martes, 3 de mayo de 2016

Un romance sacrílego en castellano

Ahora que se habla tanto de rescatar la memoria histórica de los tiempos pasados, deberíamos recuperar del olvido también  el testimonio de aquellos moriscos expulsados hace varios siglos de la península ibérica por orden de Felipe III por no convertirse sinceramente al cristianismo,  que era la fe hegemónicamente dominante y verdadera. Y no habría que hacerlo sólo por afán arqueológico de recobrar el pasado perdido, sino por la crítica que conlleva, que sigue siendo valiosa y válida.

 La expulsión de los moriscos, Gabriel Puig Roda (1894)
A este propósito, os traigo aquí unos versos del romance castellano sacrílego de Juan Alonso Aragonés del siglo XVI, contemporáneo de Lope y de Cervantes, que es una sátira furibunda de la eucaristía cristiana, y una muestra más de literatura castellana, hasta hace bien poco vedada a los hablantes de nuestra lengua.
El texto se conserva en el manuscrito 9067 de la Biblioteca Nacional de Madrid, folio 205, escrito en letra árabe para que no pudieran entenderla los cristianos. Del autor bien poco sabemos, pero conservamos su obra, que es lo que realmente importa, un romance impecable en verso octosílabo y rima asonante.
En uno de sus fragmentos se satiriza el dislate de que los cristianos crean que Dios es la hostia, nunca mejor dicho, pues si Dios es la hostia, ellos lo ingieren cuando comulgan en la eucaristía, echando tras ella un trago de vino consagrado, y todo revuelto lo defecan al fin y a la postre por el “postigo viejo” en la letrina del retrete, reduciendo así a la materialidad más escatológicamente grosera de la orina y las heces el hecho religioso principal de esa religión que es la comunión con la sangre y el cuerpo de Cristo. Dice así: 


Vosotros que en una hostia,
que decís el Sacramento,
tenéis por fe que está Dios
y os coméis aquel Dios vuestro,

mirad qué gentil aliño
pues se sabe por muy cierto:
lo que se come se saca
por aquel postigo viejo.

Y por más curiosidad
me dijo a mí un caballero
que se mantuvo de hostias
por probar este misterio,

más también dijo que dio
a la letrina su censo,
sepultando allí sus dioses
en el sucio monumento.

En el romance se satirizan, además, otros aspectos de la doctrina cristiana de la santa madre iglesia, como, por ejemplo, el misterio de la trinidad, la confesión y el perdón de los pecados, y un largo etcétera… 

La conversión de los moriscos, retablo de Felipe Vigarny

Pero no todo es crítica, dado que también se hace apología de la fe islámica de Mahoma. Eso, sin embargo, es lo que menos nos interesa ahora, porque lo que sigue vivo (y todavía puede hacer daño, o sea bien, a alguien, porque la verdadera poesía debe herir nuestra sensibilidad o, mejor dicho, nuestra carencia de ella) es su crítica despiadada de la religión cristiana, católica y universal, de una rabiosa modernidad, por aquello de don Antonio Machado de que "hoy es siempre todavía".

Lo bueno es, aunque parezca mentira, lo negativo, la parte crítica, eso es lo único bueno "sobre la falsedad de la religión Cristiana", y lo malo –no me cansaré de repetirlo- es lo positivo, las alabanzas en este caso de las bondades del islam, que quiere decir "sometimiento a Alá". Tan enrevesadas están las cosas en este mundo nuestro que lo bueno es lo malo y lo malo, por el contrario, lo bueno.

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