sábado, 26 de agosto de 2017

El impacto de una marca

Se llama “impactum” y se trata de una bebida energética (energy drink en la lengua del Imperio). El logotipo está escrito en letras mayúsculas blancas sobre fondo negro y destaca el impacto de una bala en mitad de la palabra, entre las letras A y C. Resulta que impacto puede definirse como “choque con penetración, lo cual viene sugerido por el prefijo IN- que conlleva la idea de movimiento con introducción, lo que enseguida nos trae a la imaginación el de la bala en el blanco, lo que le viene de pegada a la marca que estamos analizando.

Me atrevería a decir que su éxito internacional está asegurado: La palabra es latina pero muy transparente en muchas lenguas europeas: impacto en castellano, gallego y portugués, impacte en catalán, impatto en italiano, impattu en corso, impact en la lengua del Imperio y también en francés, Impakt en luxemburgués, impatt en maltés, pero no en alemán, donde, aunque existe Impact como anglicismo, se prefieren los términos propios de origen germánico Wirkung o Wucht. 

La palabra, que entró en castellano en el siglo XIX, está tomada del latín tardío IMPACTVM “acción de chocar con penetración”, y es hermana de COMPACTVM “ensamblado”. Ambas revelan un origen común, que sería PACTVM de donde procede nuestro pacto y el verbo pactar

La evolución de PACTVM resulta muy curiosa:  no se acabó en el cultismo pacto, sino que dio origen también a una palabra patrimonial pato que sólo utilizamos en la expresión “pagar el pato”, referida al que paga algo que es culpa o responsabilidad de otro. La confusión con el ave palmípeda ha asegurado el éxito de la expresión, que ha sobrevivido y llegado hasta nuestros días, y que se utiliza también en portugués. En italiano existe también la expresión “pagare il patto”, aunque su uso no está tan extendido como entre nosotros porque no se da la confusión, ya que pato se dice "anatra", y significa sencillamente cumplir las condiciones que previamente se habían acordado, aunque no agrade.


En castellano y en portugués, se impuso por influencia árabe la palabra “pato”, que procede del persa bat a través del árabe clásico baṭṭ y del árabe andalusí, páṭṭ, ya que la palabra latina para esta ave palmípeda era ANATEM, que evolucionó a ánade pero que pertenece a un registro culto del lenguaje. 

El plural del nuestro PACTVM, o sea, PACTA da origen al sustantivo femenino pauta que en la Edad Media tomó el significado de convenio, ley, texto legal, y de ahí surgió el verbo pautar, y da origen también a pata, un término anticuado y dialectal, que se usaba en la locución hacer pata con el significado de pacto, pactar, hacer la paz con alguien, y, por lo tanto, quedar en paz con alguien sin ganar ni perder, es decir, empatar, lo que se ve en italiano donde impattare es la evolución del latino impactare.

La raíz indoeuorpea que está detrás de pacto/impacto/compacto es, precisamente, *pak- , cuyo significado primordial sería “fijar, atar, asegurar”, y cuyo derivado más ilustre sería la palabra latina PACEM que es el origen de nuestra paz, y da lugar a sus derivados pacífico, pacifismo, apaciguar... en el sentido de que la paz es un acuerdo, un convenio al que se ha llegado. 

Resulta curioso también que el verbo PACARE, que en latín significaba “apaciguar”, haya evolucionado en castellano por apocópe de la /e/ final y sonorización de la oclusiva sorda intervocálica /k/ a pagar. Conservamos en castellano "pacato", que es el cultismo del que procede la palabra patrimonial "pagado".  "Pacato" es sinónimo de tímido y tiene la connotación de mojigato y escrupuloso; etimológicamente significa "pacificado", poco beligerante y nada rebelde. En la expresión “estamos pagados” se da a entender que se corresponde por una parte, como dice la RAE, a lo que se merece de otro. Cuando decimos de alguien que ha pagado a alguien, damos a entender que ha satisfecho una deuda, es decir, que ha restituido lo que debía: ha pagado el pato. También se pagan culpas, lo que quiere decir, que se aplacan, que se satisfacen mediante la pena correspondiente. Antiguamente se pagaba a los soldados, a sueldo que estaban, distribuyéndoles dinero para que pudieran comprar su sal –de ahí, su salario, nuestro salario, el salario de los que somos asalariados. Se nos paga por nuestro trabajo “para tener la fiesta en paz”.


 Missile ("proyectil"), otra bebida energética de nombre latino y temible aspecto.
 
Todo el vocabulario de la economía revela en el fondo un intento de evitar la guerra haciendo que reine una falsa paz.

Comenta Claude Lévi-Strauss en “Las estructuras elementales del parentesco” (1949): Las pequeñas bandas nómadas de los indios Nambikwara del Brasil occidental se temen normalmente y se evitan; pero al mismo tiempo, desean el contacto, porque este les ofrece el único medio de proceder a intercambios y procurarse así los productos o artículos que les faltan. Hay un lazo, una continuidad, entre las relaciones hostiles y el suministro de prestaciones recíprocas: los intercambios son guerras pacíficamente resueltas, las guerras son el desenlace de transacciones malogradas.

Al final, resulta que la paz tenía algo que ver con el impacto de la bala, como si la paz fuera el resultado de un disparo, y el disparo fuera en el estómago tras la ingesta de la bebida energética que se llamaba Impactum. Recordemos, a propósito, lo de Tácito: Miseram seruitutem falso (nomine) pacem uocant: Llaman paz con falso nombre a una miserable esclavitud.. Podríamos reformularlo a la heraclitana de este otro modo: Miserum bellum falso (nomine) pacem uocant: Llaman paz con falso nombre a una miserable guerra.

miércoles, 23 de agosto de 2017

De Anacarsis y Diógenes, dos sintecho.

La conversación de sobremesa en el Banquete de los siete sabios de Plutarco había llegado a tal punto que tocaba dejar de hablar de alta política y pasar a tratar de economía doméstica,  ya que no todo el mundo tenía a su cargo la gobernanza de un reino o de un estado, pero todos tenían quien más quien menos una vivienda y hogar propios de los que ocuparse. Entonces uno de los convidados, objetó: “No todos, si incluyes a Anacarsis, que no sólo no tenía casa, sino que se enorgullecía de no tenerla”. ¿Quién era este Anacarsis cuyo nombre propio surgía así de pronto en la conversación de tan sabia concurrencia?
 

Según Heródoto, el padre de la Historia, Anacarsis era un príncipe escita, una figura a caballo entre la historia y la leyenda, un personaje semimítico, del siglo VI antes de nuestra era. Los escitas, según el historiador, no construían ciudades ni levantaban murallas, dado que, nómadas como eran, llevaban su casa-carreta consigo a cuestas sin establecerse nunca definitivamente en ningún lugar.  Anacarsis, oigamos al convidado  hablarnos de él, no tenía casa, sino que tenía en su lugar “un carro, de la misma manera que el sol, según dicen, recorre su órbita, ocupando unas veces una región del cielo y otras veces otra”. Se alude a la tradicional casa-carreta de los escitas, que les brinda la oportunidad de vivir una vida no sedentaria, vagabunda, sin echar raíces, que se compara con el carruaje del astro rey. Continuando con la comparación con el sol afirma Anacarsis: “Precisamente por esto, él (“Helios”, el sol) es, solo o en mayor grado, entre los dioses libre y autónomo, y lo gobierna todo y no es gobernado por nadie, sino que reina y lleva las riendas” . 
 
No estamos lejos de Diógenes el Perro, el filósofo quínico, que se definía como “cosmopolita” y que probablemente acuñó esta palabra. El cosmopolitismo de Diógenes, interpretado de forma radical, conlleva una situación de exilio perpetuo sin patria ni hogar, como un héroe trágico, como un homeless o un sintecho actual, o, como diría él, de uno cuyo techo son las estrellas.

Hay un texto medieval castellano, titulado “Bocados de oro”, que es traducción de otro no griego ni latino sino árabe del siglo XI que se basa en fuentes griegas desconocidas.   En su capítulo décimo se habla de Diógenes. De él se dice: “Diógenes el canino fue el más sabio de su tiempo aborrecedor del mundo. Y se dejó dél y no había (o sea, no tenía) morada ninguna. E yacía en cualquier logar que le anocheciese, y no dejaba de comer a cualquier hora que hobiese hambre do quier que a él le acaeciese sin vergüenza ninguna; quier de día quier de noche.” 


Alguien le pregunta que porqué no tiene una casa en la que solazarse  “¿Por qué no compras casa en que huelgues?” Y su respuesta no podía ser otra que la que fue: “Yo huelgo porque no he (es decir, porque no tengo) casa.” No se compraba una casa para solazarse porque su solaz consistía en no poseer una casa hipotecada ni en propiedad. De alguna forma se adelanta a aquello que dijo Montaigne en uno de sus ensayos: “C´est le jouir, non le posséder, qui nous rend heureux.” Es el gozo de las cosas, no su posesión, lo que nos hace felices.

En otra fuente árabe su respuesta a la misma pregunta es: “Si conocieras el tamaño de mi casa, sabrías que tus casas y todas las casas del mundo no son lo suficientemente grandes para contenerla”, dando a entender que el mundo entero era su casa y el cielo su techo. O también, cuando le preguntaron si tenía una casa para descansar, respondió: “En cualquier sitio donde descanse allí está mi casa”.

viernes, 18 de agosto de 2017

Una matica de ruda

Aunque no lo parezca a primera vista la expresión "matica de ruda" es castellano, castellano viejo, o, mejor dicho, sefardí o ladino, es decir, judeoespañol: la lengua que hablaban los judíos que fueron expulsados de la península ibérica. Matica es el diminutivo de "mata", esto es, "rama", y "ruda" es el nombre de una planta, no es la forma femenina singular del adjetivo "rudo". 

Se llama sefardí a esta lengua porque Sepharad era el topónimo hebreo de nuestra península, y ladino porque es una evolución de LATINVM. Este topónimo significaba relativo al LATIVM, la región de Italia central que nosotros llamamos el Lacio y los italianos Lazio, donde se enclavaba Roma, la capital. Por la vía culta o escrita evoluciona, tras la apócope de la /m/ final y la apertura de la /u/ en /o/ a LATINO y como palabra patrimonial LADINO, con la sonorización de la oclusiva dental sorda. Este LADINO tiene básicamente dos acepciones según el DLE de la RAE: en primer lugar, persona astuta, sagaz, taimada, por aquello elitista de que “sabe hasta latín”, y, aquello otro más sexista de "mujer que sabe latín, ni marido ni buen fin",   y la segunda acepción sería lengua derivada del latín, ya sea el retorrománico que se habla en el Tirol meridional, o ya sea el judeoespañol, que es la lengua que hablaban las comunidades sefardíes en Israel, Asia Menor, el norte de África y los Balcanes, que conserva muchos rasgos del castellano de antes del siglo XVI en que fueron expulsados de España. 

El romance presenta dos diminutivos en -ico: matica, diminutivo de mata o sea ramillete, y mancevico, de mancebo, diminutivo que hoy es característico del aragonés, de Navarra y la Rioja, de la Mancha, de la región de Murcia y de la comunidad Valenciana occidental donde se habla castellano y no valenciano, así como de la zona oriental de Andalucía.  Otras versiones, según la procedencia oral del romance, formulan el verso “una matica de ruda”  como  “una ramica de ruda” o “esta ramica de ruda”. En  ambos casos aparece el diminutivo en -ica (de mata y  de rama).


Una ramita de ruda

El tema de la cantiga es un diálogo entre una madre y una hija a la que un muchacho le ha regalado un ramillete de ruda, que es una planta de hojas verdes y flores amarillas, como testimonio y recompensa por su amor. La madre le reprocha que ande con un amante y que no se case, argumentando que vale más un mal marido (y ser por lo tanto una malcasada)  que un mancebo en el amor (o que un nuevo amor, en otra versión): es decir, la madre le dice a la hija que vale más lo malo conocido que lo bueno por conocer, lo cual es mentira. La hija, por su parte, le contesta a la madre que el mal marido es el pilisco (probablemente pellizco, en otras versiones el palo, en todo caso los malos tratos) y la maldición, mientras que el mancebo se asocia con la manzana y el limón. 

Hay algunas peculiaridades en la pronunciacion, como la inexistencia de los fonemas /z/ y /j /, que se pronuncian más suaves que en español contemporáneo, atención a la pronunciación de “hija” y de  "mancevico", "mancevo", "perdición", "maldición" y “manzana”, al oír la canción que interpreta la estupenda voz de la cantante israelí Esther Ofarim, pero por lo demás se entiende bastante bien.


Una matica de ruda,
Una matica de flor
Me la dio un mancevico
Que de mi se enamoró

Hija mía, mi querida
No te eches a perdición
Más vale un mal marido
Que un mancevo de amor

Mal marido, la mi madre
El pilisco y la maldicion
Mancevo de amor, la mi madre
La mançana y el buen limón.

miércoles, 16 de agosto de 2017

El puerto, la puerta y el verbo portar.

Algo tienen en común estas tres palabras castellanas puerto, puerta y portar: su procedencia de una misma raíz latina como se ve en PORT-VS (el puerto), PORT-A (la puerta) y el verbo PORT-ARE (portar), una vez que consideramos que la O breve latina diptonga en UE al pasar al castellano cuando lleva el acento. 

*PORT-VS: Es un sustantivo masculino de la cuarta declinación, cuyo significado principal parece que era "paso, abertura", de donde vienen nuestro puerto de montaña, nuestro puerto marítimo en la navegación, entendido como fondeadero o rada, y nuestro más moderno aeropuerto.   A la familia de esta palabra pertenece el dios  Portuno, dios de los puertos, cuyo templo se conserva en Roma a orillas del puerto del río Tíber que comunicaba la ciudad con el puerto marítimo de Ostia.  Y no resulta inoportuno y por lo tanto no tiene que importunarnos relacionarlo con el adjetivo latino OPPORTVNVS, que es el origen de nuestro oportunismo, y de nuestra oportunidad, a la que según la vieja fábula, la pintan calva y, por eso mismo, hay que cogerla por los pocos pelos que tiene, y no dejarla escapar cuando pasa a nuestro lado. OPPORTVNVS procede de OB-PORTVNVS, con asimilación regresiva de sonoridad de B a P y posterior simplificación, por lo que ya en latín aparecía a veces escrito OPORTVNVS. El caso es que el prefijo OB- con el significado local de "que está delante, en frente", como en OB-VIVS (que está delante del camino, que salta enseguida a la vista, obviamente), significaría que está delante del puerto, y de ahí que empuja hacia el puerto, hablando del viento, con las connotaciones de bien situado y adecuado.

 Templo del dios Portuno o de la Fortuna Viril, a orillas del Portus Tiberis en Roma.

*PORT-A: Es un sustantivo femenino de la primera declinación, cuyo significado de lugar de paso, y de ahí puerta, tanto de una ciudad en la muralla, como de un templo o de un campamento militar.  Se trata de un paso hacia un lugar cerrado, o de una salida hacia el campo: ¿Quién le pone puertas al campo? De esta palabra derivan: portada, portal y soportal, portazo, portilla, compuerta,  portero y pórtico y porche.

 Hannibal ad portas, Jacopo Ripanda (c. 1516)

Se hizo proverbial en Roma la expresión "Hannibal ad portas" que a veces se cita "Hannibal ante portas" cuando una situación era extremadamente peligrosa: significaba que Aníbal, que era el coco para los romanos, estaba a las puertas de Roma.

De *PORT-ARE:

-PORTARE > PORTAR: El significado básico es "hacer pasar, llevar". Hay un uso reflexivo: portarse uno a sí mismo, es decir, conducirse.  El prefijo porta- ha creado muchos compuestos: portacartas, portaminas, portamonedas, portapapeles, portavoz, portalibros, porfolio, abreviación de portafolio a través del francés portefeuille "cartera", etc. Tenemos también un sustantivo porte con varios significados que van desde el valor económico de algo a su aspecto o presencia, el adjetivo portátil, y el verbo portear 

-ADPORTARE > APPORTARE > APORTARE > APORTAR: El prefijo AD- aporta un valor semántico de dirección "hacia" con idea de aproximación y proximidad, como si dijésemos "acarrear a", "atraer a", "traer consigo". Ese es su mayor aporte o aportación al significado básico del verbo simple.

-COMPORTARE > COMPORTAR: El preverbio com- es uno de los más productivos; comporta un significado sociativo e instrumental de confluencia "juntamente", "a un mismo sitio". Es muy frecuente en nuestra lengua el uso reflexivo comportarse  que lo hace sinónimo más o menos (no existe la sinonimia total) de portarse: comportarse sería portarse bien, con una conducta correcta.

-DEPORTARE > DEPORTAR: El preverbio DE- es muy fructífero en latín, pero también en la época de descomposición de la lengua, debido a la generalización de la preposición "de", que vino a sustituir las funciones del genitivo. El significado que le aporta al verbo y que comporta sería la noción de alejamiento y desviación. Hoy en día en nuestra lengua deportar significa desterrar a alguien como castigo, habiéndose perdido la connotación antigua del verbo deportar (y  deportarse)  es decir, de divertir y distraer de las obligaciones, del que sólo nos queda el sustantivo deporte, que se reintrodujo en nuestra lengua por influencia del inglés sport, palabra inglesa que también viene de este verbo latino a través del francés.  Está atestiguada en castellano viejo la palabra depuerto.


-EXPORTARE > EXPORTAR: Este prefijo es de los más prolíficos en latín, de hecho sólo es superado por COM-. Su significado principal es la idea de salida, y por lo tanto procedencia del interior. Hoy se usa con el sentido económico de vender productos a países extranjeros, pero también en informática se habla de exportar información de un sistema informático a otro. En nuestro mundo actual la información se ha convertido en uno de los productos que más se exportan, porque es de vital importancia para el sostenimiento del dominio de la población.


  -IMPORTARE > IMPORTAR: El preverbio IN-, que se escribe IM- ante pe, indica penetración e introducción, por lo que se opone a EX-. A diferencia de AD- que indica sólo aproximación (aportar), IN- añade la idea de entrada (importar). Son importantes los significados económicos: el importe es decir lo que cuesta una mercancía, el precio que tiene (que no hay que confundir con el valor), y la importación de productos o de costumbres ajenas, extranjeras, incluida también la información entre las mercancías que se exportan e importan de un soporte informático a otro. Pero no hay que olvidar su importantísimo significado intransitivo: algo nos importa, es importante, tiene mucha importancia, porque nos interesa, nos conviene, nos afecta.

  -REPORTARE > REPORTAR: RE- ocupa el tercer lugar dentro de los modificadores verbales latinos, tras COM- y EX- que son los más productivos. Su significado principal es repetición y hacía atrás. Tiene hoy un significado básicamente económico: el beneficio que una cosa comporta, lo que conlleva, pero también dar una noticia. En ese sentido tenemos el galicismo reportaje, y el anglicismo reportero como sinónimo de periodista.

-SUBPORTARE > SUPPORTARE > SUPORTARE > SOPORTARE > SOPORTAR: El prefijo SUB- tiene un valor de dirección  "desde abajo hacia arriba", como el adverbio inglés UP o el griego HYPÓ con los que está emparentado. Como muy bien dice Benjamín García Hernández, los hablantes de lenguas románicas solemos darle a este prefijo el significado de "debajo", que es su valor más evolucionado, pero el valor primordial que suele tener en la composición como preverbio  es precisamente "hacia arriba". En castellano el prefijo SUB- puede aparecer bajo distintas formas debido a su evolución (su-, sus-, so-,  son-, sor-). Soportar es sostener o sobrellevar un peso o una carga real o figurada, y de ahí la idea de tolerar lo soportable y lo insoportable. Ha adquirido actualmente importancia  el significado informático de soporte que alude al material en el que se almacena la información. Se habla también de soporte físico y lógico en ese contexto informático.
 

-TRANSPORTARE > TRANSPORTAR > TRASPORTAR: El preverbio TRANS-/TRAS- indica siempre un movimiento traslativo de llevar algo de un lado a otro. Hay que decir que en español oficial contemporáneo transportar es un cultismo que sólo se mantiene por influencia de la lengua escrita sobre la hablada, porque la palabra patrimonial es trasportar, una vez producida la asimilación de la N a la S y la posteior simplificación.

sábado, 5 de agosto de 2017

Inglés macarrónico y malentendido lingüístico

Una empresa de multiaventura juvenil de Cantabria ofertaba la actividad de saltar desde lo alto de un viaducto con el amarre de una cuerda dentro de un paquete de ocio y tiempo libre a los campamentos de chicos y chicas que veraneaban en la zona. Las instrucciones del monitor de puenting, que es como llaman a dicho salto, a una menor holandesa que estaba dispuesta a lanzarse al vacío y que él no quería que saltase todavía porque no estaban ultimados los preparativos del salto fueron a voz en grito: No jump! It's important. No jump!.

La joven holandesa de 17 años, entusiasmada por poder practicar por primera vez en su vida esta actividad de riesgo, mejor que deporte,entendió probablemente "Now jump!" ("¡Ahora salta!"),  y se lanzó entonces desde el viaducto de Cedeja en Virgen de la Peña (Cantabria) sin estar atada todavía a los anclajes de seguridad del puente, con solo una cuerda prendida a su arnés, ajena a la hostia que se iba a pegar.  Se precipitó, pues, en el vacío,  y se estrelló contra el río Cedeja desde una altura de 32 metros,  lo que provocó el traumatismo torácico que le causó una aguda hemorragia y la muerte.
 
Un malentendido lingüístico,  motivado porque en la lengua de Shakepeare “¡No saltes!” no se dice “No jump!”, como pretendía el monitor a imitación del español, sino “Don`t jump!”. La negación “no” sólo se puede aplicar a los sustantivos, o a los gerundios de los verbos, que son, como se sabe, formas verbales sustantivadas. “No jumping” escrito, por ejemplo,  en un cartel se entiende como “Prohibido el salto”, "no saltar"; es una información de que existe una interdicción, lo mismo que "No smoking" o "No diving". 

Pero si lo que queremos es prohibirle efectivamente a alguien que salte (“¡no saltes!”), como hacemos en español con el subjuntivo, hemos de decir “don’t jump!”, recurriendo al imperativo del auxiliar “do”, a la negación “not” y al verbo que se conjuga. No es raro que la menor de edad entendiera la negación “no” como el adverbio de tiempo “now”, que en inglés significa “ahora, ya”, y que lo que pretendía ser una prohibición pero gramaticalmente no lo era la sintiera como una orden ejecutiva.

Los hechos sucedieron en agosto de 2015, pero es ahora, dos años después cuando la Audiencia Provincial de Cantabria ha ratificado el auto del Juzgado de Instrucción de Torrelavega que apreció indicios de delito en los sucesos que llevaron a la muerte a la joven holandesa. La sentencia recalca que  el instructor de puenting (¡hay que ver cómo penetran en castellano los gerundios ingleses, desde aquel lejano ya traje de esmoquin (smoking en inglés) que se ponían los caballeros para fumar hasta los modernos balconing o este puenting de marras!) carecía del nivel de inglés elemental necesario para dar instrucciones a ciudadanos extranjeros "en algo tan delicado como saltar al vacío desde un punto elevado". Dice literalmente el auto de la Audiencia:  "El uso de un inglés macarrónico(1) ('no jump') pudo perfectamente ser entendido como una orden explícita de salto ('now jump') por la víctima".


Los españolitos deberíamos reflexionar muy seriamente a propósito de este trágico suceso del puenting sobre los muchos años que nos pasamos estudiando inglés y lo mal que lo hemos aprendido. ¿Por qué será? ¿Cómo es posible que con tantas horas de inglés encima, que en algunos casos empiezan ya en la guardería con los números y los colores, y con tantos años a las espaldas, seis de primaria y cuatro de secundaria,  acabemos el servicio militar obligatorio de la ESO sin hablar medianamente bien ni entender la lengua del cisne de Avon y del Imperio? ¿A qué puede deberse semejante despropósito? ¿Estaremos haciendo algo mal?

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(1) El adjetivo macarrónico, que utiliza dicha sentencia, según el Diccionario de la Lengua Española de la Real Academia,   tiene dos acepciones:
1. adj. Dicho del latín: Usado de forma burlesca y defectuosa.
2. adj. Dicho de una lengua distinta del latín: Usada de forma notoriamente incorrecta.


¿De dónde viene esta palabra? ¿Tiene algo que ver con macarra? No, en absoluto. ¿Y con macarrón?  Sí, tiene que ver con esta última palabra italiana. Procede, según el Vocabolario della lingua italiana de Nicola Zingarelli (2006) de  maccaronico, que es un adjetivo formado sobre el sustantivo maccarone, que es dialecto romanesco, y además de ser el nombre del tipo de pasta con forma de canuto que nosotros conocemos como macarrón, era sinónimo en segunda acepción figurada de persona estúpida o bobo. Una maccaronea, además,  era en literatura una obra escrita en  “una lengua tosca, parodia del latín clásico, cuyo léxico consiste en palabras latinas, vulgares y dialectales, pero declinadas y conjugadas con terminaciones latinas, en uso especialmente en obras burlescas de los siglos XVI y XVII” (Lo Zingarelli).



Un ejemplo castellano de este latín macarrónico o caricaturesco, mezclado con el castellano, puede ser este comienzo del Quijote que tradujo Ignacio Calvo: In uno lugare manchego, pro cujus nómine non volo calentare cascos, vivebat facit paucum tempus, quidam fidalgus de his qui habent lanzam in astillerum, adargam antiquam, rocinum flacum et perrum galgum, qui currebat sicut ánima quae llevatur a diábolo.