Ahora que se habla tanto
de rescatar la memoria histórica de los tiempos pasados, deberíamos recuperar
del olvido también el testimonio de
aquellos moriscos expulsados hace varios siglos de la península ibérica por orden de Felipe III por no
convertirse sinceramente al cristianismo, que era la fe hegemónicamente dominante y verdadera. Y no
habría que hacerlo sólo por afán arqueológico de recobrar el pasado perdido,
sino por la crítica que conlleva, que sigue siendo valiosa y válida.
La expulsión de los moriscos, Gabriel Puig Roda (1894)
A este propósito, os
traigo aquí unos versos del romance castellano sacrílego de Juan Alonso
Aragonés del siglo XVI, contemporáneo de Lope y de Cervantes, que es una sátira
furibunda de la eucaristía cristiana, y una muestra más de literatura
castellana, hasta hace bien poco vedada a los hablantes de nuestra lengua.
El texto se conserva en
el manuscrito 9067 de la Biblioteca Nacional de Madrid, folio 205, escrito en
letra árabe para que no pudieran entenderla los cristianos. Del autor bien poco sabemos,
pero conservamos su obra, que es lo que realmente importa, un romance impecable
en verso octosílabo y rima asonante.
En uno de sus fragmentos se satiriza el dislate
de que los cristianos crean que Dios es la hostia, nunca mejor dicho, pues si
Dios es la hostia, ellos lo ingieren cuando comulgan en la eucaristía, echando
tras ella un trago de vino consagrado, y todo revuelto lo defecan al fin y a la
postre por el “postigo viejo” en la letrina del retrete, reduciendo así a la
materialidad más escatológicamente grosera de la orina y las heces el hecho
religioso principal de esa religión que es la comunión con la sangre y el cuerpo
de Cristo. Dice así:
Vosotros que en una
hostia,
que decís el Sacramento,
tenéis por fe que está
Dios
y os coméis aquel Dios
vuestro,
mirad qué gentil aliño
pues se sabe por muy
cierto:
lo que se come se saca
por aquel postigo viejo.
Y por más curiosidad
me dijo a mí un
caballero
que se mantuvo de
hostias
por probar este
misterio,
más también dijo que dio
a la letrina su censo,
sepultando allí sus
dioses
en el sucio monumento.
En el romance se satirizan, además, otros
aspectos de la doctrina cristiana de la santa madre iglesia, como, por ejemplo,
el misterio de la trinidad, la confesión y el perdón de los pecados, y un largo
etcétera…
La conversión de los moriscos, retablo de Felipe Vigarny
Pero no todo es crítica, dado que también se
hace apología de la fe islámica de Mahoma. Eso, sin embargo, es lo que menos
nos interesa ahora, porque lo que sigue vivo (y todavía puede hacer daño, o sea
bien, a alguien, porque la verdadera poesía debe herir nuestra sensibilidad o,
mejor dicho, nuestra carencia de ella) es su crítica despiadada de la religión
cristiana, católica y universal, de una rabiosa modernidad, por aquello de don Antonio Machado de que "hoy es siempre todavía".
Lo bueno es, aunque parezca mentira, lo
negativo, la parte crítica, eso es lo único bueno "sobre la falsedad de la religión Cristiana", y lo malo –no me cansaré de repetirlo- es lo positivo, las alabanzas en este caso de las bondades del islam, que quiere decir "sometimiento a Alá". Tan enrevesadas están las cosas en este mundo nuestro que lo bueno es lo malo y lo malo, por el contrario, lo bueno.
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