jueves, 4 de mayo de 2017

Releyendo a Catulo (José Agustín Goytisolo)

(Reproduzco por su interés el artículo que publicó el escritor y poeta José Agustín Goytisolo en el diario El País sobre el también poeta Gayo Valerio Catulo).

Mis Lecturas

El escritor y poeta, cuyo último libro publicado es Cuadernos de El Escorial, ha elegido la figura de Catulo por cuanto tiene de ejemplar para expresar su convicción en que la literatura, la creación y la posible belleza que surja de ellas no depende tanto de los temas elegidos como del talento de quien los narra o canta. 
 
RELEYENDO A CATULO

José Agustín Goytisolo

Es un caso paradigmático de escritor que convierte en belleza todo cuanto toca.

Lesbia, Ralph (El País, 27-04-96)

Existe cierto tipo de lectores que esperan que un escritor emplee siempre en sus creaciones frases y palabras delicadas, dignas y que no escandalicen sus oídos en vez de usar términos vulgares y groseros; y esperan, también, que el tema de sus obras sea noble, austero y ejemplar. 

Pero hay artistas de la palabra que vulneran expresamente esa norma, pues no creen que existan ni palabras, ni lenguaje, ni tema, que sean expresamente literarios, poéticos, hermosos, y afirman que cualquier tema, dicho con el lenguaje apropiado, puede ser objeto de belleza o de poesía, desde la palabra catalogada como soez hasta la frase más malsonante, siempre que estén tratadas, eso sí, con maestría, arte y artificio, y en un contexto apropiado. Esto se refiere, claro está, a los verdaderos escritores, a creadores de talla que, como Cervantes o Quevedo, por poner dos altísimos ejemplos de nuestra literatura, no han dudado en emplear palabras y dichos del pueblo llano. Pero un creador mediocre que no conoce los límites ni el ámbito literario nada conseguirá llenando sus obras de nombres y frases procaces, así, sin más. 

Catulo es un caso paradigmático de escritor que sabe convertir en belleza todo cuanto toca, aunque para ello deba usar un vocabulario y una fraseología licenciosas, impúdicas y desvergonzadas. Catulo no se dedicó exclusivamente a cantar los ambientes distinguidos y cultos de Roma, que conocía muy bien, puesto que los frecuentaba,  sino que se propuso además poetizar temas que le sugerían lugares plebeyos, expresiones barriobajeras que eran comunes en tabernas y tugurios que él visitaba. Y así debe entenderse su poesía, una mezcIa de lo más refinado con lo más canalla, pues Catulo sabía que en uno u otro ambiente late siempre el corazón del hombre, con toda su riqueza y vitalidad, y que él era artista no por sentir emociones, sino por saber hacer emocionar a los demás mediante la perfección de su obra, empleando cualquier clase de materiales, pues su oficio ennoblecía. 

En la reducida y deslumbrante obra de Catulo se pueden hallar poemas aparentemente vulgares y hasta groseros, pero sólo aparentemente, ya que el texto es siempre bello. Catulo creía, y así lo escribió, que un artista debía ser un hombre que llevase una vida social como los demás hombres, en cuanto ciudadano; pero en cuanto creador, no le era preciso aparentar "normalidad", sino que muy bien podía reflejar en sus poemas la otra cara de la moneda, es decir, un mundo real como el de las pasiones ocultas, también conocidas por los aristócratas. Conoció a personas que se daban a la avaricia, a la gula, al robo, a la iniquidad y a la mentira; pero también encontró gente bondadosa, caritativa, generosa y amable. Sobre estos últimos no se encuentran en sus poemas más que elogios y bellas expresiones. 

Pero contra los perversos, siempre individualizados, cae el látigo de su ironía, de su invectiva. No juzgó ni emitió juicios de valor sobre una sociedad, que era la suya, sino contra hombres y mujeres en concreto.

Edición bilingüe en versión rítmica castellana de Juan Manuel Rodríguez Tobal 
 
No le interesó la vida política, con sus intrigas y sus recovecos, con sus miserias y con sus grandezas. Sólo cantó a las mujeres y hombres de su época, de toda clase social, y muy pocas veces se metió con algún personaje público, y siempre para denigrarlo, para ridiculizarlo. Odiaba la adulación, el elogio interesado para recibir, a cambio, algún favor. 

De Catulo sólo se conocen 116 poemas, pues el resto de su obra -que la hubo, se sabe por referencias- se ha perdido. Pocos poemas son para conocer su vida, su entorno, ya que casi todo lo que de él se sabe está sacado de sus epigramas. Pero su temperamento y su personalidad se perciben nítidamente en sus escritos: carácter apasionado, incansable en la búsqueda de la felicidad, desmedido en sus amores y en sus odios, tornadizo en sus aficiones y despectivo hacia los poderosos.

Composiciones intimistas, amorosas y elegiacas, epitalamios, y casi toda su producción en forma epigramática. Lesbia fue la única gran pasión de su vida. Con tal nombre bautizó Catulo a Clodia, hermana de su amigo Clodio PuIcro y casada con Metelo Céler. La amó mucho, pese a las escandalosas infidelidades de ella, y la siguió cuando abandonó Roma, acompañando a su bondadoso o resignado marido, ya que no ignorante, pues las aventuras de su mujer eran de dominio público. A ella escribió Catulo. "Jamás mujer alguna diría que la amaron / como tú, Lesbia mía, fuiste amada por mí".

La faceta procaz de algunos epigramas de Catulo se escuda en la perfección de la forma, ajustada siempre a la intención satírica. Uno de sus más hirientes epigramas es una dura imprecación contra dos personajes de la sociedad que él frecuentaba. Llamados Aurelio y Furio, que decían públicamente que los versos de Catulo lo único que tenían eran su desvergüenza. Y él se acoge a esa desvergüenza que le adjudican para espetarles: "Os daré por detrás y por la boca". Y repite su sentencia favorita: "Un poeta puede ser honesto en vida, / pero en su obra eso no hace falta". Claro que no hace falta, si el escritor es capaz de conseguir una obra bella. La literatura no se hace con buenos sentimientos, sino con un buen oficio.
(Publicado en el diario El País, 27 de abril de 1996)

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