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lunes, 28 de mayo de 2018

Nemo sponte sua malus est

Socraticum dictum οὐδείς ἑκὼν κακός -id est, nemo uolens malus fit- noua atque correpta circumlocutio est illorum uerborum quae non solum in dialogo Protagora (358d) οὐδ᾽ ἔστι τοῦτο, ὡς ἔοικεν, ἐν ἀνθρώπου φύσει, ἐπὶ ἃ οἴεται κακὰ εἶναι ἐθέλειν ἰέναι ἀντὶ τῶν ἀγαθῶν, sed etiam in Politica (589c) οὐ γὰρ ἑκὼν ἁμαρτάνει atque in Timaeo quoque (86d–e) κακὸς μὲν γὰρ ἑκὼν οὐδείς a diuo Platone scripta sunt. Quod e Graeca in Latinam linguam ab eruditis doctisque hominibus ut “Nemo sponte sua peccat” translatum est. Nota bene: Hoc uocabulum “peccat” non Christiano sed Latino latioreque sensu tibi intellegendum est. Quod nullum hominem sponte sua malum scienter inferre significat.

Homo igitur qui inter uarias optiones unam malam, quae ei noceat, eligit non propter intimam inprobitatem propriamque malitiam, sed propter omnium rerum inscientiam agit. Ob eam rem si sententiam suam erroneam esse intellegeret, eam pro alia certiore mutaret atque aliter ageret, propterea quod nemo improbus naturaliter fit. Quod non indicat omnes homines probos naturaliter fieri, sed neminem improbum nisi nescium esse, quia illi neque id quod faciunt neque quid faciant sciunt. 

 Neronis sollicitudines,  William Waterhouse (1878)

Qua de causa numquam homines propter improbitatem malitiamue agimus, sed peccata nostra a falsa opinione proficiscuntur, quoniam nemo, sicut Socrates aiebat, sponte est malus, nemo facit ea quae mala sibi esse putat. Hominum enim malitia magnae imperitiae signum est.

In eodem sensu notum quoque est illud, quod Aristoteles citat: οὐδεἰς ἐκών πονηρὸς, οὐδ' ἄκων μάκαρ, id est: nemo uolens malus, nec inuitus felix fit.

Malum enim ex ignorantiae obscuritate oritur, quod sol clarissima luce collustrare poterit. Stulti igitur nesciique homines magis quam improbi nobis timendi sunt.

Socratis autem uerba contraria religionis Christianae sunt, quoniam Christi doctrina dictitat malum in hominibus cum originale peccato intrasse, atque hominem improbum fieri et in peccati errore perseuerare, quia liber sit, posse.

miércoles, 7 de junio de 2017

Preparando unas verduras

Entre las muchas anécdotas que se cuentan de Diógenes, alias el Perro, hay una muy significativa sobre la relación que suele mantener la gente con los poderosos, tanto en sentido político como económico, que viene a ser lo mismo. La actitud de Diógenes es la de no someterse al poderoso, aunque eso le lleve a la exclusión social y prácticamente a la mendicidad, lo que, por otra parte, él no ve como una condena, sino como la bendición de una vida sencilla y frugal, esencialmente independiente y libre de ataduras.

Frente a Diógenes, se alza Platón, el filósofo académico, el intelectual conchabado, o sea, etimológicamente conclavado y comprometido con el Poder. Platón fue a la corte de Dionisio, el tirano de Siracusa en Sicilia, en el año 388 a. C para aconsejar al déspota en el gobierno y redactar una constitución para la ciudad, experimento político que fracasará clamorosamente.

La anécdota versa sobre el encuentro entre Platón y Diógenes. Real o no, es lo de menos. Se trata del enfrentamiento entre dos actitudes ante la vida: la sumisión y la insumisión. La transmite Diógenes Laercio  en Vidas y opiniones de los filósofos ilustres, II, 68. La traducción que sigo es la de Luis-Andrés Bredlow, publicada en editorial Lucina, Zamora 2010: ...Platón, viéndolo (a Diógenes) lavar verduras, se le acercó y le dijo al oído: "Si sirvieras a Dionisio, no estarías lavando verduras"; y él le respondió, hablándole asimismo al oído: "Y tú, si lavaras verduras, no estarías sirviendo a Dionisio."  Una respuesta genial, como no podía ser menos procediendo de Diógenes, el Perro.




Diógenes se jacta con su respuesta de su independencia radical y de no colaborar con los poderosos, aunque eso signifique que no puede asistir a opíparos banquetes como Platón y tenga que prepararse, por lo tanto, sus propias y humildes verduras, y le reprocha así al divino Platón su colaboracionismo con el régimen político del tirano y el sistema de dominio entonces vigente en la colonia griega de Siracusa.  Diógenes no necesita buscar alimento apesebrándose en la corte de ningún monarca. Es su crítica, práctica y teórica, a la integración de la figura del sabio en el aparato del Estado y del Poder.   

Otra anécdota muy similar a esta es el encuentro entre Diógenes, que se encuentra preparando sus humildes verduras,  y  otro prototipo, menos conocido, del filósofo que colabora con el poder económico y político, Aristipo de Cirene, frecuentando los palacios de los poderosos:



Diógenes, que estaba lavando verduras, se burló de él (de Aristipo de Cirene) una vez que pasaba por delante y le dijo: "Si tú hubieras aprendido a comer esto, no frecuentarías los palacios de los tiranos." Y él (Aristipo) contestó: "Y si tú supieras tratar con la gente, no estarías lavando verduras". (DL II 68, traducción de L-A. Bredlow modificada).

Horacio se hace eco de esta última anécdota en su  Epístola I 17, v. 13-35, y resume así la vieja polémica entre el hedonista y cirenaico Aristipo, que no desprecia las riquezas ni el trato con el monarca que las dispensa,  y el cínico Diógenes, que se mantiene intransigente tanto frente al dinero como a los poderosos que otorgan a discreción sus prebendas, y que le reprocha a Aristipo: "si pranderet holus patienter, regibus uti / nollet Aristippus." "si sciret regibus uti, / fastidiret holus qui me notat". Lo que viene a decir: "Si resignado comiera hortalizas, tratar con monarcas / no iba Aristipo a querer." "Si supiera tratar con monarcas, / no iba a gustar de hortalizas el que me critica."

 Diógenes sentado en su tinaja, Jean-Léon Gérôme 1860

Horacio en esa misma epístola le brinda a un amigo unas "instrucciones para el trato con el poderoso", como dice Moralejo en la introducción a su espléndida traducción en prosa (Biblioteca Clásica Gredos, Madrid 2008).  Nada nos impide ser como Diógenes, pero si queremos prosperar económicamente en la vida hemos de contar con los ricos y poderosos. Aristipo no tenía inconveniente en eso, mientras que Diógenes rechazaba  ese trato y menospreciaba a quienes lo aceptaban como si se estuvieran prostituyendo. Así prosigue la anécdota en la citada traducción: Se cuenta en efecto que (Aristipo) solía burlar el mordisco del cínico de esta manera: "Yo hago el bufón en mi propio provecho, tú lo haces para la gente. Lo mío es mejor y mucho más digno: para que me lleve el caballo y el rey me alimente hago la parte que me corresponde; tú pides cosas que no valen nada, rebajándote ante el que te da, aunque dices que no necesitas de nadie". A Aristipo cualquier color le iba bien, cualquier estado o fortuna; aspiraba a ir a más, pero en general estaba contento con lo que tenía. En cambio a aquel (a Diógenes) al que su austeridad lo lleva a cubrirse con un paño doblado, me extrañará si le sienta bien un cambio de rumbo en su vida.  El uno no esperará por un atuendo de púrpura; vestido con lo que sea, irá por los sitios más concurridos, y sin desentonar hará este o aquel personaje. El otro evitará una capa tejida en Mileto como algo peor que un perro o una culebra; se morirá de frío si no le devuelves sus paños. Pues devuélveselos y deja que viva como un majadero". 

No es extraño que Horacio se identifique más con Aristipo que con Diógenes. Al fin y al cabo, él había entrado en el círculo de Mecenas y aceptado la casa que su protector y poderoso amigo le había regalado en las afueras de Roma, en los montes sabinos, para que viviera sin preocupaciones dedicándose a la poesía. No es raro, pues, que comprenda las razones del cirenaico el que se definió a sí mismo como un puerco de la piara de Epicuro (Epicuri de grege porcum). 

Daniel Paz, dibujante argentino, presenta así gráficamente esta misma historia: Hay algunos cambios, por ejemplo se hace a Arístipo (sic, en lugar de Aristipo) chupamedias (sic, por tiralevitas, lameculos o adulador) de Alejandro Magno, en lugar de Dionisio de Siracusa, y se han sustituido las verduras y hortalizas por un plato de lentejas, reminiscencia bíblica acaso; pero aunque haya cambiado el nombre del poderoso y el del alimento frugal de Diógenes, legumbres por verduras, la anécdota sigue siendo válida y significativa.



sábado, 29 de abril de 2017

Brevia

SVA CVIQVE PERSONA

Cada cual tiene su propia máscara. Persona significa "máscara" en latín, de ahi personaje y personalidad. La cara, que, no lo olvidemos, es el espejo del alma,  según el refrán, es la persona,  y la persona es la máscara teatral,  cómica o trágica o, generalmente, ni lo uno ni lo otro en estado puro, sino dramática mezcolanza, porque la vida no es una comedia o una tragedia sino una tragicomedia, una farsa, como dijo Rimbaud, el poeta adolescente, que todos llevamos a cabo.  El latinajo es de Séneca.


 
LA CRATERA DE HÉLENA

En un pasaje de la Odisea inagotable de Homero se narra cómo la legendaria Hélena, la mujer más hermosa de toda Grecia, tan bella que parecía la humana encarnación de la divina Afrodita, alejaba las preocupaciones de su esposo Menelao dándole a beber un brebaje del país del Nilo que diluía en el vino, calmando así el dolor, la angustia y la ira bajo su conjuro. Ese opiáceo egipcio era “grande remedio de hiel y dolores, y alivio de males”, por decir con un hexámetro dactílico en legua de Castilla lo que cantaba el griego en la suya con divinas y aladas palabras. Era una droga tan poderosa que podía consolarlo a uno de cualquier pena, como la de perder a un padre, a una madre, a un hermano o a un hijo queridos. Se hizo proverbial en la antigüedad refiriéndose a ella como la “cratera de Hélena”, aludiendo a la vasija, que eso quiere decir cratera, donde se mezclaba el agua con el vino puro para rebajarlo, y denominando con el nombre del continente el misterioso contenido que le daba Hélena a probar a Menelao.


El rey Menelao y la bella Hélena, Jan Styka (1858-1925)
 
HERACLITANA

Oigamos las misteriosas palabras de  las perturbadoras tres brujas de Macbeth de Shakespeare que cantan a coro: “Hermoso es lo feo y es feo lo hermoso”. Ellas nos enseñan la lógica de la contradicción, nos enseñan a ver la belleza en la fealdad y la fealdad en la belleza: lo que es feo es bello y lo que es bello es feo. De igual manera podrían enseñarnos a ver que lo malo es bueno y lo bueno es malo, como nos han inculcado desde nuestra más tierna infancia. 

Macbeth y las tres brujas, Théodore Chassériau (1855)


300 HÉROES MUERTOS
Según Herodoto, el padre de la Historia, fue Simónides de Ceos el autor del dístico elegíaco grabado sobre una piedra en el paso de las Termópilas que conmemoraba la célebre batalla. El epigrama de Simónides –escueta composición poética compuesta por lo general de dos versos, un hexámetro y un pentámetro dactílicos, para inscribir como epitafio sobre una tumba- transmitido por el historiador griego recuerda a los trescientos espartanos que cayeron heroicamente protegiendo el desfiladero de las Termópilas en el año 490 antes de la era cristiana a las órdenes de Leónidas, el león de Esparta, defendiendo Grecia de la invasión de las huestes persas del rey Jerjes, y alcanzando la muerte bajo la lluvia de las infinitas flechas que los acribillaron. He aquí una versión rítmica de ese lacónico epigrama que asocia la idea de obediencia a las leyes con la muerte:

 ὦ ξεῖν’, ἀγγέλλειν Λακεδαιμονίοις ὅτι τῇδε 
 κείμεθα τοῖς κείνων ῥήμασι πειθόμενοι νομίμοις


Ve, extranjero, a decir a Esparta tú que nosotros
obedeciendo a su ley   muertos yacemos aquí.




 HIPOCRESÍA Y TEATROCRACIA
Los griegos llamaronn al actor “hypokrités”; esta palabra subsiste curiosamente en nuestra lengua como reproche que se le hace a alguien por su falsedad bajo la forma “hipócrita”: el que actúa y no precisamente en un escenario, sino en la realidad, es decir, el mal actor, el que actúa en las tablas del poco noble teatro de la vida cotidiana. El divino Platón, por su parte, inventó la palabra “teatrocracia” que podría recobrar vida e importancia en este mundo nuestro contemporáneo que a veces ha sido descrito como “sociedad del espectáculo” (Guy Débord). La teatrocracia correspondería a este estado de degeneración de la democracia en el que gobernaría la mayoría (oclocracia, propiamente dicha), que nunca totalidad, del público. Es el gobierno de las masas, de la chusma, dicho con todo el poder despectivo de esta última palabra. No el gobierno del pueblo, porque el pueblo, la gente no es una masa de individuos y cada individuo un voto, como pretenden los políticos que sea para que sea sólo eso y nada más que eso, sino algo vivo y palpitante, que está, a poco que se la deje hablar y se le preste oídos a lo que dice, diciendo siempre que no a todas las imposiciones que sobre ella se fundamentan, y, en concreto, a la farsa de la realidad.

 

jueves, 24 de diciembre de 2015

La escuela de Platón





El que contempla por primera vez el enorme cuadro del pintor belga Jean Delville titulado “La escuela de Platón” (1898), que cuelga ahora en el Musée d' Orsay de París en la sala de los simbolistas, se asombra de su enorme tamaño lo primero de todo y queda no poco perplejo ante lo que ven sus ojos. 

Aquello parece una escena del nuevo testamento con Jesucristo sentado en el centro predicando el evangelio a sus doce apóstoles, si no fuera porque estos están completamente desnudos. Atendiendo al título del cuadro pensamos entonces que se trataría de Sócrates, el maestro del divino Platón, acusado como fue de corromper con sus desenseñanzas a la dorada juventud ateniense, si no fuera porque este Sócrates nos recuerda demasiado a Jesucristo.  

El cuadro fue encargado por la universidad de la Sorbona de París, pero no llegó a exhibirse  allí nunca  por motivos de censura. 

El lienzo se presta a muchas sugerencias: por ejemplo la homosexualidad del propio Cristo y sus apóstoles, al que se compara iconográficamente, mutatis mutandis, con el filósofo griego, quien, como se sabe fue homosexual avant la lettre, lo que no deja de ser algo blasfemo y herético. 

Otra lectura del cuadro sería la doble herencia pagana y cristiana de nuestra cultura occidental, no poco machista y homófoba, a pesar de o debido a sus raíces griegas y judeocristianas. Sería un ejemplo de la fusión platonismo/cristianismo de nuestra tradición y acervo cultural.

El cuadro no deja de ser una exaltación de la belleza masculina, bastante idealizada, desde un punto de vista sensual y erótico. Es también una exaltación de la juventud de los efebos de largas melenas bajo el prisma pagano, griego, clásico, precristiano. 

El venerable maestro, Platón si hacemos caso del título del cuadro, estaría predicando una nueva doctrina de amor e idealismo, no precisamente la cristiana que ha ensombrecido el mundo durante dos mil años con su mensaje resignado y conformista, sino en todo caso el epicureísmo hedonista griego y el humanismo que sitúa al hombre como centro del universo.