivaldría exactamente a fraternidad. Tanto las palabras latinas frater como soror se han visto sustituidas en castellano por germanus y germana, que en principio era un adjetivo, relacionado con el sustantivo germen, que significaba “del mismo origen”, de forma que cuando se decía en latín frater germanus o soror germana quería decir “hermano o hermana de padre y madre, del mismo origen germinal”. El sustantivo acabó omitiéndose y el adjetivo ocupando su puesto, como ha pasado tantas otras veces (pensad por ejemplo en frases como: se fumó un (cigarro) puro; amaba mucho la (tierra) patria; todas las mañanas bebe un (vino) blanco, etc). De los adjetivos sustantivados germanus y germana procede nuestro léxico familiar hermano y hermana, quedando relegados frater y soror al ámbito monástico religioso, pues de ahí, en efecto, proceden fraile (apocopado en fray) y sor. Y de ahí hermandad, palabra que no distingue ya de sexos. Pero no es lo mismo la hermandad que la fraternidad, tampoco. Y esta última no es lo mismo que la *sororidad, que decía don Miguel. Si hermandad y fraternidad no distinguen de sexos, *sororidad introduce el componente femenino, lo que hace a su vez que fraternidad, que en principio era ajena a la distinción sexual, neutra, se polarice a su vez como masculina.  

Le extrañaba en efecto a Unamuno que no dispusiéramos de la palabra, por lo que él se apresuró a inventarla, dado que teníamos un ejemplo ilustre de *sororidad en el personaje del que pasamos a ocuparnos, Antígona, esa “santa del paganismo helénico, la hija de Edipo, que sufrió martirio por amor a su hermano Polinices, y por confesar su fe de que las leyes eternas de la conciencia, las que rigen en el eterno mundo de los muertos, en el mundo de la inmortalidad, no son las que forjan los déspotas y tiranos de la tierra, como era Creonte”. Destaca en este párrafo el uso que hace Unamuno de vocabulario cristiano para aplicárselo a Antígona: “santa”, “martirio” y “fe”. No debería extrañarnos tanto cuando una de las proclamaciones más célebres de Antígona, que según ella justifica su actuación contraria al real decreto dictado por el tirano, es el verso 523: Yo no he nacido a fin de odiar, sino de amar, lo que constituye una proclamación cristiana de amor universal avant la lettre. La réplica que le da Creonte es muy significativa: Al ir abajo, ama a esos, si hay que amar; / mas, vivo yo, no va a mandarme una mujer. Creonte también acusa de virilidad a Antígona, y proclama que él no va a dejarse gobernar por una mujer. 

 Antígona frente al cadáver de Polinices, Nikifóros Lytras (1865)

En la tragedia de Sófocles Creonte acusa a su sobrina Antígona de haber faltado a la ley, es decir, a su mandato regio, rindiendo servicio fúnebre a su hermano, el fratricida, y ella le habla del poder igualador de la muerte. Creonte no comprende cómo se ha atrevido a rendir honras fúnebres al hermano que ha asolado Tebas lo mismo que al que la ha defendido (Eteocles). Ambos son hermanos carnales de Antígona, sólo que a ojos de Creonte uno es un héroe y el otro un villano despreciable que no merece ni siquiera las mínimas honras fúnebres. Antígona le dice que en el otro mundo hay igualdad ante la ley, y que lo que en este hace a unos héroes y a otros villanos quizá no sea válido allá abajo.

Antígona aparece, según don Miguel, ante los ciudadanos de Tebas y de su tío Creonte como una heroína anarquista. Quizá descubrió la ley eterna porque ella era hermana carnal de su propio padre Edipo, con el que había ejercido oficio de *sororidad también. El acto *sororio de Antígona, dando tierra al cadáver insepulto de su hermano, era un acto anarquista, como bien comprende Creonte, por lo que no tiene empacho en proclamar: ¡Más grande no hay que la anarquía mal ninguno! (Antígona, verso 672)

Para don Miguel de Unamuno Antígona “representa acaso la domesticidad religiosa, la religión doméstica, la del hogar, frente a la civilidad política y tiránica, a la tiranía civil, y acaso también la domesticación frente a la civilización”. Se oponen aquí lo doméstico, es decir el ámbito de la familia y del parentesco, que sería propiamente lo femenino,  a lo civil, a lo político y estatal, que es lo masculino. Y se pregunta Unamuno: “Aunque ¿es posible civilizarse sin haberse domesticado antes? ¿Caben civilidad y civilización donde no tienen como cimientos domesticidad y domesticación? Hablamos de patrias y sobre ellas de fraternidad universal, pero no es una sutileza lingüística el sostener que no pueden prosperar sino sobre matrias y sororidad.

 Antígona echa tierra sobre el cadáver de su hermano Polinices, Jules-Eugène Lenepveu (1835-98)

Vuelve aquí Unamuno a (re)inventar un neologismo: *matria, a imagen y semejanza de patria. Si la patria es la tierra del padre configurada como unidad política, la *matria sería no la tierra de la madre en un supuesto matriarcado, sino la madre tierra sobre la que el padre ejerce su soberanía en esta nuestra sociedad patriarcal, la única que hay, convirtiéndola en su patrimonio, en una patria, en un Estado: la matria sería la materia sobre la que se establece la patria, el dominio masculino.

Prosigue la reflexión unamuniana con una comparación entre la sociedad humana y el mundo de las abejas: “Y habrá barbarie de guerras devastadoras, y otros estragos, mientras sean los zánganos, que revolotean en torno de la reina para fecundar y devorar la miel que no hicieron, los que rijan las colmenas”.

Y concluye afirmando que también hay "abejos" y "zánganas", es decir, que la adscripción de lo femenino (maternidad, sororidad, matria, matrimonio...) a las mujeres y de lo masculino (paternidad, fraternidad, patria, patrimonio...) a los varones no es una característica sexual biológica, digamos, sino que todos, varones y mujeres, tenemos algo de Marte y algo de Venus: lo marcial se funda sobre la represión de lo venéreo.
  

viernes, 18 de noviembre de 2016

De amore amoribusque (Del amor y los amores)



Vamos a declinar la palabra latina AMOR, que ha evolucionado a AMOUR en francés, a AMORE en italiano, y a AMOR en castellano, y a recoger, de paso, algunas frases -versos, reflexiones, sugerencias- sobre el amor y el desamor de nuestros poetas, filósofos y escritores.

NOMINATIVO  Es el caso del Sujeto y el Atributo.  Y ¿qué mejor que un verso de un poeta tan grande como Pablo Neruda para atribuirle alguna cualidad al sujeto del amor y contraponerlo al desamor? “Es tan corto el amor y es tan largo el olvido” :: AMOR.

VOCATIVO No se distingue morfológicamente del nominativo. En este caso usamos la palabra no para predicar algo de ella ni para atribuirle ninguna cualidad,  sino para actuar sobre la realidad que nombra, interpelándola. Y ya que estamos con el amor, una queja del poeta italiano Giacomo Leopardi: “¡Ay, amor! ¡Qué mal me gobernaste! ¿Por qué un sentimiento tan dulce me trae tanto dolor, tanto deseo?” :: AMOR.

ACUSATIVO:  Desempeña principalmente la función de Complemento Directo de un verbo transitivo. Por ejemplo, esta invitación original que hace el novelista argentino Julio Cortázar no a hacer el amor (Complemento Directo) sino a que él (Sujeto) nos haga a nosotros: “Ven a dormir conmigo: no haremos el amor. Él nos hará.” :: AMOREM.


GENITIVO:  Es el caso que sirve para que un nombre se trasponga a la cateogría de adjetivo de otro nombre. Y nada mejor que, ya que estamos hablando del amor, una declaración platónica, del filósofo Platón: “La mayor declaración de amor es la que no se hace; el hombre que siente mucho, habla poco” :: AMORIS.

DATIVO: Corresponde a la función sintáctica del Complemento Indirecto, y, aunque estadísticamente es un caso poco frecuente, suele aparecer con el verbo “dar”, de donde le viene el nombre de “dativo”, e indica en principio la persona o cosa personificada a la que se le da o se le quita, que para el caso es lo mismo, algo. Una bonita reflexión de nuestro don Benito Pérez Galdós sentencia: “Al amor no se le dictan leyes”, donde viene a decir que nadie (Sujeto) debe imponer leyes (Objeto o Complemento Directo) al amor, que sería el Objeto o Complemento Indirecto :: AMORI.

ABLATIVO:  Es el caso de la mayoría de los complementos circunstanciales, es decir, el caso más adverbial de todos, porque traspone al nombre a la categoría de adverbio que indica circunstancias temporales, causales, locales y un largo etcétera. Un buen ejemplo puede ser esta consideración filosófica de Friedrich Nietzsche:   “Todo lo que se hace por amor, se hace más allá del bien y del mal” :: AMORE. (Aunque en este caso podríamos recurrir también, a la hora de decirlo en latín, a la preposición PROPTER más acusativo: PROPTER AMOREM, dado que el acusativo si va precedido de preposición suele trasponer al nombre a la condición de adverbio también y a funcionar por lo tanto como complemento circunstancial).


Y, aunque la palabra amor se declina muy mal en plural, porque parece que no puede haber muchos amores simultáneamente o  “poliamor”, sino uno sólo y verdadero cada vez, pasamos ahora al plural, donde algunos ejemplos, aunque en menor número, encontramos:  

NOMINATIVO:  ¿Quién mejor que otro poeta, esta vez Mario Benedetti, para hablar de los amores en plural como sujeto de una frase? Esto es lo que dice el poeta, muy sentido por muy contradictorio que parezca: “Los amores eternos son los más breves” :: AMORES.

VOCATIVO:  Así se despedía nuestro romántico Espronceda de sus amoríos juveniles: “Adiós amores, juventud, placeres, / adiós, vosotras, las de hermosos ojos, / hechiceras mujeres” :: AMORES. 

ACUSATIVO: De nuestro romancero, donde se habla, como en nuestra lírica, del amor, que es uno y único cada vez,  muchas veces sin embargo en plural:  Dígasme tú, el marinero, / que Dios te guarde de mal,  / si los viste a mis amores, / si los viste allá pasar” :: AMORES.

GENITIVO: Recurramos a William Shakespeare y a su tragedia más romántica: Romeo y Julieta:  Dos familias iguales en nobleza, en Verona, lugar de estos amores,  derraman, por recíprocos rencores sangre inocente con brutal fiereza” :: AMORVM.  

DATIVO:   Un fragmento de una novela de Vicente Blasco Ibáñez, donde se ve bien la función de este caso : “Y se entregó a unos amores de imaginación, en los cuales la distancia hermoseaba aún más a aquella mujer” :: AMORIBVS.

ABLATIVO:  . –Nunca se distinguieron formalmente en plural Dativo y Ablativo en ninguna de las cinco declinaciones latinas. En esta frase del griego Plutarco tenemos un buen ejemplo de un Complemento Circunstancial de Lugar que equipara a los amores con las espinosas zarzas: “Quien en zarzas y amores se metiere, entrará cuando quiera, mas no saldrá cuando quisiere :: AMORIBVS.


He aquí otras frases de amor y amores de algunos de nuestros escritores con la forma latina correspondiente: 

-Al amor  lo pintan ciego y con alas. Ciego para no ver los obstáculos y con alas para salvarlos. (Jacinto Benavente) :: AMOREM.

-Yo soñara, madre, un sueño / que me dió en el corazón: / que se iban los mis amores / a las tierras de Aragón. (Gil Vicente) :: AMORES.

- Ama y haz lo que quieras. Si callas, callarás con amor; si gritas, gritarás con amor; si corriges, corregirás con amor, si perdonas, perdonarás con amor. (San Agustín)  :: AMORE, AMORE, AMORE, AMORE.

 Les falta algo de amor a los amores que no son un infierno de dolores. (Ramón de Campoamor)
:: AMORIS AMORIBVS

- Tristes hombres, si no mueren de amores (Miguel Hernández) :: AMORIBVS.



lunes, 14 de noviembre de 2016

Propercio huyendo del amor



Se propuso Propercio, herido del amor de Cintia, hacer un viaje a Atenas para tratar de olvidarla, convencido como estaba de que si dejaba de verla y ponía tierra y mares por medio lograría librar su alma de esa dolorosa pasión. 

Hace al final de esta elegía (III, 21) buenos propósitos: la filosofía académica de Platón o la de Epicuro podrán consolarlo, también la oratoria de Demóstenes o las comedias de Menandro, es decir, la literatura, sin olvidar las obras de arte tanto pictóricas como escultóricas que podrá ádmirar allí. Confía lograr con el viaje, en definitiva, y con la cultura el alejamiento y olvido defintiivos de Cintia.

Ignoraba, sin embargo, Properico aquel verso de Horacio que dice post equitem sedet atra cura: detrás del jinete galopa a su grupa la negra murria. Es decir, que en vano se propone distraerse, alejarse y olvidarse de Cintia, porque ella, quiera Propercio o no,  va a ir siempre con él como si fuera su propia sombra. Nadie huye de su propia sombra. 
  


 Magnum iter ad doctas proficisci cogor Athenas
    ut me longa graui soluat amore uia.
Largo viaje a la culta Atenas  emprendo a la fuerza
porque distancia a mí   libre de males de amor.

crescit enim assidue spectando cura puellae:
    ipse alimenta sibi maxima praebet Amor.
Crece en efecto mi pena  al mirar a menudo a mi niña:
sirve al amor el amor     mismo el menú principal.

omnia sunt temptata mihi quacumque fugari
    possit: at exsomnis me premit usque deus.
Todo lo he intentado a fin de lograr como sea
que huya; mas él,  dios que no     duerme,  me acosa sin fin. 


...at exsomnis me premit usque deus


 bis tamen aut semel admittit, cum saepe negarit:
     seu uenit, extremo dormit amicta toro.
Una con todo o dos veces me acepta, por más que se niega:
 o ella  si viene, a dormir     se echa vestida al diván.

unum erit auxilium: mutatis Cynthia terris
    quantum oculis, animo tam procul ibit Amor.
Sólo habrá una salida: cambiado el país, cuanto a mi vista
Cintia se aleje, el Amor         lejos de mi alma se irá.

nunc agite, o socii, propellite in aequora nauem,
    remorumque pares ducite sorte uices;
¡Venga ya, compañeros, al agua botad  el navío,
turnos a suerte echad     para remar a la par,

iungiteque extremo felicia lintea malo:
    iam liquidum nautis aura secundat iter.
y desplegad propicias las velas a lo alto del mástil:
ya abre a la navegación         ruta la brisa a favor!   

 Romanae turres et vos valeatis, amici,
    qualiscumque mihi tuque, puella, vale.
¡Torres de Roma, adiós, y también a vosotros, amigos,
y como quiera a ti,     niña, conmigo que estés!



ergo ego nunc rudis Hadriaci uehar aequoris hospes,
    cogar et undisonos nunc prece adire deos.
Voy pasajero bisoño a ser  del Adriático ahora 
y hoy a los dioses del mar      debo elevar mi oración.

deinde per Ionium uectus cum fessa Lechaei
    sedarit placida uela phaselus aqua,
Cuando mi lancha, bogando a través del Jónico, arriado 
haya en Corinto, en paz         plácida, velas después,

quod superest, sufferre, pedes, properate laborem,
    isthmos qua terris arcet utrumque mare.
en lo que queda, a sufrir preparáos,  pies, el camino,
donde el Istmo en mitad     parte a las aguas en dos.

inde ubi Piraei capient me litora portus,
    scandam ego Theseae bracchia longa uiae.
Cuando me acoja la orilla del puerto después  del  Pireo,
remontaré el largo vial          que hizo Teseo erigir.



illic in spatiis animum emendare Platonis
    incipiam aut hortis, docte Epicure, tuis;
Empezaré en los espacios allí de Platón a curarme 
mi alma, o en tu jardín,         sabio Epicuro, tal vez;

persequar aut studium linguae, Demosthenis arma,
    libaboque tuos, munde Menandre, sales;
 o estudiaré arte de hablar, de Demóstenes arma, 
y libaré el humor,              fino Menandro, de ti;


aut certe tabulae capient mea lumina pictae,
    siue ebore exactae seu magis aere manus.
o  atraerán los cuadros pintados sin duda a mis ojos 
su obras quizá de marfil    hechas o  bronce mejor.

aut spatia annorum et longa interualla profundi
    lenibunt tacito uulnera nostra sinu:
O el transcurrir de los años  y larga del  mar la distancia 
van en mi corazón      mudo la llaga a sanar;

seu moriar, fato, non turpi fractus amore;
    atque erit illa mihi mortis honesta dies.
o he de morir por mi sino, no de un triste amor malherido;
y el de mi muerte será            día de honor para mí.

viernes, 11 de noviembre de 2016

"Homo tontolculus"


A propósito de la viñeta de Forges sobre la evolución del pithecanthropus erectus,  que se ha convertido en “homotontolculus”, el último homínido de la era virtual y tecnológicamente emprendedora (que no aprendedora), que camina hacia atrás, móvil en ristre como su único instrumento prensil (y en España hay ya más celulares que españoles, dicho sea entre paréntesis),  vamos a entretenernos aquí un poco con el origen de la palabra “tonto” precisamente. ¿De dónde procede?

Su etimología es muy discutida. Para algunos, vendría del latín attónitum, participio de attonare, verbo formado a su vez por el prefijo  ad- y el verbo tonare “atronar”, que en principio significaría “tronado, tocado por el trueno o herido por el rayo”, lo que, si no es verdad, parece a simple vista bastante ingenioso.

Lo que está claro y no discute nadie es que el término evoluciona por la vía culta o, lo que es lo mismo, bajo la influencia conservadora de la lengua escrita, a “atónito” en castellano, que la RAE define  como  “pasmado o espantado de un objeto o suceso raro”. Esto sucede una vez que cae bien pronto la –m del acusativo,  y que la u  final se abre en o (muy pocas palabras como espíritu, ímpetu o tribu conservaron esta u en fin de palabra), y que la t geminada se simplifica, del siguiente modo:  ATTÓNITU(M)> ATTÓNITO> ATÓNITO. 

Hasta aquí no hay objeción, y todo el mundo está de acuerdo. Según los partidarios de la ingeniosa etimología, el cultismo “atónito” por la vía popular o vulgar sufriría, al ser palabra esdrújula, la síncopa temprana de la “i”, y la pérdida de la a- inicial átona, fenómeno no muy generalizado, pero que le sucedió también, por ejemplo, a la palabra “amorem”, que conservamos restituida como “amor” pero que por la vía popular derivó a “mor”, en la expresión algo ya obsoleta: “por mor de”, es decir “por amor de”. La evolución que proponen los partidarios de esta ingeniosa  teoría sería: ATÓNITO> ATONTO > TONTO. 

Son tres las objeciones que se le pueden achacar:

-Primera: La palabra “tonto” no está atestiguada en castellano hasta 1570, una fecha bastante tardía para una término de uso tan común. Sólo tiene poco más de cuatrocientos años reconocidos de existencia. A partir de ahí, aparecen recurrentemente sus numerosos compuestos tontería, tontear, tontuelo, atontamiento, tontaina y demás, pero antes de esa fecha no hay rastro en ningún documento escrito.  

-Segunda:  La sonorización de las oclusivas sordas intervocálicas se produjo históricamente antes de la síncopa de las vocales átonas en interior de palabra; es decir que el paso *atónido es previo a la pérdida de la /i/,  por lo que sería muy extraño que  la /i/ se hubiera perdido antes y mantenido la /t/, como argumentan los defensores de la ingeniosa pero peregrina teoría.

-Tercera y más grave objeción: la evolución de la o breve acentuada de “attónitum” es, como se sabe, el diptongo ue en castellano. Es decir, suponiendo que se hubiera perdido la a- inicial átona, la evolución esperada de (at)tónitu(m) al castellano, tendría que haber sido tónito>tónido>tondo>*tuendo, que no está documentada. 

Pero lo más curioso es que, de hecho, esa a- inicial no se ha perdido, y la evolución de ATÓNITO prosiguió a ATÓNIDO > ATONDO > ATUENDO.  Por muy extraño que parezca, la palabra “ATUENDO” procede de “atónito”, y es por lo tanto el término patrimonial, atestiguado como está a partir de 1019 bajo la forma no diptongada todavía “atondo”, del doblete correspondiente al cultismo "atónito". La RAE define “atuendo” como “aparato, ostentación, atavío y vestido”. La deriva semántica de este término, que pasa de adjetivo a sustantivo, y de significar “pasmado, aturdido” a “vestimenta” se debe a la pompa, fausto o aparato estruendoso que ostentaba la majestad real, que se extendió al ajuar y al mobiliario que acompañaba al monarca en sus viajes, y que causaba estupor y asombro, y que dejaba atónito –herido o deslumbrado por un rayo, asombrado-  a todo el mundo, tanto a cortesanos como a plebeyos,  a la vista de la parafernalia estrepitosa y escandalosa del rey. De ahí pasó a designar a los avíos más modestos con los que cubrimos nuestra desnudez los súbditos del soberano. 

Lo que nos trae, sin querer a la memoria, el cuento aquel de "El traje nuevo del emperador" de Hans Christian Andersen, más conocido como "El rey desnudo", cuya moraleja es que no tiene por qué ser verdad aquello que todo el mundo cree que lo es, o que la verdad no depende de la opinión de la mayoría democrática. Sólo un niño se atrevió a decir lo que todos veían y nadie osaba proclamar: "El emperador está desnudo". El nuevo atuendo del rey era, francamente, ridículo y brillaba por su ausencia.
¿Cómo explicamos, entonces, el origen de la palabra “tonto”, si desechamos la procedencia de “atónito” y no encontramos en latín nada que se le parezca ni mucho ni poco de donde pudiera proceder? 

Para el maestro Corominas, y esta parece la teoría más plausible hasta la fecha, la palabra “tonto” sería una creación  expresiva o imitativa, de origen onomatopéyico, que se ha producido en varias lenguas, y que puede relacionarse con "bobo". Las personas con problemas de entendimiento o comprensión suelen hablar balbuceando; si repetimos la sílaba "bo", resulta bobo, creamos una onomatopeya, es decir, hacemos una palabra que imita la forma de hablar de la persona a la que alude, como los niños cuando dicen el "guauguau" en lugar de "perro". Se repetiría la sílaba "to": toto reforzando la pronunciación con un infijo nasal /n/: de donde saldría "tonto" o, más usual en hispanoamérica, "zonzo" (reforzando la sílaba "zo"). 

Este procedimiento de creación de palabras expresivas es muy frecuente en el lenguaje infantil, como demuestran los ejemplos papa, mama, caca, tete, tata, titi, coco, nana, nene, y un largo etcétera. De similar origen que la palabra "tonto" sería “tuntún”. En la expresión “al tuntún”, voz creada con la repetición de la sílaba tun tun, se sugiere que se hacen las cosas de golpe, sin plan ni concierto, “a tontas y a locas”.  La repetición de la consonante y la vocal evoca la idea de insistencia necia, es la imitación de un balbuceo o intento de decir algo que no tiene sentido, como los casos paralelos que cita Corominas de chocho, bobo, lelo, soso, fofo, memo y, especialmente, zonzo, que como hemos dicho, se usa en hispanoamérica como sinónimo de tonto.

Parece que la palabra "tonto" surgió en Italia, siendo una creación del italiano moderno y no del latín,  y de ahí se extendió a España y Portugal, por lo que resulta ajena a otros ámbitos del romance como al francés y al rumano.

sábado, 5 de noviembre de 2016

Han Hon Hen

La lengua sueca, que es de origen germánico, no distingue géneros gramaticales masculino/femenino ni en sustantivos ni en adjetivos. Dispone de un género UTRUM, “animado” digamos, de palabras acabadas en -en, reservado en principio a los seres vivos sea cual sea su sexo, por ejemplo en häst, un caballo) e “inanimado” (género NEUTRUM, o palabras acabadas en -ett, reservado en principio a las cosas ett hus una casa) que designa a los seres inertes, aunque también se da un reparto de “individuos” frente a “abstracciones”; por ejemplo, en björk “un abedul” -especie- frente a ett träd “un árbol” -género o concepto general-. 
  
El reparto, en todo caso, está muy lejos de ser racional, como sucede en todas las lenguas, donde las divisiones de género que no son más que clasificaciones de palabras no responden a abstracciones, sino que las abstracciones se hacen a posteriori. Por eso las gramáticas suecas aconsejan que aprendamos la palabra con su correspondiente artículo “en” “ett” porque sí, sin buscar muchas explicaciones. Es decir, que, una vez enunciada la "regla", las excepciones son tan numerosas que vale más olvidarse de la "regla" : por ejemplo el género de la palabra “león”: por lógica, según lo expuesto,  debería ser UTRUM, es decir, debería llevar el artículo determinado EN, sin embargo lleva ETT, y se dice ett lejon “un león”, y no el esperado *en lejon.

Como prefijos las formas en y ett que estamos viendo funcionan como artículo indeterminado, como sufijos funcionan como artículo determinado: en häst un caballo,  hästen el caballo

La única excepción a este sistema general es el pronombre de tercera persona del singular, donde aparte de los susodichos géneros UTRUM o común ("den") y NEUTRUM ("det") hay un masculino ("han") y un femenino ("hon").  Normalmente, el masculino "han" se usaba como género no marcado.  

Al parecer, el SAOL, el diccionario de referencia de la lengua sueca, publicado y revisado cada diez años por la Academia  de  dicha lengua -organismo que otorga cada año el Premio Nobel de Literatura y que este año se ha lucido concediéndoselo al excelente compositor pero no escritor Bob Dylan- en su última edición del 15 de abril del año pasado introduce un pronombre personal de tercera persona neutro creado ex professo por el movimiento feminista de ese país en los años sesenta del siglo pasado como alternativa al uso del género gramatical masculino como no marcado, en situaciones que hacen referencia tanto a mujeres como a varones. En sueco existía, como queda dicho, un pronombre masculino han (él) y otro femenino hon (ella), y ahora se propone o impone el pronombre hen, que no tiene género, es decir, que es neutro: ni él ni ella, sino *elle o algo así, diríamos en español, o ello si no estuviera reservado para las cosas. Hen sirve para referirse a una persona sin especificar si es varón o mujer, bien porque se desconoce su sexo biológico o bien porque es irrelevante precisarlo; también puede utilizarse para hablar de las personas transexuales o de aquellas que no se identifican con ninguno de los estereotipos sexuales. Uno de los argumentos a favor de esta imposición es que diciendo “hen” se evita la expresión políticamente correcta “él o ella”, pero lo malo del invento es que “hen” en sueco es también un sustantivo que significa “gallina”.

Algo parecido han propuesto algunos feministas que se haga en castellano so pretexto de “visibilizar a la mujer”. Para evitar expresiones no discriminatorias y redundantes como “los suecos y las suecas están contentos y contentas” podría utilizarse una terminación neutra -ni masculina ni femenina- acabada en -e: “les sueques están contentes”. Evitaríamos así fórmulas engorrosas y políticamente correctas como la repetición de lo mismo con distinto morfema de género gramatical. Con esta propuesta marcaríamos el género masculino, hasta ahora no marcado o genérico.

Un profesor, por ejemplo, que tenga chicos y chicas en clase, que suele ser lo habitual, salvo en algunos colegios concertados que segregan al alumnado por su sexo, no podrá decir “mis alumnos” para referirse a la totalidad del grupo, sino “mis alumnes”, con todos los adjetivos que quiera aplicarles concordados en género neutro y número plural: estudioses, vagues o lo que sea... Asimismo, una madre que tenga un hijo y una hija no hablará en plural de sus “hijos” porque no sería políticamente correcto -sólo podría decirlo según el rigor feminista que se quiere aplicar en el caso de que fueran todos varones- sino de sus “hijes” -sin especificar su sexo.

No hace falta decir que es tan ridículo como artificioso, y ¡sexista!, contra lo que pretenden, dado que al crear ex nihilo un género gramatical no marcado, estamos marcando el masculino, que antes era el no marcado, lo que va contra la economía de la lengua, que no tiene nada que ver con la economía capitalista, sino con los procesos de ahorro de repeticiones innecesarias por superfluas.

El hecho de querer imponerle normas a la lengua es igual que querer poner puertas al campo. Las Academias de la Lengua dicen que ellas no son prescriptivas, sino descriptivas, pero lo malo es que la descripción que hacen acaba convirtiéndose para mucha gente en prescripción. La Academia describe supuestamente  el habla de la gente, pero la gente que va de culta por la vida acaba hablando lo que escribe/dicta la Academia, que pasa de ser descripción a prescripción.

Lo peor de todo  es que  hay "algunes", algunos y algunas, que no "satisfeches" con promulgar todo tipo de leyes y reales decretos desde arriba, creen que hablando y escribiendo así van a solucionar algún problema, cuando lo que están haciendo es crear uno donde no lo había.

En la viñeta de arriba se hace burla de la decisión de la academia sueca de utilizar Hen ("gallina") como pronombre bisexual frente a Han ("él") y Hon ("ella"), y los contrapone a otros monosílabos existentes en esa lengua con el resto de las vocales.