sábado, 25 de abril de 2015

Salustio en la prensa

    De la columna "El ruido de la calle" del periodista Raúl del Pozo publicada en El Mundo el martes 21 de abril de 2015  entresaco este párrafo: "Salvando las distancias y pidiendo perdón a Salustio -recordemos al primer gran historiador de Roma, el que decía que sólo unos pocos prefieren la libertad-, la mayoría prefiere los amos y la corrupción." La cita de Salustio que hace el periodista es la siguiente:  Namque pauci libertatem, pars magna iustos dominos uolunt. Literalmente quiere decir: "Pues unos pocos quieren la libertad; la mayoría, unos amos justos". 

Estatua de Salustio frente al parlamento austriaco en Viena

    Está tomada de las Historias, la que fue la gran obra historiográfica de Salustio que, desgraciadamente, sólo se ha conservado fragmentariamente. De este autor sólo disponemos íntegras sus dos monografías sobre la conjuración de  Catilina y la guerra de Jugurta. Y la cita que nos ocupa está sacada de la carta de Mitridates al rey de los persas Ársaces, donde achaca al pueblo romano una "cupido profunda imperi et diuitiarum", es decir, una honda ambición de poder y de riquezas.  

    La cita de Salustio pone de manifiesto el miedo subyacente a la libertad,  del que habló el psicólogo, filósofo y psicoanalista Erich Fromm en su libro homónimo de 1941. La mayoría de los esclavos se conformaba con que les hubieran tocado unos amos o señores justos, que, si bien les obligaban a trabajar para ellos, les garantizaban a cambio un techo y alimento. En este sentido, cabe recordar que los estoicos como Séneca y la iglesia católica no pugnaron por la abolición de la esclavitud en el mundo antiguo, sino porque se diera un trato humanitario a los esclavos ya que al fin y al cabo también eran seres humanos, lo que lejos de desacreditar la existencia de esta lacra de la humanidad, la justificaba.




    Muy célebre también, en otro orden de cosas y a propósito de Salustio,  es el retrato que nos ha dejado de Catón para la posteridad como si de un broche de oro se tratara: esse quam uideri bonus malebat: prefería ser bueno a parecerlo. Salustio está comparando a dos personajes históricos: César, que pasa por ser uno de los más importantes hombres de Estado de todos los tiempos, y Catón. Al describirnos a Catón con esa pincelada magistral, está de rebote por contraposición pintándonos a César, que prefiere parecer bueno a serlo efectivamente porque le importan más las apariencias que la realidad.

    Esto cuadra bastante bien con la anécdota que nos cuenta Plutarco en la biografía del dictador sobre su divorcio de Pompeya, cuando supo que había asistido al festival de la Bona Dea, reservado a las matronas romanas exclusivamente, en el que había incurrido Clodio travestido de mujer.  

    La frase, que encuentro citada en latín en muchos lugares, como "Mulier Caesaris etiam suspicione uacare debet", con variantes como "uxor" en vez de "mulier" o "carere" en lugar de "uacare",  esto es La mujer del César también  debe estar fuera de toda sospecha, y como "Caesaris mulier non fit suspecta", es decir La mujer del César no se hace sospechosa, se ha popularizado como "La mujer del César no sólo debe ser honesta, sino también parecerlo."    
 
    César, sin culpar a su mujer de infidelidad, le reprocha sin embargo que haya dado una mala imagen. Es algo que está a la orden del día: lo que importa es la imagen que damos y que los medios masivos de comunicación proyectan de los personajes políticos, hasta el punto de que estos deben cuidar más su apariencia que su persona. 

    No  hay que fiarse de las apariencias, decían nuestros mayores, porque engañan, y es verdad. Lo triste es, sin embargo, que la realidad no existe, que no hay más que una tupida red entretejida de apariencias y de engaños y que poco importa ya lo que pudiera haber por debajo de las máscaras.

martes, 21 de abril de 2015

Dido y Eneas, ópera barroca de Purcell






Compuesta por el compositor Henry Purcell en 1689, sobre libreto de Nahum Tate basado en La Eneida de Virgilio, la ópera Dido y Eneas narra los amores de la legendaria reina de Cartago y el príncipe troyano. Tras la partida de Eneas, la reina Dido, abandonada por el héroe,  cae en una profunda desesperación que la lleva a la muerte.

Para componer la ópera, Purcell siguió el modelo de Venus y Adonis de su maestro y amigo
John Blow. Las dos comienzan con un prólogo y una obertura a la francesa, seguidos de tres actos, y ponen en escena los amores  desgraciados de una mujer autoritaria con un hombre vanidoso; además, ambas acaban con la trágica muerte de uno de sus protagonistas, de Adonis en el primer caso y de Dido en el que nos ocupa, algo único en la ópera barroca del siglo XVII. Aunque consta de tres actos, es una ópera breve, con una duración aproximada de una hora. A pesar de esta brevedad, la ópera de Purcell contiene una gran fuerza escénica y  una insuperable belleza musical. El Lamento que Dido canta al morir, “When I am laid in earth” (Cuando descanse en la tierra), es uno de los momentos más hermosos y célebres de la historia de la ópera. Podemos escucharlo aquí en la voz de Tatiana Troyanos.




When I am laid, am laid in earth, may my wrongs create
No trouble, no trouble in thy breast;(bis)
Remember me, but ah! forget my fate,(bis)
Remember me, remember me, but ah! forget my fate.(bis)

Cuando descanse, descanse  en la tierra,  no causen mis errores
Ningún problema, ningún problema  en tu pecho; (bis)
Recuérdame, pero ¡ah! olvida mi destino; (bis)
Recuérdame, recuérdame, pero ¡ah! olvida mi destino. (bis)

Dido y Eneas de Henry Purcell se basa en la historia de amor,  extraída del libro IV de La Eneida de Virgilio, de la reina de Cartago, Dido, y el príncipe troyano Eneas, que ha sobrevivido a la destrucción de la ciudad y tiene la misión de fundar una nueva Troya en suelo italiano con los supervivientes que lo siguen. Cuando Eneas y su tropa naufragan frente a las costas de Cartago, él y la reina viven una apasionada historia de amor. Pero unas brujas, envidiosas de la felicidad de la reina, se confabulan y le recuerdan al héroe que debe partir porque su destino es refundar Troya. Dido se lamenta ya que no puede vivir sin su amor; sin embargo, cuando Eneas decide quedarse, ella lo rechaza, y se deja morir.


ACTO I
Escena I
Palacio de Dido: Dido, reina de Cartago, se lamenta de su desgracia, convencida de que su amor no es correspondido. Belinda, su confidente, trata de animar a la reina. (En la Eneida de Virgilio, este papel lo desempeña Ana, su hermana y amiga). Su amor es Eneas, héroe huido de Troya, que ha recibido el mandato de Júpiter de fundar una nueva Troya, que será Roma. Decide interrumpir su viaje en barco y hacer escala en Cartago para cargar provisiones (En la Eneida, Eneas y su flota naufragan en Cartago por una tormenta desencadenada por mandato de Juno, que odia a los troyanos). Al ver a Dido, cautivado, le declara su amor. El acontecimiento es celebrado con gran alegría por la prosperidad que promete esta unión a ambos reinos.

ACTO II
Escena I
Cueva de la hechicera: una hechicera y sus brujas conspiran para acabar con la unión de los dos amantes y provocar la caída de Cartago. Convocan a los espíritus y uno de ellos toma la apariencia de Mercurio para entregar a Eneas un falso mensaje de Júpiter: debe abandonar Cartago y retomar su misión inmediatamente. (Es esta la gran innovación de la ópera de Purcell: son una hechicera y sus brujas las causantes de la desgracia, envidiosas de la felicidad de la reina. En La Eneida, el propio Júpiter le recuerda a Eneas, a través de su mensajero alado el dios Mercurio, cuál es su misión; lo que provoca que el héroe abandone Cartago y a Dido en contra de su voluntad: "Italiam non sponte sequor").



"Eneas contándole a Dido las desgracias de Troya" de Pierre-Narcisse Guérin (1815)

Escena II
Bosque: la corte disfruta de un encantador día de caza cuando, de repente, se desencadena una violenta tormenta que hace regresar a la ciudad a todos menos a Eneas, que recibe la visita del falso mensajero de los dioses mensajero. Esa misma noche debe partir si no quiere enojar a Júpiter. Eneas acepta su misión, apesadumbrado, pero se lamenta por su amor por Dido, sin saber cómo explicarle su partida.

ACTO III
Escena I
Naves en el puerto: los marineros de Eneas se preparan alegremente para partir, antes incluso de que Dido conozca la inminente marcha de Eneas. Las brujas observan la escena encantadas de su maldad y prediciendo la próxima muerte de la reina Dido. Las brujas y los marineros bailan juntos.
Escena II
Palacio de Dido: Eneas intenta persuadir a Dido de que su intención no es abandonarla, tan grande es su amor, sino obedecer únicamente el mandato de los dioses. Dido, ofendida, insiste a Eneas en que cumpla con su destino y la abandone, pues ese es su deseo. Ella sabe que tras su partida sólo le queda la muerte. En su aria de despedida, “When I am laid in earth”, la palabra “recuérdame” se repite una y otra vez. Sobre el cadáver de Dido aparece un coro de Cupidos que se lamentan de tan desgraciado amor.  

El cantautor y guitarrista Jeff Buckley se atrevió en 1995 a interpretar el aria de la ópera de Purcell con su prodigiosa voz:




viernes, 17 de abril de 2015

Contradictio in adiecto



Contradictio in adiecto (mejor que contradictio in adjecto, porque en latín nunca hubo jotas): expresión que se traduce como contradicción en lo añadido, es decir, en el adjetivo que acompaña a un sustantivo para calificarlo o determinarlo. Refiere a aquellos casos en los que en un sintagma nominal se verifica una contradicción entre el sustantivo y el adjetivo que lo complementa.

Es técnicamente un tipo específico de la contradictio in terminis o, lo que es lo mismo, de la contradicción en los términos,  o, con voz griega, oxímoron, que significa “agudo sinsentido”. Un ejemplo de contradictio in adiecto seria la expresión un “silencio elocuente”, porque se observa una contraposición semántica entre la definición de silencio y la nota que le añade el adjetivo “elocuente”, o sea, "hablador", pues este último hace referencia a una característica contraria a la implicada por el sustantivo. Estamos armonizando dos conceptos opuestos en una sola expresión, formando así un tercer concepto: el silencio por definición no puede hablar ni ser elocuente; sin embargo, hay algunos silencios... que lo dicen todo.



Lo contrario del oxímoron u oximoro, con acentuación latina ya que la penúltima sílaba es larga, es el pleonasmo, o sea, la redundancia  viciosa de palabras distintas pero con el mismo significado o parecido: lo vi con mis propios ojos, por ejemplo. 

Propongo como ejemplo de pleonasmo o de redundancia viciosa este: líder negativo. Me explico: un líder (anglicismo, porque es un préstamo del inglés leader, conductor) es por definición siempre malo. Me diréis que hay conductores buenos y malos. Y es verdad. No tengo nada que objetar a eso. Pero la palabra líder no es sinónimo de conductor exactamente. Veamos lo que dice la Academia al respecto:   Persona a la que un grupo sigue, reconociéndola como jefe u orientadora. Es decir: un líder es un jefe reconocido como tal. Pues bien no hay ni ha habido ni habrá nunca ningún líder positivo: todos los líderes o jefes reconocidos como tales son malos. Un líder positivo o bueno sería, por lo tanto, como decir un buen demagogo (o conductor de pueblo):  una contradictio in adiecto.  

¿Qué voy a decir entonces de la expresión “líder positivo” que tanto fomentan algunos psicólogos hodiernos? Pues que estamos dando por sentado que es positivo que haya líderes, y que, por lo tanto, hay líderes buenos que saben a dónde van (que saben lo que quieren, que saben cuál es su fuerza, que saben...) y a dónde conducen a sus seguidores. Estamos dando por bueno que hay un liderazgo positivo que se opondría a un liderazgo negativo, sin cuestionarnos que cualquier liderazgo de por sí es intrínsecamente perverso.  Y eso es, como cualquiera siente, sencillamente falso: todos los líderes son negativos, porque lo positivo, me daréis la razón, es que no haya líderes: que no sigamos a ningún pastor, porque tampoco somos en definitiva ningún rebaño.
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miércoles, 15 de abril de 2015

Miles gloriosus

La comedia "Miles gloriosus" o, lo que es lo mismo, "El soldado fanfarrón" de Plauto es muy divertida. De hecho se sigue representando sobre las tablas en todo el mundo, y se siguen haciendo versiones. Su simple lectura es bastante recomendable, aunque siempre será mejor asistir a una buena representación teatral de la comedia, con un buen reparto y dirección artística. Tampoco está mal que, para comparar,  se vea la estupenda película que se tituló entre nosotros "Golfus de Roma", y que en inglés tenía un título muchísimo más largo: "A Funny Thing Happened on the Way to the Forum" (Una cosa divertida sucedió de camino al foro). Se trata de una muy divertida película británica del año 1966 que dirigió Richard Lester, en la que hay que destacar la actuación de Zero Mostel, en el papel del astuto esclavo Palestrión, y del cómico Buster Keaton, aunque desempeñe un papel secundario.


La película, muy bien ambientada, refleja muy bien el mundo de la comedia plautina, la fábula paliata, una adaptación latina de una comedia griega donde los protagonistas visten el típico palio heleno en vez de la romana toga, con sus múltiples enredos amorosos, astutos esclavos, soldados tontorrones, fiel espejo de aquella sociedad.

Así empieza la versión española de la película. Tiene partes de comedia musical, ya que la comedia plautina era muy parecida a nuestra zarzuela, con partes cantadas y partes dialogadas.





domingo, 12 de abril de 2015

Fanatismo religioso



Si algo revela el expediente etimológico de la palabra “fan”, abreviación anglosajona de “fanatic”,  procedente de “fanaticus” –inspirado, lleno de entusiasmo, exaltado, frenético-, es su parentesco genealógico con el término latino “fanum”, que es otro nombre del “templum”, o sea del  santuario o recinto consagrado a la divinidad, lo que está claro hasta para el profano, es decir, para aquél que está delante y, por lo tanto, fuera y no en el corazón del templo. Se establece así una íntima relación entre el fanatismo, por consiguiente, con el fenómeno religioso, de forma que la expresión “fanatismo religioso” resulta un pleonasmo.



La raíz a la que remonta la palabra en primer término no es fan-, como podría parecer a simple vista,  sino *fas-, la misma que encontramos en los términos latinos  “fas” y “nefas”, y, por lo tanto, en nuestro fasto (autorizado por los dioses; se decía del día en que era lícito en la antigua Roma tratar los negocios públicos y administrar justicia.) y nefasto (prohibido, y, por contraposición a fasto, día triste, funesto, desgraciado o detestable); el radical sería en concreto *fas-nom, como revela la comparación con otras lenguas itálicas, tal el osco fíísnú y el umbro fesnafe, que leo en Meillet. 

"Fanum” sería el resultado de la pérdida de la /s/ ante el sufijo -no- que provoca su desaparición y el alargamiento compensatorio de la /a/ en latín: “faanum”. Esta raíz *fas-, en grado cero,  estaba en alternancia vocálica indoeuropea con *fes-, por lo que nuestra palabra “fanum” está emparentada con “fes-tus” y “fes-tiuos”, de donde proceden nuestras fiestas y festividades, así como con el viejo latín “fes-iae”, palabra que en virtud del rotacismo se convirtió en “fer-iae”,  un antiguo término religioso que ha dado origen a nuestras ferias.

Remontándonos más atrás, la /f-/ inicial latina procede de /dh-/ indoeuropea, por lo que deberíamos reconstruir la raíz así: *dhes- con e larga o, mejor quizá,  *dheHs- con laringal. La evolución de /dh-/ indoeuropea es la normal:  /f-/  en latín, y osco-umbro (o itálico si se prefiere), y /th-/ en griego, como se ve en los compuestos thés-phatos “inspirado por los dioses”, thés-pis “de voz divina”, thés-kelos “semejante a dioses”, de donde “maravilloso”, por lo que el significado general sería algo así como “relacionado con los dioses”.



Pero lo más curioso de todo es que esa raíz en grado cero *dhes-  más el sufijo adjetival /o/, anterior a la historia de los dialectos griegos, es decir *dhes-o-, con el significado de "divino", sería el origen del griego *thesós, es decir, de theós  “divino o propio de dioses”, de donde vienen, por ejemplo,  nuestra teología y nuestros politeísmos, monoteísmos y ateísmos

Lo que implicaría que estaríamos no ante una raíz nueva, sino ante la vieja raíz corriente y moliente *dheH- “poner o hacer ser tal o cual cosa”.  De esta raíz, por cierto, también deriva con vocalismo /o/ y sufijo /-t-/, es decir bajo la forma *dho-t-: sacer-do(t)-s, esto es, el sacerdote o encargado de celebrar los ritos sagrados. Y, como curiosidad, el verbo latino "credo", que sería un compuesto de la raíz *kerd- "corazón" más la raíz que nos ocupa *dheH "poner", significaría "poner en el corazón, poner confianza", y de ahí nuestro creer, nuestras creencias, nuestros credenciales y, no nos olvidemos de la economía,  nuestros créditos. 

Con lo cual, emparentaríamos directamente todo el campo semántico latino de lo fasto y lo nefasto, lo festivo y las ferias, lo profano, las creencias, los sacerdotes y el fanatismo con los dioses mismos, y se argumentaría etimológicamente el aserto inicial de que el fanatismo religioso era una redundancia etimológica: quod erat demonstrandum.

viernes, 10 de abril de 2015

Muerte y resurrección de Adonis



El despertar de Adonis, J.P. Waterhouse (1849-1917)


Los antiguos griegos celebraban, antes de la irrupción del cristianismo, la muerte prematura y resurrección de Adonis, una divinidad de origen sirio, cuyo culto, a través de la isla de Chipre, se introdujo en Grecia en el siglo VII y floreció en Atenas en los siglos V y IV a. de C. El nombre propio de este dios deriva de una palabra hebrea que significa “Señor”,  lo que revela su origen semítico.

¿Quién era este Adonis, que se convertirá en prototipo de la juventud y belleza masculina, rivalizando con el mismísimo Apolo?  Según la leyenda dorada, era el hijo del rey de Chipre, Cíniras, o Tías según otras versiones, y de su hija Esmirna, también llamada Mirra, que castigada por la cólera de la diosa Afrodita concibió un amor incestuoso hacia su padre que acabó consumando. Esmirna, que llevaba en su vientre el fruto prohibido de su unión carnal, perseguida por remordimientos de conciencia y sentimientos de culpa,   invocó la protección de los dioses,  que, compadecidos, hicieron que sus lágrimas se mezclaran con la resina de un árbol que crece en Arabia, y la transformaron en la planta que destila el bálsamo de la aromática mirra, uno de los tres dones que los Reyes Magos según la tradición cristiana le ofrecieron al Niño Jesús.

Un jabalí corneará el árbol –metamorfosis de la madre-  y provocará el parto de su vientre, del que nacerá Adonis, hijo y nieto a la vez del rey de Chipre, príncipe que nunca llegará a reinar. Se diría a juzgar por su rostro que es una mujer tan bella o más que su propia madre, una mujer si no fuera por el sexo  inequívocamente masculino que florece en sus ingles.

La diosa del amor pronto admiró la belleza de la criatura recién nacida y se enamoró perdidamente, entregándole el niño a Perséfone, la reina del inframundo, para que lo criara y creciera allí, en el otro mundo. Cuando Adonis alcanzó la mayoría de edad, Perséfone, enamorada de él, se negó a devolvérselo a Afrodita, y Zeus, como árbitro, zanjó la disputa entre las dos diosas, dictaminando que Adonis pasara cuatro meses con Perséfone, cuatro con Afrodita y cuatro solo o con quien quisiera… Él eligió a Afrodita, no podía ser otra,  para sus meses de libre disposición.   La estancia de Adonis con Perséfone, en el otro mundo, simboliza la siembra de la semilla, su soterramiento, y la temporada con Afrodita su germinación, el renacimiento, dentro del ciclo del eterno retorno de la extinción de la naturaleza durante el invierno,  y su resurrección con la llegada de la primavera.  

¿Quién iba a decirle a la diosa de los muchos amores que ella misma acabaría enamorándose locamente del lindo mancebo, del hideputa de aquella rival suya a la que había infundido una pasión incestuosa? La diosa que inspira a otros el amor, cayó también enamorada, sucumbiendo víctima del amor que los otros, muy pocos a la sazón, pero algunos, a ella le inspiran. Ante Adonis desceñirá el ceñidor que libera sus senos divinos y desata su codiciada cintura.

El hijo de Esmirna amaba el riesgo y la aventura. Por eso se entregaba como un devoto a la caza mayor. Si ponía en peligro su vida, sentía bullir la sangre en sus venas y latir su corazón palpitante. Hará caso omiso de todas las súplicas de la diosa que le invitan a la prudencia, diosa que todas las noches comparte su lecho y se le entrega en cuerpo y alma desnuda. Durante una cacería, sin embargo, un jabalí, el mismo animal que había provocado su nacimiento de una dentellada, herirá gravemente a Adonis, causando su muerte. Resultará, pues, Adonis, el cazador cazado. Morirá Adonis como nació, violentamente, víctima del ataque del colmillo retorcido de un jabalí sañudo. El mismo animal que le dio la vida le dará la muerte. Adonis, pues, perecerá en la flor de la juventud. Los seres amados por los dioses mueren como cantó Menando en griego, y repetirá Plauto en latín y lord Byron en inglés, en la flor de la juventud, trágicamente, por siempre jóvenes, antes de que el tiempo asignado al hilo de la trama de sus vidas por las Parcas concluya: los dioses aman al que muere joven. 




El poeta Bion de Esmirna cuenta que Afrodita derramó tantas lágrimas como su bienamado Adonis gotas de sangre, y que de cada lágrima nació una rosa blanca, símbolo de la diosa, y una anémona de cada gota de sangre, metamorfosis de Adonis. La tierra se embebió de su sangre, pero brotarán todas las primaveras mil flores de color carmesí, tiñéndose de rojo las rosas blancas, trocándose en anémonas bermejas y efímeras que mece y arranca el viento con su soplo que aúlla.  

Le llorarán las mujeres todos los años, en una fiesta patética, las Adonias, lamentando como plañideras la tragedia del mozo, golpeándose con las manos en el pecho, mesándose los cabellos y rasgándose las túnicas. Le llorarán las Gracias y las Ninfas montaraces. La propia diosa del amor entonará por él su endecha, de la que nos quedará, después de tantísimo tiempo, sólo el eco de un verso quejumbroso que recitan todas las Musas.

"¡Ay de mi Adonis!" Será un verso breve como efímera, aunque intensa, fue la vida del joven. Será un verso de sólo cinco sílabas, colofón de la copla sáfica, que así se llama en honor de Safo de Lesbos, una estrofa de inspiración clásica compuesta por tres hendecasílabos y un pentasílabo fugaz como la ráfaga de viento que viene y que va, tenue como la brisa y su suave susurro; será como el céfiro, como cantó el poeta don Esteban Manuel de Villegas, que cultivó dicha estrofa entre nosotros, evocando el dulce soplo de la verde selva, verde de vida y de savia, que es el aliento vital de la madre Venus gemebunda por la pérdida irreparable del amado. Una bocanada de aire fresco: céfiro blando, suave dulzura.

En honor de Adonis cada año,  en la Grecia continental se celebraban las fiestas adonias, unas fiestas de carácter privado, extraconyugales, al margen de los cultos oficiales y ceremonias públicas, no sufragadas ni subvencionadas con fondos estatales, y en las que los participantes, hombres y fundamentalmente mujeres, se reclutaban sobre todo entre los amantes, entre las rameras y sus clientes, según escribe Marcel Detienne en su libro “Los jardines de Adonis”.  Las fiestas son organizadas por cortesanas que invitan a los hombres, dando origen a francachelas  y alegres borracheras. Al parecer se celebraban en la época más calurosa del año, a mediados de julio. El primer día de las adonias era un día de luto por la muerte del dios.

Uno de los aspectos más conocidos de las adonias es el hacer crecer cereales y hortalizas en unos pocos días, sembrados en pequeñas macetas al aire libre. Se trataría de unos productos que brotan de la tierra en dos o tres días y perecen en seguida, debido al propio calor que ha favorecido su rápido crecimiento y los sofoca. “Jardines de Adonis” es una expresión que alude a todo lo que es superficial, ligero e inmaduro, todo lo que carece de raíces y tiene poco que ver con la agricultura productiva, todo lo que perece bajo el sol canicular. El segundo día de las adonias, era un día de alegría y celebración de la resurrección del dios, durante el cual se comía y bebía en abundancia.

Ahora que los cristianos celebran la Pascua, coincidiendo con el comienzo de la primavera, conviene recordar que los antiguos paganos también celebraban unas fiestas en las que se daban la mano la muerte y la resurrección.

Venus y Adonis, Tiziano (1554)

miércoles, 8 de abril de 2015

Pluto, por Javier Gurruchaga

El verano pasado se estrenó Pluto, la última comedia que escribió Aristófanes, en el Festival de Teatro Clásico de Mérida, en versión de Emilio Hernández dirigida por Magüi Mira. Puede disfrutarse todavía de este espectáculo -no le cuadra mejor ninguna otra palabra-  en el teatro madrileño de La Latina hasta el 3 de mayo.  He aquí el cartel de la obra, encabezada por Javier Gurruchaga, que interpreta magistralmente un papel que parece haber sido creado especialmente para él :


La comedia se ha revelado totalmente clásica y, por lo tanto, de gran actualidad -hoy es siempre todavía, Machado dixit- en estos tiempos de crisis económica donde tanto manda el poderoso caballero que es don Dinero. "Dinero" y no otra cosa es lo que quiere decir "Pluto": un dios ciego que, por lo tanto, no ve a qué manos va a parar, pero que recobra milagrosamente la vista y, a partir de entonces,  puede decidir a quiénes va a dar la riqueza, repartiéndola entre la gente de bien. Precisamente lo que cuestiona la comedia es que la riqueza está mal repartida, no llega nunca al pueblo, y que ese dios se ha revelado el más poderoso del panteón olímpico griego, hasta tal punto que dos mil quinientos años después sigue estando vigente y siendo el único dios todopoderoso que hay.



Así define la RAE, precisamente el término, PLUTOCRACIA, derivado del nombre de este dios:
( Del gr. πλουτοκρατία, gobierno de los ricos).
1. f. Preponderancia de los ricos en el gobierno del Estado.
2. f. Predominio de la clase más rica de un país.


El tío Gilito o Gilito McPato, también llamado Rico McPato o Tío Rico en Hispanoamérica (Scrooge McDuck, en la lengua del Imperio; lo de Scrooge le viene por el personaje de Un cuento de Navidad de Dickens) fue creado por Carl Barks para Walt Disney, que lo popularizó. Él podría ser, mejor que ningún otro, la moderna encarnación de Pluto.


viernes, 3 de abril de 2015

In taberna Gloria

In extremo es un grupo musical alemán de lo que se ha dado en llamar "folk metal", un estilo musical desarrollado principalmente en Europa a finales del siglo pasado, que fusiona el rock duro o "heavy metal" con la música folk medieval europea, por lo que incluye muchos instrumentos tradicionales al lado de los eléctricos y diversas lenguas y cantares tradicionales. Su nombre, el  singualr de nuestro latinajo “in extremis”, significa “en el último momento, en un caso extremo”. Se fundó en Berlín en 1995. La banda destaca por sus actuaciones en directo, en las que a menudo usa pirotecnia, y porque cantan en varias lenguas y, entre ellas, en nuestra entrañable lengua muerta,  que es el latín. Sus letras están a menudo inspiradas en canciones medievales anónimas de los goliardos, es decir, de clérigos golfos que llevaban una vida irregular. Se los llamaba goliardos (gouliards en francés) porque eran la “gens Goliae”, es decir, gentuza del demonio, propiamente, del gigante Goliat.

 In Extremo
El tema que os presento (In taberna Gloria) está basada en una de estas canciones goliardescas, claramente tabernaria. Comienza con un verso que deja bien clara  su intención: Magis quam ecclesiam diligo tabernam: Es decir, yo amo, más que la iglesia, la taberna. Se hace una proclamación de última voluntad de morir en ella, cerca del trago de vino. Y se hace incluso una apología del vino, que purga los gases del cuerpo. La canción, pese a su aire impío (o por eso mismo), acaba con unos latines eclesiásticos te Deum laudamus, uno de los primeros himnos cristianos de acción de gracias, y con un rasgo humorístico: Te alabamos, Señor, mientras tengamos abundancia de vino y no nos falte.


No hace falta recordar aquí la importancia del vino en nuestra cultura mediterránea: por un lado es un dios, Dioniso o Baco, que castiga a los que desprecian su culto, y, por otro lado, en la tradición cristiana, es, ni más ni menos,  la sangre de Jesucristo.   He aquí la letra en traducción rítmica:

Yo, más que la iglesia, quiero la taberna,
Que hace a los colegas buen latín hablar.
Tengo yo el propósito de morir en ella,
Cerca el vino esté del seco paladar.

Gloria en la taberna, Gloria en la taberna.

Vino sobre todo bueno prefiramos,
Pues se purgan gases mientras trasegamos.
Si pedimos vino, cantidad tengamos,
Dios, a ti que en gloria vives, te alabamos.


El concierto en el huevo  (El Bosco, 1480)

Magis quam ecclesiam diligo tabernam,
Loqui facit socios optimum Latinum.
Meum est propositum in taberna mori, .
Vinum sit appositum sitientis oris.

In taberna Gloria,  in taberna Gloria.

Vinum super omnia bonum diligamus,
Nam purgantur visia, dum vinum potamus.
Cum nobis sit copia,  vinum dum clamamus,
Qui vivis in gloria, te Deum laudamus.



La letra de la canción me recuerda algunos versos de los Rubaiyat del poeta persa Omar Kheyyam: (4) En la taberna,  el gallo lanzó su agudo canto. / Los que al umbral esperan exclaman impacientes:  / "Abrid, que es breve el tiempo que nos queda, y el viaje / que aún hemos de emprender, jamás tiene retorno".  (198) Una vez encontré en la taberna a un sabio / venerable. "¿Qué puedes -le pregunté- decirme / de aquellos que se fueron?" "Bebe -dijo solícito-, / porque muchos marcharon, pero ninguno ha vuelto".  (243) En iglesias,  mezquitas y sinagogas, sólo  / se refugian los débiles que temen al infierno. / Aquel que bebe vino en su pecho no siembra / las dañosas semillas del ruego y el espanto. (Traducción de José Gibert y versificación de Diego Navarro).