viernes, 19 de enero de 2018

"Meet the Botín Center"

Ha saltado a los medios la penosa traducción que ha hecho la página güef oficial de turismo de la ciudad de Santander, aspirante al título de smart city (ciudad inteligente en la lengua de Shakespeare),  que utilizaba algún engendro informático como el traductor de Gúguel o algo así para ahorrarse, listilla- más que inteligentemente,  los honorarios de un traductor cualificado, y que invitaba a los turistas angloparlantes a visitar el Centro Botín, así denominado con el apellido de don Emilio Botín, el promotor de dicho contenedor cultural, trasladando como si fuera un nombre común el apellido del banquero cántabro. 

Cualquier estudiante de bachillerato por poco avezado que sea sabe que los nombres propios no se traducen porque carecen de significado, no pertenecen al diccionario de la lengua donde se almacenan los nombres comunes, sino al mundo de la cultura y de las enciclopedias. Hasta los escolares de la ESO saben que los nombres propios se buscan en la Güiquipedia, no en el diccionario de la RAE. No debería despistarnos que en español, y en inglés también, se escriben con letra inicial mayúscula, y esto debería bastar para advertir a cualquiera de que no hay que traducirlos, sino transcribirlos tal cual, pero estoy convencido de que estos artilugios informáticos no hacen tales distingos. Por todo lo cual,  “Visite el Centro Botín” debe decirse en inglés “Meet (o si se prefiere un término más transparente para nosotros por ser de origen latino, Visit) the Botín Center”.  

¿Le da igual a la alcaldesa de Santander, doña Gema Igual, que dicho engendro haya traducido su apellido y le haya endilgado Gema Same? Seguramente que no, y por eso ha procedido a retirar rápidamente el despropósito de dicha página, a pesar de que la concejala de Cultura y Turismo bromeó con el asunto y celebró "un hecho que ha puesto el foco sobre Santander", recordando aquello de las folclóricas que se atribuye a Lola Flores de "que hablen bien o mal da igual,  y si nos critican que nos critiquen, con tal de que hablen de nosotras". Lo que importa es dar que hablar. Da igual -it is the same-  si bien o mal.
 
Centro Botín (Santander)

¿Qué ha hecho sin querer el trasladador informático contratado por el Ayuntamiento de la villa de Santander para ahorrarse el sueldo de un traductor cualificado, ciudad que se quiere además merecedora de la consideración de smart city? Pues ha considerado “Botín” como nombre común, botín, con letra inicial minúscula, y lo ha interpretado como el “beneficio que se obtiene de un robo, atraco o estafa” según uno de los significados del diccionario de la RAE, y lo ha vertido al inglés por “loot” que quiere decir “saqueo, despojo, robo de bienes perpetrado por ladrones”: Meet the Loot Center, como si se tratara de la cueva de Alí Babá y los Cuarenta Mangantes. Podía igualmente haberlo trasladado por “plunder” o “booty”, que alude a la piratería y  al botín de guerra, es decir a los despojos de los bienes saqueados por los vencedores después de una batalla, que en la antigüedad no sólo consistía en objetos de valor, sino también en el pillaje de prisioneros destinados a la esclavitud, considerados unos y otros cosas.

El agravante de haber traducido “Visit the booty center”, que es lo que me sale a mí ahora mismo en el traductor de Gúguel, y que es lo que más se parece fonéticamente al castellano “botín”, es que en el inglés coloquial de los Estados Unidos “booty” es, además de pillaje, sinónimo de culo, por ejemplo en “she dances shaking her booty all night”: ella baila meneando el trasero toda la noche, o, para que no se nos acuse de sexismo, en "he dances shaking his booty all night": él baila meneando el trasero toda la noche, por si alguien prefiere quedarse con esta última imagen, y de sexo en general, por lo que una expresión como “booty call” se interpreta como una llamada telefónica para tener sexo y también un polvo asegurado.

Más de uno ha dicho que el Centro Botín, obra del arquitecto Renzo Piano, es feo como el culo de un demonio y que tiene, por cierto, forma de ser un enorme trasero con dos voluminosas y desproporcionadas nalgas, una el doble de grande que la otra, separadas por la hendidura interglútea, aposentadas sobre el muelle, a modo de posaderas escamadas, que contemplan allá a lo lejos, en el otro extremo de la bahía, el símbolo itifálico que se yergue en constante erección en Medio Cudeyo como el Ojo-rojo–que- todo-lo-ve de Sauron, el Señor Oscuro, en el terrífico país de Mordor imaginado por Tolkien en su peor pesadilla en  El Señor de los Anillos: el Centro de Proceso de Datos, el búnquer soterrado de dicha entidad bancaria, cuyo símbolo, por otra parte, es una llama que, según dicen, evoca la “S” inicial de Santander, pero que también podría interpretarse escatológicamente como la exhalación fragante de un excremento que humea.

 Centro de Proceso de Datos del Banco de Santander en Medio Cudeyo

El traductor de Gúguel podía, asimismo, haber interpretado la palabra “botín” como el diminutivo de bota (boot en inglés), y haberlo vertido a la lengua de Shakespeare como “bootie” o “bootee” aludiendo al calzado de un bebé, o en el sentido de escarpín o borceguí, y referirlo al “calzado de cuero, paño o lienzo que cubre la parte superior del pie y de la pierna, a la cual se ajusta con botones, hebillas o correas” o “calzado antiguo de cuero, que cubría todo el pie y parte de la pierna”, y entonces habría vertido al inglés algo así como “Meet the Ankle Boot Center”, igualmente ridículo y más apropiado para una zapatería que para un pretencioso contenedor cultural como éste, fundado por un hombre que quiso que se le recordara en el futuro, gracias a su Fundación y a sus becas para estudiantes, como se recuerda hoy a  Mecenas, cuyo nombre propio ha pasado a convertirse en común y significar  protector de las artes y patrocinador de las letras y la cultura. 

El problema que se le plantea al apellido del  banquero es que ya es un nombre común que en español significa otra cosa muy distinta de mecenazgo: pillaje, robo, saqueo, apropiación de lo ajeno esgrimiendo el derecho del vencedor sobre el vencido. Su  nombre propio ha sentado jurisprudencia, para colmo además, dando pie a la vergonzosa “doctrina Botín”,  que libró de sentarse a don Emilio en el banquillo y se fue de rositas por el caso de las cesiones de crédito comercializadas por el Banco Santander, ya que la acusación popular no era suficiente para juzgarlo si el Ministerio Público no formulaba una acusación, que no formuló, contra él.


El caso es que el traductor virtual utilizado por el Ayuntamiento de Santander ha optado por “loot” evitando la malsonancia norteamericana de “booty” y la impertinencia zapateril, y, parece que ha sido fortuito, pero sin querer lo ha clavado y ha acertado a sugerir algo como que el mayor atracador de una sucursal es la propia entidad bancaria, cosa que ya sentenció Bertolt Brecht cuando escribió que ética- y moralmente era peor fundar un banco que robarlo: ¿Qué es el robo a fin de cuentas de una caja fuerte de una sucursal cualquiera en comparación con el hecho de haber fundado todo un emporio bancario basado en el interés de la usura?

2 comentarios:

  1. Total, que parece que en este caso el espantoso traductor del Guguel ha tenido un momento de lucidez y se ha comportado como un smart translator.

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  2. Efectivamente, como en la fábula del burro flautista. El asno sopló y rebuznó y la flauta sonó por casualidad. Un saludo.

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