A
la pregunta que Dios en la viñeta de Alberto Montt le hace al Diablo sobre qué
es lo que está haciendo en el cerebro de un ser humano, éste responde en
nuestra versión latina "dubia sémino" a la vez que implanta signos de
interrogación en la materia gris que harán que esa masa encefálica se
cuestione, al aflorar la incertidumbre, todas sus supuestas certezas o
creencias, todas sus fes, esencialmente ciegas como son todas a la luz
de la razón, poniéndolas en tela de juicio.
La palabra "dubia" es el plural de "dubium" que significa "duda" (de la que deriva el adjetivo culto castellano dubitativo),
y que conservamos en el viejo aforismo judicial del derecho romano "in
dubio pro reo", que quiere decir que el juez, en caso de duda, dictamina
a favor del acusado.
Precisamente con la palabra latina "dubium" está relacionado el verbo "dubitare" de donde viene nuestro dudar (dubitar, dubidar, dubdar, dudar), relacionado en su orgien con el número dos ("duo"), por lo que significa "estar dividido entre dos posibilidades", ya que el número dos representa la duda, el descubrimiento de que el uno no es ninguno (y que no hay una sola y única cosa, sino múltiples y varias) y que, por lo tanto, la unidad no existe de por sí, sino que es fruto de la dualidad, lo que nos lleva, mucho más lejos, al posible descubrimiento ontológico de que yo (y el Yo) no soy uno, sino, por lo menos, dos.
También las lenguas hermanas dan razón de este origen: en italiano tenemos dubbiare, en portugués duvidar y en francés douter (y de ahí redouter, con el significado añadido como efecto secundario de "temer").
Precisamente con la palabra latina "dubium" está relacionado el verbo "dubitare" de donde viene nuestro dudar (dubitar, dubidar, dubdar, dudar), relacionado en su orgien con el número dos ("duo"), por lo que significa "estar dividido entre dos posibilidades", ya que el número dos representa la duda, el descubrimiento de que el uno no es ninguno (y que no hay una sola y única cosa, sino múltiples y varias) y que, por lo tanto, la unidad no existe de por sí, sino que es fruto de la dualidad, lo que nos lleva, mucho más lejos, al posible descubrimiento ontológico de que yo (y el Yo) no soy uno, sino, por lo menos, dos.
También las lenguas hermanas dan razón de este origen: en italiano tenemos dubbiare, en portugués duvidar y en francés douter (y de ahí redouter, con el significado añadido como efecto secundario de "temer").
En
cuanto a la otra palabra que utiliza Satanás: "sémino", es la primera
persona del presente de indicativo del verbo "seminare", es decir,
"siembro, estoy sembrando". Precisamente de este verbo procede nuestro sembrar (seminare, seminar, semnar, semrar, sembrar) y los cultismos inseminar e inseminación, diseminar (sembrar al vuelo, esparcir) y seminario, lo que nos remonta a la antigua raíz indoeuropea *see- de la que derivan también semen, simiente y semilla, pertenecientes todas al mismo campo semántico.
Y es que frente a las certezas y a las verdades divinas que nos inculca Dios (o Alá o Jehová), el diablo, por su parte, siembra la fecunda semilla de las dudas.
Y es que frente a las certezas y a las verdades divinas que nos inculca Dios (o Alá o Jehová), el diablo, por su parte, siembra la fecunda semilla de las dudas.
Sirva como colofón esta reflexión magistral de Rafael Sánchez Ferlosio: Predicar una nueva fe entre practicantes de un viejo culto
animista, tibio y desgastado puede ser un propósito con esperanza de éxito,
pero proponer el escepticismo y el agnosticismo entre gentes entusiasmadas y
enfervorizadas con sus propios dioses patrios no sólo parece tarea desesperada,
sino también el mejor modo de atizar el fuego, ya que para la llama de la
creencia no hay mejor leña que el hostigamiento, porque permite inflamarse a
los creyentes en eso que suele llamarse santa indignación.
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