Como dijo Chesterton, en
los tiempos que corren -ay, que siguen corriendo todavía, malos
tiempos para la lírica- "no importa lo que digas mientras lo
digas con palabras largas y cara larga". Y es que los políticos,
periodistas, tertulianos, intelectuales orgánicos y demás pedantes
de vario pelaje que por el mundo pululan nos apabullan con
polisílabos que meten mucho ruido y que no dicen prácticamente nada
que no hubiera podido decirse mejor en la lengua de Cervantes con más
economía de sílabas, y sin esas caras largas que suelen poner
cuando hacen declaraciones por la tele, como si estuvieran diciendo
cosas de hondísimo calado y fueran el mismísimo oráculo de Delfos.
Estas palabras largas
como un día sin pan suplantan a otras más cortas: tutorización
(cinco sílabas) en vez de tutoría (4 sílabas) o tutela (sólo 3); finalización
(5 sílabas) en vez de final (sólo dos sílabas) o fin (que es un monosílabo bien mono). Antes se
decía que la excepción (tres sílabas) confirmaba la regla,
ahora se prefiere decir la excepcionalidad (seis sílabas, el
doble), porque suena más culto, quizá más trascendente, como si el tamaño de la palabra fuera realmente importante. En lugar de una palabra bisílaba y llana como bancos, prefieren la perífrasis "entidades bancarias", mucho más sonora y aparatosa.
Y, si nos descuidamos, hasta la vieja fe monosilábica, que era una de las tres virtudes teologales, junto con la esperanza y la caridad, según el viejo catecismo, nos la cambian ahora y reconvierten en "cré-di-to", que es su cara económica, "cre-du-li-dad" o “cre-di-bi-li-dad”, que no es lo mismo pero da igual. Los políticos y las políticas ya no nos piden en su jerga incomprensible que tengamos fe en ellos y ellas, sino que les prestemos crédito y credibilidad, lo que resulta increíble pero cierto.
Y, si nos descuidamos, hasta la vieja fe monosilábica, que era una de las tres virtudes teologales, junto con la esperanza y la caridad, según el viejo catecismo, nos la cambian ahora y reconvierten en "cré-di-to", que es su cara económica, "cre-du-li-dad" o “cre-di-bi-li-dad”, que no es lo mismo pero da igual. Los políticos y las políticas ya no nos piden en su jerga incomprensible que tengamos fe en ellos y ellas, sino que les prestemos crédito y credibilidad, lo que resulta increíble pero cierto.
La lista podría ser
interminable porque cada vez se habla peor, porque los pedantes de
los que hablábamos al principio, creen que por usar estos palabros
tan largos dicen cosas más finas e importantes que si emplearan los
más cortos; lo único que hacen es mucho ruido, meten mucho barullo
pero las nueces son pocas y vanas. Lo que se trasluce de su mal uso
del lenguaje es que no tienen nada que decir más que lo consabido, que es aquello que ya está
dicho y redicho, que ya se sabe y que ellos repiten hasta la náusea.
Y así son capaces de
convertir una frase tan bonita y tan poética como “lo que pasa en
la calle”, como decía el entrañable Mairena, en “los eventos
consuetudinarios que acontecen en la rúa”, o, como decimos ahora
con expresión más políticamente correcta todavía y más hodierna, en
“...que acontecen en la vía pública”, porque lo de “rúa”
ya resulta arcaizante e incomprensible para las nuevas generaciones,
o sea, para los jóvenes y sólo tiene dos sílabas.
Lo malo es que esta mala
costumbre puede llegar a extenderse a la gente de a pie y de abajo, y
podemos acabar hablando nosotros mismos, sin querer, la jerga político-económica y pseudopsicológica de los políticos del Estado y el Capital, tanto monta, por la mala
influencia de los medios de formación de masas, y regurgitando cosas como que
tenemos mucha estimación a alguien, en vez de estima o
cariño, que es más bonito. ¿Acaso sería más la estimación
que la estima? Desde luego que no. Simplemente, es un palabro con una
sílaba innecesaria de más, que hemos remarcado con tilde y acento agudo,
como para hacerla más sonora como si de una ventosidad horrísona se
tratara. Y efectivamente, suena mucho, resuena en los tímpanos igual
que un pedo que se tire uno en una botija vacía, como diría
Ferlosio, para que retumbe.
Se hace mucho ruido pero al final no se hace nada, todo es artificio. Como dijo Chesterton, "la mediocridad, posiblemente, consiste en estar delante de la grandeza y no darse cuenta".
ResponderEliminarPara meter mucho ruido con palabras altisonantes y no decir nada ni hacer nada están los políticos tanto amateurs como profesionales. Por eso dijo Chesterton: "Si no logras desarrollar toda tu inteligencia, siempre te queda la opción de hacerte político."
ResponderEliminarUn saludo