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viernes, 11 de mayo de 2018

Epigramas de Calímaco (I)

Igual que un libro te lleva a descubrir otro, un poeta te lleva también irremediablemente a otro. Conocemos, por ejemplo, un poema largo de Calímaco gracias sobre todo a la traducción que hizo Catulo al latín, pues el original griego, salvo algunos fragmentos, se ha perdido. Se trata de La cabellera de Berenice.

Guiados por la selección de los epigramas de la Antología Griega que tradujo al francés Marguerite Yourcenar y por la traducción al español de los sesenta y tres que publicó el también poeta Luis Alberto de Cuenca, ofrecemos una pequeña antología de Calímaco.

Poeta alejandrino,  Calímaco nació en Cirene, en Libia. Vivió en el siglo III antes de nuestra era. Estudió en Atenas, después hizo carrera en Alejandría, donde llegó a ser bibliotecario del Museo, y poeta áulico y cortesano. Como dice De Cuenca en su introducción: “Desde las fabulosas bibliotecas asirias de Senaquerib y Asurbanipal (siglo VII a. J. C.) la historia de la cultura no había conocido nada igual. En este ambiente, pues, de culto a los valores intelectuales va a desarrollarse la personalidad humana y artística de Calímaco”.


 Museo y Biblioteca de Alejandría

En el epigrama núm. 43 del libro XII de  la Antología Griega manifiesta Calímaco su “odi profanum uolgus”, como dirá Horacio después. Hace el poeta aquí una declaración de principios y se revela como un vate exquisito que huye de lo mayoritario y los caminos trillados como de la mismísima peste. Su amor se dirige casi indefectiblemente a chicos jóvenes, siguiendo la musa efébica del viejo Anacreonte, de Teógnide y de tantos otros, que encontraba parangón en los amores del mismísimo Zeus hacia el bello Ganimedes.


Me harta el poema que es cíclico, y no me recreo
en el camino que aquí     lleva y allá a multitud.
Odio también al amante promiscuo, ni bebo de fuente
pública; asco me da     todo lo que es popular.
Lindo, sí, lindo tú eres, Lisanias; mas antes que dicho
lo haya, el eco ya     “anda con otro” silbó.


 Fauno de Barberini o Sátiro borracho

En el epigrama 102 del mismo libro, dedicado a un tal Epicides, Calímaco reconoce que persigue los amores que huyen de él y rechaza los que se le ofrecen y están a su alcance.

Un cazador, Epicides, acecha en los montes a toda
liebre y rastrea cualquier     huella de corzo que ve
aun soportando la nieve y la helada. Y si alguien le dice:
“¡Pieza abatida ahí!”    nunca la toma a su vez.
Y es de esta clase mi amor: perseguir acostumbra lo que huye;
y lo que está a su merced     deja volando escapar.


Horacio en su segunda sátira del libro primero, versos (105-108) se hace eco y recoge en hexámetros latinos este epigrama de Calímaco,  cuando escribe :

...leporem uenator ut alta
in niue sectetur, positum sic tanbere nolit,
cantat et adponit "meus est amor huic similis; nam
transuolat in medio posita et fugientia captat".

..."Cual cazador que a la liebre en la mucha
nieve persigue y rechaza tocar así a la dejada"
canta y añade "mi amor se asemeja a ese, pues pasa
sobrevolando lo que hay a su alcance y busca lo que huye".

domingo, 21 de enero de 2018

Persio nos recuerda algo

Indulgē geniō, carpāmus dulcia, nostrum est
quod uīuis, cinis et mānēs et fābula fīēs, 
uīue memor lētī, fugit hōra, hoc quod loquor inde est. 

Date a placer, cosechemos deleites, es lo que vives
nuestro, en ceniza y sombras te convertirás y leyenda,
vive pensando en morir, huye el tiempo, ya lejos lo dicho.
(Persio, sátira V, versos 151-153)



Detalle de retrato de caballero de la orden de Malta, Bartholomaeus Bruyn el Viejo (1531)
Leyenda: VIVE.MEMOR.LETI.FVGIT.HORA 

INDVLGĒ GENIŌ
Persio nos invita lo primero de todo a geniō indulgēre, esto es, a regalarnos a nosotros mismos, a querernos, a divertirnos y a darnos a la buena vida, que eso es lo que significa indulgēre geniō: ser indulgente y complaciente con el genio de uno mismo, es decir, con uno mismo, porque el genius es lo que nace con uno, la persona o personalidad congénita de uno, diríamos hoy. No te niegues a ti mismo ningún placer: indulta a tu genio. Persio, pues, nos aconseja que nos mostremos benévolos, nunca severos, con nuestro genio, que le concedamos el perdón, lo toleremos, consintamos y lo liberemos. Del verbo indulgēre “ser indulgente” proceden nuestra indulgencia y nuestro indultar, precisamente.

Pero ¿qué era el genio para los antiguos? El genio era la divinidad particular de cada persona que la protegía desde el nacimiento hasta el lecho de muerte, por lo que se identifica con la persona misma y con su suerte, una especie de Ángel de la Guarda cristiano avant la lettre. En castellano tenemos el refrán “genio y figura hasta la sepultura”, que viene a significar que uno mantiene su personalidad toda la vida, en su doble aspecto de cuerpo -la figura- y alma -el genio. Decimos también que una persona tiene mucho genio cuando muestra mucho carácter, difícil temperamento o mal humor. Pero también decimos de alguien que es un genio cuando está dotado de mucho talento creativo. En los cuentos orientales el genio es un ser fabuloso de figura humana con el poder sobrenatural de concedernos algún deseo, por ejemplo el genio de la lámpara mágica de Aladino.

La expresión contraria de geniō indulgēre sería en latín genium suum dēfraudāre: engañar uno a su genio, privarse de los placeres que le reporta, defraudar uno a su apetito. También se dice cum geniō belligerāre con el sentido de pelearse uno consigo mismo, combatir las propias apetencias y deseos.

Detengámonos un poco más en esta palabra relacionada etimológicamente con el verbo gignere “engendrar” y con la raíz genética, común a ambos, GEN en grado pleno y GN en grado cero. De genio deriva el adjetivo genial y del adjetivo el sustantivo genialidad. Hay un verbo muy curioso derivado también que es congeniar: avenirse con otra u otras personas por tener genio, carácter o inclinaciones coincidentes; ser compatible con el genio de otra persona, diríamos. Tenemos también el derivado ingenio (engeño en castellano viejo) para referirnos a las cualidades innatas de alguien, y con cambio de prefijo pergenio, de donde sale pergeño y pergeñar con el sentido de crear, ejecutar y dar forma a algo. Y de ingenio deriva el adjetivo ingenioso y el verbo ingeniar y todos nuestros modernos ingenieros e ingenierías.

"Es dulce delirar en su ocasión: pon un poco de locura en tu vida (Horacio)"


 CARPĀMVS DVLCIA
Este carpāmus dulcia nos recuerda inevitablemente al carpe diem de Horacio pero Persio en lugar del día nos dice que cosechemos las dulzuras, los deleites, los placeres, el dulzor de la vida: lo que edulcora o endulza la vida. Una canción goliárdica de la Edad Media, del repertorio de los Carmina Burana, que cantaban los estudiantes, repite estas mismas palabras, que se hacen eco de Horacio: Omittamus studia, / dulce est desipere, / et carpamus dulcia / iuventutis tener(a)e! ¡Dejemos los estudios, / es dulce no saber , / y cojamos los dulces frutos / de la tierna juventud!

 NOSTRVM EST QVOD VĪVIS
Nuestro es lo que vives, lo que vivimos. Lo que se vive es nuestra única pertenencia: lo solo que nos llevamos por delante, que dice a veces la gente.

CINIS ET MĀNĒS ET FĀBULA FĪĒS 
Mañana te convertirás, nos convertiremos en ceniza, esto es, en polvo, en ánimas del otro mundo, que eso es lo que eran los Manes, los espíritus de los muertos, y en definitiva en leyenda, es decir, en habladuría y cuento. Hay una curiosa gradación en el verso: el futuro hará de nosotros en primer lugar polvo, nuestro residuo corporal, la ceniza de la incineración; nos volveremos después espíritu, ánimas descarnadas; y finalmente sólo quedará de nosotros el vago recuerdo que dejamos en los demás: la leyenda, que nada tiene que ver ya con la realidad que fuimos. 

VĪVE MEMOR LĒTĪ
Vive acordándote de la muerte, pensando en la muerte. Memento mori: recuerda que mueres, ten presente que eres mortal, no olvides que vas a morir. Sin embargo, de la muerte, de nuestra propia muerte no tenemos ninguna experiencia, ningún recuerdo, sino una amenaza.

La Danza de la Muerte, Michael Volgemut (1493)


  FVGIT HŌRA 
El tiempo huye. No es que pase, como dice a veces la gente, sino que huye de nuestra aprehensión, de su definición. No deja que le demos caza y captura, huye de nosotros, no se deja atrapar en los límites de una definición, de un concepto. Muchos relojes se encargarán de recordarnos esta verdad: el tiempo huye, la hora huye. Tempus fugit irreparabile. Escribirá Virgilio. El reloj no puede decirnos la hora que es porque el tiempo no se detiene nunca, sigue su rápido cabalgar hacia la muerte. 

HOC QVOD LOQVOR INDE EST
Lo que estoy diciendo ahora mismo ya no está ni aquí ni ahora porque ahora es inaprehensible: lo que estoy diciendo ya ha sido dicho, ya es pasado. Recuerda aquí Persio otra vez a Horacio: dum loquimur, fugerit inuida aetas: en lo que estamos hablando habrá huido el tiempo envidioso, la edad de la vida. El francés Boileau se hará eco de esta idea: Le moment où je parle est dejà loin de moi: El momento en el que hablo está ya lejos de mí.
 
Un reloj holandés recuerda a Persio.

martes, 3 de octubre de 2017

Carpe diem


Los tatuajes están de moda. Y hay gente a la que le gusta tatuarse, además de alguna imagen, una frase. Y hay quienes eligen el latín como lengua de expresión de esa frase, quizá por la economía lapidaria de nuestra entrañable lengua muerta.

 

Es el caso del célebre "carpe diem" de Quinto Horacio Flaco, que significa, como se sabe, "coge el día", lo que quiere decir "aprovecha el momento, no lo dejes escapar". No quiere decir, como a veces se piensa, que haya que disfrutar a tope porque la vida son dos días y la muerte algo inminente, porque ¿quién es capaz de disfrutar a tope pensando una cosa así ante la perspectiva de la amenaza sombría de la espada de Damoclés sobre nuestras cabezas?

Es algo más profundo que eso. No es un mal consejo en lo que de negativo conlleva, disuadiéndonos implícitamente de regodearnos en el pasado o en el futuro, porque tanto el pasado como el porvenir son formas del tiempo cronometrado que se le imponen a nuestra vida, que matan nuestras posibilidades de vida aquí y ahora; nos está sugiriendo que nos liberemos de nosotros mismos, de nuestro pasado y de nuestro futuro, pero no funciona tan bien en el consejo explícito y positivo que nos da porque nos está  ordenando con un imperativo (carpe, como si dijéramos: ¡haz esto…!) que nos aferremos al momento presente, al instante, lo que no deja de ser una orden que tenemos que cumplir -¿y cómo voy a librarme de mí mismo si tengo que cumplir una orden?-, y además emplea el término “momento” (diem en latín), que precisamente no nos deja salirnos del tiempo cronometrado en el que estamos inmersos y del que quiere liberarnos. La intención es buena porque nos exonera del pasado y del futuro, no se puede negar, pero, como contrapartida, nos encadena al momento presente.

 Fotograma de El club de los poetas muertos (Dead poets society), de Peter Weir (1989)

El poeta, en otras palabras, nos dice que en lugar de lo que hacemos habitualmente que suele ser vivir en el ayer recordando siempre lo que hicimos el otro día o hace cuatro años e identificándonos así con nuestros numerosos antepasados, o vivir en el mañana haciendo planes para el fin de semana que viene, o proyectos para las próximas vacaciones, para un futuro inasible porque el futuro por definición es lo que no existe todavía, lo que está siempre por venir y no acaba de llegar nunca, proyectándonos así en la también numerosa descendencia de nuestros heredereos,  deberíamos ocuparnos de vivir... íbamos a decir "el presente". Pero ¿qué es el presente? Si el pasado no existe porque son recuerdos y el futuro tampoco porque es la proyección de nuestros deseos o temores ¿qué es el "presente"?

Socráticamente, humildemente, hay que reconocer que no lo sabemos. Lo más que podemos decir es que hay que vivir ahora, ahora mismo -y no estamos diciendo que haya que vivir "el ahora", que no es lo mismo, sino ahora. Ahora es una palabra deíctica, que no tiene significado ni se deja definir y por eso nos saca de la realidad y nos libera del tiempo, que, cuando la pronunciamos, ya ha pasado. Y ¿qué quiere decir eso? Pues que tendríamos que dejar de habitar en el pasado y dejar al mismo tiempo de alojarnos en el futuro porque, mientras hacemos eso, no vivimos aquí y ahora mismo. Sencillamente.


Tu ne quaesieris (scire nefas) quem mihi, quem tibi
finem di dederint, Leuconoe, nec Babylonios
temptaris numeros. Vt melius quicquid erit pati!
Seu pluris hiemes seu tribuit Iuppiter ultimam,
quae nunc oppositis debilitat pumicibus mare
Tyrrhenum, sapias, uina liques et spatio breui
spem longam reseces. Dum loquimur, fugerit inuida
aetas: carpe diem, quam minimum credula postero.

(Horacio Odas I, 11)

Tú no indagues (saber no es menester) plazo que a mí y a ti
dios del cielo nos dio, Cándida, y no te hagas babilonio tú
un horóscopo. ¡Más vale sufrir cuanto nos venga a ser!
Si es que Júpiter da más o te dio tu último invierno ya,
éste que hace amainar contra el cantil hoy al Tirreno Mar, 
ten sentido común, vino a colar pon, y en tan breve luz 
deja el largo esperar. Que en el hablar ídose el tiempo habrá
hostil. Coge la flor de hoy, sin creer nada en el porvenir.

domingo, 17 de septiembre de 2017

Sin futuro, no hay futuro, no al futuro.

Quid sit futūrum cras fuge quaerere!  (Horacio, Carmina, I, 9, v. 13)  Es un hendecasílabo*  ya que tiene once sílabas (quae- cuenta como una porque es diptongo en latín). Es una refutación del futuro que significa, en su mismo ritmo: "¡No indagues qué mañana podrá pasar!". Este verso en nuestra métrica se considera dodecasílabo, porque es un hendecasílabo oxítono, y por lo tanto se computa con una sílaba más: 11 + 1 = 12. Entra en la composición de la estrofa alcaica, que consta de dos hendecasílabos, un eneasílabo y un decasílabo. 

Nota dos palabras clave en el verso, estrechamente relacionadas entre sí por el significado: el adverbio cras, que quiere decir  mañana, y que entra en la formación de la palabra procrastinar diferir, aplazar, dejar para el incierto día de mañana,  y la palabra futurum que es un participio activo de, cosa de Perogrullo, futuro, una innovación propia de la lengua latina que no existía en indoeuropeo ni en las lenguas hermanas,  y el origen de nuestra palabra  el futuro.

 Niña con globo, Banksy

Si los morituri eran los que iban a morir (mori, memento mori),  o los que estaban, mejor dicho, dispuestos a morir, que le decían al César aquello de  AVE, CAESAR, MORITVRI TE SALVTANT (ave, César, los que van a morir te saludan, que algún estudiante de latín poco avezado tradujo alguna vez como las aves del César se murieron por falta de salud), y el nasciturus es el que va a nacer (nasci), lo futurum es aquello que va a ser (fore), que está por venir (por eso, porvenir, escrito junto, es sinónimo de futuro), y que, por lo tanto, por definición negativa, el futuro no sólo es que no existe, sino que no llega nunca porque siempre está pendiente de realización.

En resumidas cuentas, viene a decirnos Horacio que no hay que preocuparse por el futuro porque no existe: no hay futuro ni hace falta que lo haya.

Charly Brown y su perro Snoopy,  Charles Schulz.  

*Hendecasílabo debería escribirse con hache, porque procede de una palabra griega que es héndeka, que significa once, y que esta formada con el número uno (hen) antepuesto al diez (deka). Las palabras griegas que comienzan por espíritu áspero, una ligera aspiración ante la vocal, se transcriben al castellano con hache. Sin embargo, el Diccionario de la Lengua Española de la Real Academia no recoge esta posibilidad. Si buscamos nos encontramos con esto en la Red: "La palabra hendecasílabo no está registrada en el Diccionario. La entrada que se muestra a continuación podría estar relacionada: endecasílabo". Si buscamos endecasílabo sin hache, leemos lo siguiente: "Del it. endecasillabo, este del lat. hendecasyllăbus, y este del gr. ἑνδεκασύλλαβος hendekasýllabos." Se trata de un préstamo italiano, como sabemos por la historia de la literatura, ya que este tipo de verso entró en la lírica española en el Renacimiento de la mano de Boscán y, sobre todo, de Garcilaso de la Vega, a imitación del hendecasílabo italiano, y en italiano no hay haches que valgan: no se pronuncian, no se escriben. Se pensó que si era una letra muda y no se pronunciaba, como en español, no tenía sentido escribirla  (salvo algunas formas del presente del verbo avere que la conservan como recuerdo etimológico, supongo, del latín: ho, hai, ha, hanno, y los préstamos de palabras extranjeras, sobre todo anglosajonas).

miércoles, 29 de marzo de 2017

La estrofa alcaica

Es una estrofa griega, propia de la poesía lírica eolia, cuya invención se atribuye al poeta Alceo, de quien recibe su nombre, que también utilizó la poetisa Safó. Fue adaptada al latín por Horacio,  y está compuesta por dos hendecasílabos alcaicos, un eneasílabo de ritmo yámbico cataléctico y un decasilábo formado por dos dáctilos y dos troqueos. Modernamente la han cultivado Tennyson en inglés, Carducci en italiano, aunque con poca fortuna este último, y Hölderlin en alemán, adaptando el esquema clásico a las posibilidades de las lenguas modernas, para lo que se han basado en el acento de palabra para marcar las sílabas portadoras de ritmo. En castellano destaca la labor de Agustín García Calvo, tanto en sus traducciones de poesía antigua como en su propia obra. Valgan como ejemplo esta dos mismas, las primeras de su poema CIV de Canciones y soliloquios:

¿Qué dice el Duero de entre su bruma? ¿Oís?
Callad. Que hablen dioses y bueyes, hoy
que el mundo sueña arrebujado,
viejo lirón, en el blanco vaho

del tiempo. El dios no tiene en la azuda ya
para molienda trigo, y moliendo va
palabras roncas y palabras
(¡verde vejez!) y palabras, sólo...
 
 
Safo y Alceo, Lawrrence Alma-Tadema (1881)

Su esquema (donde “u” significa sílaba no marcada rítmicamente y en principio átona y “” sílaba que marca el ritmo, independientemente de su cantidad, y acentuada para nuestros oídos):

u u — u ‖ — u u — u —
u u — u ‖ — u u — u —
            u u — u — u — u
u u — u u — u — u

Un ejemplo clásico sería este de Horacio en latín, la primera estrofa de la primera oda del libro tercero, toda una declaración de intenciones:  

odi profanum uolgus et arceo.
fauete linguis: carmina non prius
            audita Musarum sacerdos
    uirginibus puerisque canto.

Que podemos reproducir rítmicamente así en castellano con el mismo ritmo:

Odio al inculto vulgo y me aparto de él.
Guardad silencio: inéditas hasta hoy
canciones, vate de las Musas,
canto a doncellas y a los muchachos.


 
 Estatua de Quinto Horacio Flaco, en Venosa

En la poesía alemana, la estrofa alcaica fue introducida por vez primera por Harsdörffer en el siglo XVII y tras él utilizada por por Klopstock, Hölty, Platen y sobre todo por Friedrich Hölderlin, del que os ofrezco este precioso ejemplo de poema compuesto por esta única estrofa. Se titula Ehmals und jetz (Antes y ahora), una de sus composiciones de juventud escrita entre 1793 y 1799.

 In jüngern Tagen war ich des Morgens froh,
Des Abends weint ich; jetzt, da ich älter bin,
            Beginn ich zweifelnd meinen Tag, doch
Heilig und heiter ist mir sein Ende.

Que sonaría más o menos así en castellano con el mismo ritmo:

Yo joven era al amanecer feliz,
después lloraba; ahora, que soy mayor,
dudando empiezo el día, pero
santo y sereno su fin se me hace.
 Resultado de imagen de friedrich hölderlin
 Hölderlin, Franz Karl Hiemer (1792)

sábado, 14 de noviembre de 2015

Otra de Horacio

El grupo Tyrtarion sigue ofreciéndonos sus versiones musicales de algunas odas de Horacio, en este caso el "Vivirás mejor" (Rectius vives), la décima del libro segundo, donde se presenta el tópico literario de la "aurea mediocritas", la dorada medianía  o el "término medio que vale lo que vale el oro". Son seis estróficas sáficas, llamadas así en honor de Safo de Lesbos, compuestas de tres endecasílabos, prolongado el tercero con un adonio.


Vivirás mejor si no surcas siempre
altamar, Licinio, y, si temes, cauto
las borrascas, a áspera costa no arrimándote mucho.

Quien dorada elige la medianía,
de cutrez carece de viejo techo
protegido; austero, carece de envidiable palacio.

Zarandean más a menudo vientos
a alto pino, e ínclitas torres caen
con mayor estruendo, y fulminan rayos cima de montes.

En lo adverso tiene esperanza, y teme
en la dicha el bien avezado pecho
otra suerte. Júpiter trae horribles lluvias, y él mismo

las aleja. Si hoy se está mal, no siempre
será así; con cítara Apolo a veces
a callada Musa despierta, y su arco no tensa siempre.

Muéstrate animoso en las estrecheces
y esforzado; tú con prudencia mismo
velas arriarás por un viento henchidas muy favorable.





lunes, 9 de noviembre de 2015

"Lo que ha de ser mañana no indagues tú"

El grupo Tyrtarion ha puesto música a la Oda 9 de Horacio del libro primero, dirigida a un tal Taliarco. Una melodía muy adecuada a la letra, con instrumentos antiguos, se une, como es habitual en los vídeos de este grupo, con unas imágenes alusivas que recrean el poema. 

No en vano los Carmina de Horacio nacieron para ser cantados, que eso es lo que quiere decir "carmen": cántico, cántiga o canción. Están compuestos en los metros eolios de la lírica, básicamente en estrofas  sáficas o alcaicas. En la estrofa de Alceo, precisamente, compuesta de dos endecasílabos, un eneasílabo y un decasílabo alcaicos, escribió Horacio este cántico que invita a disfrutar del momento presente sin preocuparse por lo que ha de ser mañana y que reproduzco en su versión rítmica:

 

Vides ut alta stet niue candidum
Soracte nec iam sustineant onus
siluae laborantes geluque
flumina constiterint acuto?

dissolue frigus ligna super foco
large reponens atque benignius
deprome quadrimum Sabina,
o Thaliarche, merum diota.

permitte diuis cetera, qui simul
strauere uentos aequore feruido
deproeliantis, nec cupressi
nec ueteres agitantur orni.

quid sit futurum cras, fuge quaerere et
quem Fors dierum cumque dabit, lucro
adpone nec dulcis amores
sperne puer neque tu choreas,

donec uirenti canities abest
morosa. nunc et campus et areae
lenesque sub noctem susurri
conposita repetantur hora,

nunc et latentis proditor intumo
gratus puellae risus ab angulo
pignusque dereptum lacertis
aut digito male pertinaci.

oOo



¿Ves cómo de honda nieve el Soracte en pie
se yergue cano y carga no aguantan ya
cansados bosques, y los ríos
cómo han cuajado en agudo hielo?

¡Ahuyenta el frío echándole tú al hogar
la leña en abundancia, Taliarco, y más
benignamente vierte el vino
de una tinaja sabina añejo.

Deja el resto a los dioses, que una vez
que al viento en pugna con el hirviente mar
han derrotado, ni cipreses
ni olmos añosos se zarandean.

Lo que ha de ser mañana no indagues tú,
y el día que la suerte te dé en tu haber
apúntalo, y amores dulces,
joven, y bailes no los desprecies

en tanto que morosa vejez tu edad
en flor no aje. El Campo y las plazas hoy
y el suave susurrar nocturno
vuelvan a ser a citada hora

ya, y la agradable risa que del rincón
oscuro a moza oculta la delató,
y prennda hurtada de sus brazos
o de su manno sin resistencia.




jueves, 20 de agosto de 2015

Dos sonrisas de Arcás



Una nueva sonrisa irónica y sarcástica, siempre crítica,  de Arcás, nuestro dibujante griego preferido más clásico. El personaje es un presidiario con su traje clásico de rayas blancas y negras, grises o azules -siempre un color más oscuro. Parece ser que estos uniformes se usaron en las cárceles de los Estados Unidos de América, también en los campos de exterminio nazis, aunque sus rayas eran verticales.

¿Qué dice nuestro reo en la lengua de Homero? "eímai eleútheros" Es griego clásico y moderno a la vez. Es, simplemente, griego. Una declaración de libertad: Soy libre.  La pronunciación actual ha variado un poco sobre la clásica que he transcrito más arriba. La actual se parecería a esto: "íme eléfceros".

La segunda parte de la frase "na káno o,ti théloun" nos depara una sorpresa final. Esperaríamos "na káno o,ti thélo", que es lo habitual cuando alguien proclama su propia libertad: "soy libre de hacer lo que quiero o lo que me dé la gana". Sin embargo, Arcás nos ha cambiado la desinencia del verbo. Ha cambiado la esperada primera persona del singular, que acaba en -o por la tercera del plural, que termina en -n. Soy libre de hacer lo que quieran. 

Nuestro no menos genial Forges desarrolló este mismo y trascendente asunto de la libertad humana en una célebre viñeta de abundante texto y no menos gracia:



Dice Horacio en una frase que se ha hecho famosa: "quid rides? mutato nomine de te / fabula narratur" (Sátiras, 1, 1, vv.69-70): ¿De qué te ríes?  Cambiado el nombre, a ti se refiere la historia. 

Parafraseando a Horacio podríamos decir: "De nobis fabula narratur".

oOo 



Alguna relación deben de tener la economía y la religión, el crédito y la fe, los bancos y las catedrales, los viejos sacerdotes y los modernos hierofantes que son los banqueros (y sus palanganeros, los políticos de cualquier signo, tanto da izquierda que aspira al poder como derecha ) y tiburones bursátiles, el capital y el viejo Dios monoteísta creador y padre de todas las cosas...  

sábado, 21 de febrero de 2015

El ciprés, símbolo fúnebre



Que el ciprés (cupressus sempervirens, árbol de follaje perenne siempre verde, de madera resistente y de larga vida) es un símbo fúnebre es algo que nadie pone en duda, acostumbrados como estamos a verlos crecer en cementerios cristianos. Ya los griegos lo consagraron a Hades, su divinidad infernal, y los romanos lo tomaron de ahí para unirlo a Plutón, dando al árbol el sobrenombre de "fúnebre" que aún conserva. El paisaje de la Toscana, sin embargo, está salpicado de innumerables cipreses ornamentales.

Campo de trigo con cipreses, Vincent Van Gogh (1853-1890)

En una célebre oda de Horacio, la dedicada a Póstumo, (II, 14), en la anteúltima estrofa, aparece ya este simbolismo. El poeta le dice a su amigo Póstumo que de todos los árboles que ha plantado sólo los cipreses, odiosos por la muerte que simbolizan, lo acompañarán en su último viaje:

Ay,  qué huidizos, Póstumo, Póstumo, ay,
vuelan los años; ni ha de poner tu fe
freno a arrugas ni a vejez que
urge, ni a muerte que no se aplaca, 

no; ni aunque cuantos días transcurran, tú,
amigo, al insensible Plutón le des
trescientas reses, quien al triple
monstruo retiene, a Gerión, y a Ticio

en triste lago, que hemos de atravesar,
sí, todos los que somos de terrenal
fruto nutridos, ya seamos
reyes o míseros aparceros.

En vano evitaremos a Marte atroz
y olas que en ronco Adriático romperán,
en vano temeremos que haga
Austro en otoño enfermar al cuerpo;

habrá que ver el negro Cocito fluir
de curso lánguido y las danaides, grey
infame,  y el  a eterna pena,
Sísifo el de Éolo, condenado.

Hay que dejar la tierra, el hogar, mujer
querida, y de árboles que plantaste ayer
no han de seguirte, efímero amo,
sino cipreses aborrecidos. 

Un sucesor más digno se beberá
tus cécubos sellados con llaves cien,
y el suelo teñirá de añejo 
vino, mejor que el de nobles cenas.

Ovidio se aprovecha de este simbolismo funerario para reelaborar un mito de transformación en sus Metamorfosis.

Érase una vez  un ciervo consagrado a las ninfas del bosque. No le faltaba de nada al animal, que correteaba y pastaba tranquilamente y libre en la naturaleza, respetado y admirado por todas las criaturas. Su deslumbrante presencia no podía pasar desapercibida ni dejar indiferente a nadie. Sus cuernos brillaban como el oro bruñido a la luz de los rayos del sol; y colgaban de su torneado cuello collares de ristras de diamantes; una cinta de plata, ceñía su frente, de la que pendían pequeñas perlas, que se movían graciosamente a juego con las dos grandes perlas de sus orejas.

El ciervo se dejaba acariciar sin temor por cualquier persona; pero sin duda, con quien más congeniaba era con Cipariso, su mejor amigo, el efebo más hermoso de la isla griega de Ceos. El muchacho acompañaba al ciervo en sus correrías, llevándolo a los manantiales más limpios a beber las aguas más cristalinas y puras y a pastar a los mejores sotos y prados; le hacía guirnaldas de flores que colgaba de sus relucientes astas y, a menudo, montaba sobre su lomo como si se tratara de un caballo. Ambos, el ciervo y el niño, eran las dos más perfectas encarnaciones de la belleza que uno pudiera hallar en aquella pequeña isla, y aun en muchas otras a la redonda.

Cipariso salió un día de caza con su amigo el dios Apolo. Apolo era, además de íntimo amigo, también su amante. Pues a este dios de las artes, y especialmente de la música, no le pasaba desapercibida la belleza sin parangón de Cipariso, del que se había apasionadamente enamorado y con quien procuraba pasar la mayor parte de su tiempo. Divisó Cipariso un bulto detrás de unos arbustos y lanzó contra él su jabalina. Corrió a ver la pieza que había cobrado. El arma del joven cazador había herido de muerte al ciervo consagrado de las ninfas, su ciervo.

Nada pudieron hacer ni Apolo con sus poderes divinos, sus conocimientos médicos y su amor por el muchacho, ni Cipariso, que lloraba desconsolado aquella muerte accidental, deseando, él mismo, la suya propia, culpable como se sentía. Tampoco consiguió Apolo sacar de la cabeza de Cipariso su deseo de morir. El agraciado y ahora desgraciado joven quedó de rodillas, derramando lágrima tras lágrima sobre el cadáver de su amado ciervo, y le suplicó al dios que le dejara llevar luto durante todo el tiempo del mundo por la trágica muerte . Muy triste y apenado quedó Apolo, por la pulsión de muerte de su amigo y amado inconsolable, y con voz honda y profunda pronunció estas palabras: ―Luto serás desde ahora y consuelo del alma doliente.

 Apolo y Cipariso, Claude-Marie Dubufe (1790-1864)



El dios, mal de su grado, aceptó su ruego y convirtió al lindo muchacho en el árbol que lleva su nombre como recuerdo: Kyparissos, Cupressus, Ciprés, relacionado con el duelo y el dolor por los seres queridos, árbol fúnebre donde los haya ya para los romanos, que crecerá en todos los cementerios como símbolo de la perennidad de la muerte.