El 5 de marzo de 2016 desembarcará en el Central de
Sevilla, dioses mediantes, en única representación exclusiva y estreno en
España, Monte Olimpo, Para glorificar el culto de la tragedia, un
espectáculo ininterrumpido de música, danza y teatro de veinticuatro horas de
duración del director belga Jan Fabre. Esto
es lo que dice la publicidad del evento:
27 INTÉRPRETES ENTRE ACTORES, BAILARINES Y MÚSICOS, 42
PERSONAS EN GIRA, 24 HORAS DE REPRESENTACIÓN SIN DESCANSO...
ESTE ES EL NUEVO, AMBICIOSO Y DESMESURADO RETO QUE NOS
OFRECE EL ESCRITOR, PENSADOR, ARTISTA PLÁSTICO, DIRECTOR DE ESCENA, COREÓGRAFO
Y, EN DEFINITIVA, AGITADOR Y RENOVADOR DE LA ESCENA MUNDIAL JAN FABRE.
SÓLO EL “ENFANT TERRIBLE” DE LA ESCENA BELGA PODRÍA
SER CAPAZ DE ACERCARSE A LA CATARSIS QUE DEBIERON SUPONER LOS TRES DÍAS DE
DURACIÓN DE LAS FIESTAS DIONISIACAS GRIEGAS EN EL SIGLO VI A. C.
Con el escritor Jeroen Olyslaegers, que se leyó 33 tragedias clásicas griegas, Jan
Fabre ha redactado un nuevo texto sobre los sueños, las pesadillas y el
insomnio centrándose en aquellas en las que predomina la violencia familiar
llevada al asesinato, tragedias como La
Orestíada o el ciclo tebano, todo ello mezclado con sus aportaciones
basadas en una profunda investigación sobre las relaciones entre los sueños, el
inconsciente, los oráculos y la tragedia propiamente dicha, desembocando en una
reflexión sobre aquello que significa la catarsis en la sociedad de hoy, en un espectáculo –excesivo- de veinticuatro
horas de duración, que le ha llevado un año entero de ensayos.
El espectáculo consta de 14 capítulos con varias
escenas cada uno, en los que se encuentran Antígona, Medea, Edipo, Electra y
todos los demás héroes y heroínas trágicos. Con ellos, los dramas de la guerra,
el infanticidio, el incesto, los sentimientos de dolor, de desesperanza, las
lágrimas, la belleza y el consuelo.
A raíz del estreno el 27 de junio del presente año en
Berlín de Mount Olympus, una crónica del evento publicada en la prensa dijo lo
siguiente:
“Apaguen sus móviles, por favor. Buenas tardes, buenas
noches, buena mañana, buen día y hasta mañana”. A esta presentación le siguió
una experiencia única, abrasadora... y comienza a fluir un torrente de imágenes
que se suceden, aunque también el cansancio puede llegar. Hacia las cinco de la
mañana, la sala se ha clareado bastante. Fuera, en los pasillos, la gente
duerme. Irán volviendo poco a poco, para ver las ocho últimas horas. Domingo
cuatro de la tarde, el maratón ha terminado con una danza antológica. Todos sus
intérpretes, embadurnados de los pies a los cabellos con manchas de colores
vivos, como cuadros de Pollock, se lanzan a una bacanal endiablada de 30
minutos al ritmo de una música tecno, como dopados por un exceso de éxtasis y
de electrochoques, bajo la mirada de Dionisos y de su esposa. El público de
Berlín, de pie, los aplaudió durante 40 minutos. ¡De dónde sacarán toda esa
energía! El público ha tenido la sensación de hacer participado durante 24
horas en un ritual emocionante, un viaje casi religioso hacia otras zonas de
nuestro mundo. Y el público, lejos de irse, quería quedarse aún más.” (Guy Duplat,
Le Monde 29 de junio 2015).
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