sábado, 7 de enero de 2017

El mito de Calistó o la insinuación lésbica

Calistó, a pesar de ser la hija del rey Licaón, una princesa, no vivía en palacio: era una ninfa virgen de los bosques, consagrada a la caza, que formaba parte del cortejo de Diana. Su nombre del que mantengo la acentuación aguda original  significa Bellísima en griego, por lo que hemos de suponer que era de una gran belleza. Las ninfas que acompañan a la diosa de la caza y de la Luna que es Diana han hecho un voto de castidad que las mantiene apartadas de los varones y del rol que destina a las mujeres a la familia y la maternidad en el seno de la sociedad patriarcal: más próximas a las amazonas que a una matrona romana, viven en la naturaleza, al aire libre, lejos de la ciudad y del ámbito doméstico, y se dedican a la caza, alejadas de las labores del hogar que se consideran propias de su sexo.

El poeta Ovidio en el libro II de sus Metamorfosis, relata la historia de Calistó (vv. 401-532). Júpiter repara enseguida en su belleza y se da cuenta de que no era su oficio cardar la lana ni arreglarse el pelo como las mujeres que solía seducir (non erat huius opus lanam mollire trahendo / nec positu uariare comas), sino que "miles erat Phoebes" pertenecía al ejército de Febe, o sea, de Diana, la hermana gemela de Febo o Apolo.

Júpiter la vio un día y se enamoró enseguida de ella, como nos cuenta Higino, en su De Astronomia. Para seducir a una doncella que rechaza a los hombres, Júpiter adopta la forma de la diosa Diana, y decide acompañar a la ninfa en una cacería como ayudante, ocasión que aprovecha para apartándola de la vista de sus compañeras tomarla por la fuerza. La historia tiene un indudable trasfondo lésbico de amor entre mujeres. Calistó rechazaría a Júpiter como prototipo masculino, pero no a su hija Diana, por lo que aquél decide tomar el aspecto de Diana para acercarse a la bellísima ninfa, y aprovecharse de ella.. Para mantener una relación sexual con ella, adoptó la figura femenina, sabedor como era de que su hija Diana y sus ninfas, entre las que estaba Calistó, rehuían a los hombres. Seducida por la femenina apariencia del dios, Calistó accedió a su reclamo y quedó embarazada. 

Cuando se descubre con ocasión del baño de las ninfas que Calistó está embarazada, la diosa que rechaza a los varones y el papel que la sociedad le otorga a la mujer le pide explicaciones a su acólita de su preñez, y ella le reprocha que lo abultado de su vientre es culpa de ella (illius peccato id evenisse dixit). Diana castiga a la ninfa convirtiéndola en una osa, que preñada vagará por los montes errante y sola como el animal  salvaje que ha llegado a ser, y acabará dando a luz a Árcade, que se convertirá en el héroe epónimo de los arcadios. 

Perseguida la osa años después por unos cazadores, entre los que quizá estaba su hijo Árcade, sin saberlo, será capturada y llevada ante el rey Licaón -bajo cuyo nombre propio se encuentra el  nombre común del lobo en griego, lykos-, que no reconoce a su hija, y ella se refugiará en el templo de Júpiter Liceo -o Lobuno-, ignorando que estaba prohibido penetrar en su recinto sagrado. Su hijo la siguió instintivamente, según cuenta Higino. No se podía entrar en dicho santuario bajo pena de muerte. Tanto la madre como el hijo han entrado, por lo que deben ser ejecutados. Pero justamente allí encontrarán ambos la protección divina que buscaban, pues cuando los arcadios se disponían a darles muerte,  Júpiter, sin embargo, recordando su culpa, se apiadará de ambos, y, no pudiendo deshacer la metamorfosis sufrida por Calistó, la catasterizará, es decir, la colocará como la osa que es entre los astros y estrellas del firmamento, convirtiéndola en la constelación de la Osa Mayor, y a su hijo, el héroe Árcade, lo convertirá en Artofílace, es decir, en el Guardián de la Osa.
  
Algunos pintores se han servido de este mito para insinuar y representar los amores femeninos entre mujeres. Es el caso de, por ejemplo, de François Boucher, que representa a Júpiter transformado en su hija Diana, figura de la derecha -nótese la media luna sobre la frente de la diosa-,  cortejando a Calistó. Los amores -esos putti o Cupidos juguetones y alados- nos sugieren el trasfondo erótico de la romántica escena, en la que el arco y las flechas yacen por los suelos.

Júpiter y Calisto, de François Boucher (1744)

El mismo pintor trató el tema del amor lésbico de un modo más explícito en esta otra obra:

Júpiter disfrazado de Diana y la ninfa Calisto, François Boucher ( 1757)

Otro tratamiento, muy parecido, es el de Jacopo Amigoni (1682-1752), que representa a Calisto semidesnuda, y a Júpiter-Diana a la derecha con la media luna sobre la frente. Al arco y las flechas de ambas se suman los perros de caza.

  Júpiter y Calisto, Jacopo Amigoni 

El tratamiento que hace Rubens del tema es diferente. Rubens se centra en el personaje de Calisto, a la que presenta completamente desnuda y blanca en primer plano, quedando Diana en segundo término, y como trasfondo el águila y los rayos jupeterinos que evocan el carácter predador y violento del dios.

 Diana y Calisto, Rubens (ca.1635)

Más explícito a la hora de tratar el amor lésbico, Nicolas-René Jollain (1732-1804), nos presenta a ambos personajes desnudas,  acariciándose y besándose. La figura de la izquierda -media luna sobre su cabeza- es Diana, y la de la derecha, toda sensualidad y erotismo, la ninfa Calistó.

Diana y Calisto, Nicolas-René Jollain (1770)

Jean-Honoré Fragonard presenta a Diana y a Calistó abrazándose amablemente a la luz de la luna -de fondo puede adivinarse la silueta del águila que simboliza al dios que se encarna en Diana.


El tratamiento más moderno que conozco es el de la pintora impresionista Berthe Morisot, que basándose en un cuadro de Boucheer sobre el mismo tema, pintó este sugerente lienzo:

 Júpiter y Calisto según cuadro de Boucher, Berthe Morisot (1841-1895)

 

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