No pocos son los adjetivos castellanos acabados
en –OSO que denotan abundancia y que hemos heredado del latín, como los del refrán "otoño lluvioso, año copioso", o, por seguir con la meteorología, "enero heloso, febrero nevoso, marzo airoso (o ventoso) y abril lluvioso, sacan a mayo florido y hermoso". Estos adjetivos son muy numerosos, y, por lo general, bastante transparentes en su significado. Casi siempre suelen derivar de sustantivos, y su sufijo puede glosarse como "caracterizado por" o "lleno de" (hielo, nieve, aire o viento, lluvia y hermosura, en el último caso, respectivamente).
Que procedan de la primera declinación latina, es decir de sustantivos acabados en -a, hay un saco de ellos para el lector curioso (de cura -ae "cuidado", aunque sería de esperar "curoso", pero el adjetivo sufrió ya en latín la influencia de incuria, que es la negación de cura, "descuido", y la influencia de otros sustantivos de la misma declinación como furia, inuidia, copia... ), como por ejemplo brumoso, calumnioso, delicioso, envidioso, espinoso, espumoso, fabuloso, famoso, furioso, glorioso, gracioso, injurioso, leproso, licencioso, lluvioso, misericordioso, pomposo, victorioso y un largo etcétera. Entre los menos transparentes, pero no muy opacos, podemos citar: acuoso (derivado de aqua-ae "agua"), copioso (derivado de copia -ae, “abundancia”), goloso (de gula –ae “apetito”), hermoso (deriva de forma –ae: “belleza”), lacrimoso (de lacrima –ae “lágrima”), moroso (de mora –ae “retraso, tardanza”), nebuloso (de nebula –ae “niebla”), proceloso (de procella –ae “tempestad, tormenta”), rugoso (de ruga –ae “arruga”) y tenebroso (de tenebra –ae “tiniebla”).
Que procedan de la primera declinación latina, es decir de sustantivos acabados en -a, hay un saco de ellos para el lector curioso (de cura -ae "cuidado", aunque sería de esperar "curoso", pero el adjetivo sufrió ya en latín la influencia de incuria, que es la negación de cura, "descuido", y la influencia de otros sustantivos de la misma declinación como furia, inuidia, copia... ), como por ejemplo brumoso, calumnioso, delicioso, envidioso, espinoso, espumoso, fabuloso, famoso, furioso, glorioso, gracioso, injurioso, leproso, licencioso, lluvioso, misericordioso, pomposo, victorioso y un largo etcétera. Entre los menos transparentes, pero no muy opacos, podemos citar: acuoso (derivado de aqua-ae "agua"), copioso (derivado de copia -ae, “abundancia”), goloso (de gula –ae “apetito”), hermoso (deriva de forma –ae: “belleza”), lacrimoso (de lacrima –ae “lágrima”), moroso (de mora –ae “retraso, tardanza”), nebuloso (de nebula –ae “niebla”), proceloso (de procella –ae “tempestad, tormenta”), rugoso (de ruga –ae “arruga”) y tenebroso (de tenebra –ae “tiniebla”).
El repertorio de los derivados de
sustantivos acabados en -o de la segunda declinación podría resultar tedioso y hasta odioso para
los estudiosos más animosos, dada su cuantiosa nómina. Muchos derivan de sustantivos
neutros, como artificioso, beneficioso, dañoso,
escandaloso, escrupuloso, espacioso, imperioso, ingenioso, lodoso, odioso,
ocioso, monstruoso, peligroso, portentoso, precioso, prodigioso, silencioso, venenoso
o vicioso. Otros
salen de sustantivos masculinos tales como añoso,
morboso, nervioso o ventoso, por
citar sólo algunos ejemplos. Entre los
que son un poco menos transparentes podemos destacar: belicoso (de bellum –i
“guerra”), desastroso (de astrum –i “astro”, con la connotación de
nacido bajo una mala estrella lo que propiamente constituye un desastre), jocoso (de iocus –i “broma, juego,
gracia, risa”), meticuloso
(de metus –i “miedo”, y más
exactamente de su diminutivo meticulus), viscoso
(de uiscum –i “liga, es decir, masa
hecha con muérdago para cazar pájaros”, de ahí que sea sinónimo de pegajoso)
y populoso (de populus –i “pueblo”).
El listado de adjetivos en –OSO que procedan de
palabras de la tercera declinación acabadas en consonante es amplio y sería muy ambicioso pretender ser exhaustivo. Ejemplos claros son: amoroso, cartilaginoso, clamoroso,
contagioso, decoroso, doloroso, frondoso, laborioso, religioso, rencoroso, sabroso, supersticioso, temeroso, vertiginoso,
vigoroso, virtuoso y voluminoso.
Otros menos claros, podemos explicarlos gracias a la etimología, como capcioso (de captio -onis "caza, trampa para cazar"), facineroso (de facinus facinoris “crimen”), generoso
(de genus generis “origen”, con
la connotación de bueno, bien nacido, de buena estirpe o linaje o cepa, y por
lo tanto, fértil; es término campesino como se ve en la expresión “ager
generosus” que alude a un terreno productivo), libidinoso (de libido
libidinis “deseo sexual”). Otros ejemplos son más luminosos (de lumen luminis
“luz”) y nos alumbran con su luz. Hay que citar también meloso (de mel mellis
“miel”, ominoso (de omen ominis “mal agüero o mal presagio”),
oneroso (de onus oneris “peso, carga”), sedicioso
(de seditio –onis “discordia, motín, agitación, revolución”) y voluptuoso
(de uoluptas uoluptatis “placer,
deleite, gozo”).
Adjetivos sacados de sustantivos de la cuarta
declinación, aparte de afectuoso,
fastuoso e impetuoso,
“lleno de, respectivamente, afecto, fasto e ímpetu –esta última palabra es
una de las pocas que tenemos en castellano que sean de origen latino y cuya –u
no haya pasado a -o, junto a espíritu y tribu-, tenemos algunos ejemplos como anfractuoso (de anfractus –us “vuelta, giro, encorvamiento”), luctuoso
(de luctus –us “luto”), sinuoso (de sinus –us “curva, pliegue”),
suntuoso (de sumptus –us “lujo”) y tortuoso (de tortus –us, “curva, vuelta, espiral”).
Adjetivos formados sobre sustantivos de la quinta
declinación hay muy pocos, la verdad, dado el escaso número de palabras
acabadas en –e que había en latín. Podemos citar especioso (de species –ei “aspecto
exterior, apariencia”, por lo que en castellano significa, según el diccionario
de la RAE, “hermoso, precioso, perfecto”
pero también “aparente y engañoso”),
y pernicioso
(de pernicies –ei “ruina, destrucción”).
En la nomenclatura química, el sufijo -oso se aplica cuando un elemento funciona con su menor valencia: óxido ferroso, por ejemplo (de ferrum -i "hierro" en latín).
En 1949
A. Ernout publicó un estudio titulado “Les adjectifs
latins en –osus et en –ulentus”, muy meritorio porque hacía un recuento
bastante exhaustivo de estos adjetivos latinos basándose en un corpus amplísimo
de textos, sin contar por entonces con
la ayuda de los medios informáticos de los que disponemos ahora para su elaboración. De ese artículo se han extraído
los datos anteriores.
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