domingo, 21 de enero de 2018

Persio nos recuerda algo

Indulgē geniō, carpāmus dulcia, nostrum est
quod uīuis, cinis et mānēs et fābula fīēs, 
uīue memor lētī, fugit hōra, hoc quod loquor inde est. 

Date a placer, cosechemos deleites, es lo que vives
nuestro, en ceniza y sombras te convertirás y leyenda,
vive pensando en morir, huye el tiempo, ya lejos lo dicho.
(Persio, sátira V, versos 151-153)



Detalle de retrato de caballero de la orden de Malta, Bartholomaeus Bruyn el Viejo (1531)
Leyenda: VIVE.MEMOR.LETI.FVGIT.HORA 

INDVLGĒ GENIŌ
Persio nos invita lo primero de todo a geniō indulgēre, esto es, a regalarnos a nosotros mismos, a querernos, a divertirnos y a darnos a la buena vida, que eso es lo que significa indulgēre geniō: ser indulgente y complaciente con el genio de uno mismo, es decir, con uno mismo, porque el genius es lo que nace con uno, la persona o personalidad congénita de uno, diríamos hoy. No te niegues a ti mismo ningún placer: indulta a tu genio. Persio, pues, nos aconseja que nos mostremos benévolos, nunca severos, con nuestro genio, que le concedamos el perdón, lo toleremos, consintamos y lo liberemos. Del verbo indulgēre “ser indulgente” proceden nuestra indulgencia y nuestro indultar, precisamente.

Pero ¿qué era el genio para los antiguos? El genio era la divinidad particular de cada persona que la protegía desde el nacimiento hasta el lecho de muerte, por lo que se identifica con la persona misma y con su suerte, una especie de Ángel de la Guarda cristiano avant la lettre. En castellano tenemos el refrán “genio y figura hasta la sepultura”, que viene a significar que uno mantiene su personalidad toda la vida, en su doble aspecto de cuerpo -la figura- y alma -el genio. Decimos también que una persona tiene mucho genio cuando muestra mucho carácter, difícil temperamento o mal humor. Pero también decimos de alguien que es un genio cuando está dotado de mucho talento creativo. En los cuentos orientales el genio es un ser fabuloso de figura humana con el poder sobrenatural de concedernos algún deseo, por ejemplo el genio de la lámpara mágica de Aladino.

La expresión contraria de geniō indulgēre sería en latín genium suum dēfraudāre: engañar uno a su genio, privarse de los placeres que le reporta, defraudar uno a su apetito. También se dice cum geniō belligerāre con el sentido de pelearse uno consigo mismo, combatir las propias apetencias y deseos.

Detengámonos un poco más en esta palabra relacionada etimológicamente con el verbo gignere “engendrar” y con la raíz genética, común a ambos, GEN en grado pleno y GN en grado cero. De genio deriva el adjetivo genial y del adjetivo el sustantivo genialidad. Hay un verbo muy curioso derivado también que es congeniar: avenirse con otra u otras personas por tener genio, carácter o inclinaciones coincidentes; ser compatible con el genio de otra persona, diríamos. Tenemos también el derivado ingenio (engeño en castellano viejo) para referirnos a las cualidades innatas de alguien, y con cambio de prefijo pergenio, de donde sale pergeño y pergeñar con el sentido de crear, ejecutar y dar forma a algo. Y de ingenio deriva el adjetivo ingenioso y el verbo ingeniar y todos nuestros modernos ingenieros e ingenierías.

"Es dulce delirar en su ocasión: pon un poco de locura en tu vida (Horacio)"


 CARPĀMVS DVLCIA
Este carpāmus dulcia nos recuerda inevitablemente al carpe diem de Horacio pero Persio en lugar del día nos dice que cosechemos las dulzuras, los deleites, los placeres, el dulzor de la vida: lo que edulcora o endulza la vida. Una canción goliárdica de la Edad Media, del repertorio de los Carmina Burana, que cantaban los estudiantes, repite estas mismas palabras, que se hacen eco de Horacio: Omittamus studia, / dulce est desipere, / et carpamus dulcia / iuventutis tener(a)e! ¡Dejemos los estudios, / es dulce no saber , / y cojamos los dulces frutos / de la tierna juventud!

 NOSTRVM EST QVOD VĪVIS
Nuestro es lo que vives, lo que vivimos. Lo que se vive es nuestra única pertenencia: lo solo que nos llevamos por delante, que dice a veces la gente.

CINIS ET MĀNĒS ET FĀBULA FĪĒS 
Mañana te convertirás, nos convertiremos en ceniza, esto es, en polvo, en ánimas del otro mundo, que eso es lo que eran los Manes, los espíritus de los muertos, y en definitiva en leyenda, es decir, en habladuría y cuento. Hay una curiosa gradación en el verso: el futuro hará de nosotros en primer lugar polvo, nuestro residuo corporal, la ceniza de la incineración; nos volveremos después espíritu, ánimas descarnadas; y finalmente sólo quedará de nosotros el vago recuerdo que dejamos en los demás: la leyenda, que nada tiene que ver ya con la realidad que fuimos. 

VĪVE MEMOR LĒTĪ
Vive acordándote de la muerte, pensando en la muerte. Memento mori: recuerda que mueres, ten presente que eres mortal, no olvides que vas a morir. Sin embargo, de la muerte, de nuestra propia muerte no tenemos ninguna experiencia, ningún recuerdo, sino una amenaza.

La Danza de la Muerte, Michael Volgemut (1493)


  FVGIT HŌRA 
El tiempo huye. No es que pase, como dice a veces la gente, sino que huye de nuestra aprehensión, de su definición. No deja que le demos caza y captura, huye de nosotros, no se deja atrapar en los límites de una definición, de un concepto. Muchos relojes se encargarán de recordarnos esta verdad: el tiempo huye, la hora huye. Tempus fugit irreparabile. Escribirá Virgilio. El reloj no puede decirnos la hora que es porque el tiempo no se detiene nunca, sigue su rápido cabalgar hacia la muerte. 

HOC QVOD LOQVOR INDE EST
Lo que estoy diciendo ahora mismo ya no está ni aquí ni ahora porque ahora es inaprehensible: lo que estoy diciendo ya ha sido dicho, ya es pasado. Recuerda aquí Persio otra vez a Horacio: dum loquimur, fugerit inuida aetas: en lo que estamos hablando habrá huido el tiempo envidioso, la edad de la vida. El francés Boileau se hará eco de esta idea: Le moment où je parle est dejà loin de moi: El momento en el que hablo está ya lejos de mí.
 
Un reloj holandés recuerda a Persio.

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