Que el hombre -incluida la mujer- es un animal político ya nos lo dejó escrito Aristóteles según su célebre definición: ho ánthropos phýsei politikón zóon. Recurramos a la fuente del maestro:
Arcás, que no va a contradecir al filósofo, viene a decirnos ahora que, efectivamente, todos somos animales políticos -politiká zoá, en griego clásico y moderno a la vez, porque es básicamente la misma lengua-, pero nos advierte el humorista griego, todo un clásico ya dentro de los modernos, de que unos son políticos profesionales -el lobo- y otros, la inmensa mayoría democrática de la gente, los corderos.
Arcás, que no va a contradecir al filósofo, viene a decirnos ahora que, efectivamente, todos somos animales políticos -politiká zoá, en griego clásico y moderno a la vez, porque es básicamente la misma lengua-, pero nos advierte el humorista griego, todo un clásico ya dentro de los modernos, de que unos son políticos profesionales -el lobo- y otros, la inmensa mayoría democrática de la gente, los corderos.
Y dado que todos los políticos profesionales mienten, porque su función es sostener la realidad, que es esencialmente falsa, llamarle a alguien político, sigue diciendo Arcás, se ha convertido en un grave insulto.
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