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domingo, 13 de mayo de 2018

Epigramas de Calímaco (y II)

En el libro VII de la Antología Griega se hallan estos epigramas o inscripciones funerarias para algunas tumbas, destacando el número 80, que Calímaco dedica a la muerte del también poeta Heraclito de Halicarnaso, al que no hay que confundir con el filósofo presocrático. Calímaco dice que pese a la muerte de Heraclito, sus ruiseñores, es decir, los trinos o versos líricos del poeta perdurarán.

Alguien me dijo, Heraclito, tu suerte, y a mí me brotaron
lágrimas. Recordé     bien cuántas veces los dos
conversando hundimos el sol, pero ya eres, amigo,
     polvo de años atrás     en dondequiera que estés.
Mas viven líricos tus ruiseñores, en que Hades, que todo
borra, no ha de poner     manos encima jamás.

El número 317 está dedicado al célebre misántropo Timón, que aborrecía a la humanidad y la luz del día. Su tumba estaba situada en una escollera prácticamente inaccesible, lo que da idea de su carácter arisco y huraño y de lo mucho que amaba la soledad. El epitafio le pregunta si ahora que está en el reino de los muertos está más contento que cuando habitaba entre los vivos, pero él reconoce amargamente que ni siquiera muerto puede estar solo, por lo que su aspiración de soledad absoluta se ha visto truncada en la muerte. Por eso prefiere la luz del sol, es decir, la vida que las tinieblas soterrañas, porque en el reino de Hades, superpoblado como está, los muertos son mayoría absoluta. Usaban, en efecto, los griegos la expresión “pasar a la mayoría” “eis toùs pléonas eltheîn” como sinónimo de morir.


 Timón de Atenas renunciando a la sociedad.

¿Qué odias ahora, Timón, que has muerto, la luz o la sombra?
-¡Ni tan siquiera aquí     solo me vais a dejar!



El núm. 451 propone que se utilice el eufemimo “dormir un sueño sagrado” para los hombres buenos que han muerto y que no se diga nunca precisamente que han muerto, a fin de no matarlos más, es decir, para que perdure su memoria.

Duerme Saón el hijo aquí de Dicón su sagrado
sueño. No hay que decir     “muerto” del hombre de bien.

El epigrama 471 es uno de los más conocidos. Habla del suicidio de Cleómbroto de Ambracia, que tras la lectura del Fedón de Platón, se quitó la vida, tratando de imitar a Sócrates.



“¡Sol, -despidiéndose-, adiós! Cleómbroto, que era de Ambracia,
desde lo alto de un     muro al Averno saltó,
causa de muerte sin que haya ninguna, salvo el tratado
sobre el alma que él     tanto gustó de Platón.

El número 524 nos recuerda un poco al epitafio nihilista aquel del cementerio civil de la Almudena de Madrid: “Nada hay después de la muerte”. En efecto, el lector le pregunta al sepulcro si allí está enterrado Cáridas, y este le dice que sí. Acto seguido, le pregunta al propio difunto qué hay allá abajo y este responde que mucha tiniebla. El poema acaba con un rasgo humorístico: lo que le ha dicho es la verdad, pero si quiere oír otra cosa más dulce, puede decirle que por ejemplo,

-¿Cáridas yace aquí? -Si dices el hijo de Arimas
el de Cirene, sí    yace debajo de mí.
-Cáridas, ¿qué hay abajo? -Tinieblas. -¿Se vuelve a la vida?
-No, mentira. -Y ¿Plutón?     -Cuentos. -¡Adiós a la fe!.
-Tal mi respuesta veraz a vosotros, mas si otra que guste
quieres, a céntimo el buey     grande en el Hades está.

viernes, 11 de mayo de 2018

Epigramas de Calímaco (I)

Igual que un libro te lleva a descubrir otro, un poeta te lleva también irremediablemente a otro. Conocemos, por ejemplo, un poema largo de Calímaco gracias sobre todo a la traducción que hizo Catulo al latín, pues el original griego, salvo algunos fragmentos, se ha perdido. Se trata de La cabellera de Berenice.

Guiados por la selección de los epigramas de la Antología Griega que tradujo al francés Marguerite Yourcenar y por la traducción al español de los sesenta y tres que publicó el también poeta Luis Alberto de Cuenca, ofrecemos una pequeña antología de Calímaco.

Poeta alejandrino,  Calímaco nació en Cirene, en Libia. Vivió en el siglo III antes de nuestra era. Estudió en Atenas, después hizo carrera en Alejandría, donde llegó a ser bibliotecario del Museo, y poeta áulico y cortesano. Como dice De Cuenca en su introducción: “Desde las fabulosas bibliotecas asirias de Senaquerib y Asurbanipal (siglo VII a. J. C.) la historia de la cultura no había conocido nada igual. En este ambiente, pues, de culto a los valores intelectuales va a desarrollarse la personalidad humana y artística de Calímaco”.


 Museo y Biblioteca de Alejandría

En el epigrama núm. 43 del libro XII de  la Antología Griega manifiesta Calímaco su “odi profanum uolgus”, como dirá Horacio después. Hace el poeta aquí una declaración de principios y se revela como un vate exquisito que huye de lo mayoritario y los caminos trillados como de la mismísima peste. Su amor se dirige casi indefectiblemente a chicos jóvenes, siguiendo la musa efébica del viejo Anacreonte, de Teógnide y de tantos otros, que encontraba parangón en los amores del mismísimo Zeus hacia el bello Ganimedes.


Me harta el poema que es cíclico, y no me recreo
en el camino que aquí     lleva y allá a multitud.
Odio también al amante promiscuo, ni bebo de fuente
pública; asco me da     todo lo que es popular.
Lindo, sí, lindo tú eres, Lisanias; mas antes que dicho
lo haya, el eco ya     “anda con otro” silbó.


 Fauno de Barberini o Sátiro borracho

En el epigrama 102 del mismo libro, dedicado a un tal Epicides, Calímaco reconoce que persigue los amores que huyen de él y rechaza los que se le ofrecen y están a su alcance.

Un cazador, Epicides, acecha en los montes a toda
liebre y rastrea cualquier     huella de corzo que ve
aun soportando la nieve y la helada. Y si alguien le dice:
“¡Pieza abatida ahí!”    nunca la toma a su vez.
Y es de esta clase mi amor: perseguir acostumbra lo que huye;
y lo que está a su merced     deja volando escapar.


Horacio en su segunda sátira del libro primero, versos (105-108) se hace eco y recoge en hexámetros latinos este epigrama de Calímaco,  cuando escribe :

...leporem uenator ut alta
in niue sectetur, positum sic tanbere nolit,
cantat et adponit "meus est amor huic similis; nam
transuolat in medio posita et fugientia captat".

..."Cual cazador que a la liebre en la mucha
nieve persigue y rechaza tocar así a la dejada"
canta y añade "mi amor se asemeja a ese, pues pasa
sobrevolando lo que hay a su alcance y busca lo que huye".