In memoriam Isabel
Escudero (1944-2017)
Hoy la censura ha cambiado / el no de
lo prohibido / por el sí de lo mandado.
Una plegaria
Un creyente
se arrodilla y le pide a Dios misericordioso (o a Jehová o a Alá; cada feligrés
puede poner aquí el nombre propio de su Dios correspondiente, porque igual da
uno que otro ya que al fin y a la postre todos son el mismo) con lágrimas en
los ojos y mucho fervor religioso: “Señor todopoderoso, ¡haz que desparezca todo
lo malo que hay en mí y que me hace tan infeliz!” El Señor oyó y escuchó su
plegaria desde lo alto, y el creyente... ¡desapareció!
Pereat Academia!
Pereant Professores!
No conozco, mea culpa, mea maxima culpa,
ni el pensamiento ni la obra del escritor y filósofo ruso Alexander Herzen
(1812-1870) pero buscando en la Red la letra del Gaudeamus
igitur a la contra que escribió Agustín García Calvo, me encuentro con que en
una biografía de Herzen escrita por Aileen M. Kelly (The Discovery of Chance,
Harvard University Press, 2016, Cambridge, Massachusetts) se cuenta que, recién
graduado por la Universidad de Moscú escribió en 1833: Pereat Academia!
Pereant Professores!, parodiando y contradiciendo los canturreados versos
del Gaudeamus que hacen la pelota infame al mundo académico: Vivat Academia!
Vivant professores!
Sugerencia de un
alumno
Supongo que
quizá se le haya ocurrido alguna vez a alguien, a más de uno a buen seguro,
pero a mí, desde luego, no se me había pasado por la cabeza, y no me parece
desde luego ningún disparate, sino todo lo contrario, relacionar el mito
clásico de Pigmalión de Ovidio, no ya con la obra de teatro de Bernard Shaw del
mismo título, que es evidente, sobre la que se basó la película de George Cukor
de 1964 My fair lady, versión musical de otra inglesa más antigua de los
años treinta, sino con el entrañable Pinocho de Collodi.
Otra perla del Diálogo
de la lengua de don Juan de Valdés
...Todavía es mi opinión que la
iñorancia de la lengua latina, que los tiempos passados ha avido en España, ha
sido muy principal causa para la negligencia que avemos tenido en el escrivir
bien la lengua castellana.
Cada uno tiene su
opinión
La democracia, este régimen desarrollado en
que hemos venido a parar como si fuera el final de los tiempos, se sustenta en
la idea de que cada cual tiene su opinión, cuando todo el mundo sabe que son
las opiniones las que, construidas desde arriba, tienen a cada cual, se
apoderan de nosotros y nos hacen suyos subyugándonos, y enrevesándonos la cosa
al hacernos creer que somos nosotros los que las tenemos a ellas.
La lengua suelta y
fuera de regla
Nebrija era consciente de que antes de
escribir él su gramática, que es la primera que se escribió en castellano y en
una lengua europea moderna, publicada en 1482, el año en que se descubrió
América y se echó a los moros de España, la lengua “anduvo suelta y fuera de
toda regla”, por lo que había recibido “en pocos siglos muchas mudanzas”.
Aspiraba el gramático a meterla en cintura y ponerle sujeción, para que
anduviera a partir de entonces regulada y no sufriera tantos cambios y
desmanes, bajo la corona de la católica reina. Pretendía Nebrija la
uniformización de una lengua viva y de expresión oral en beneficio de su forma
escrita. Ofrece el gramático a su majestad la católica reina una gramática, un
arma desconocida y aliada del Imperio: herramienta de conquista en las recién
descubiertas Américas, que servirá para acabar con la lengua suelta y fuera de
regla del pueblo. Desde entonces son necesarios los maestros y profesores de
lengua y literatura castellanas: la gente no puede aprender a leer y a escribir
por su propia lengua, como ha aprendido a hablar, sin un profesional que le
enseñe, por lo que la lengua de Castilla, dotada de su gramática, pasó a
enseñarse como tradicionalmente se enseñaba el latín a los estudiantes.
A comienzos del año en curso nos dejaba el
poeta vasco Joxean Artze (1939-2018) autor de uno de los poemas más bellos dentro de la brevedad que
conozco, que se ha convertido en poesía popular, porque acierta a formular con
muy pocas palabras esas cosas que todos sentimos y pensamos y no logramos a
veces expresar con nuestras palabras: Txoria txori, en eusquera o, lo que es lo
mismo, Pájaro, pajarito, que Mikel Laboa musicó y otros muchos han cantado,
como por ejemplo, recientemente Anne Etchegoyen, que tituló su versión “Hegoak”
(Las alas), por ser la palabra con la que se abre el poema; Hegoak ebaki
banizkio / nerea izango zen, / ez zuen alde egingo. ( Si le hubiera
cortado las alas / habría sido mío, / no se me habría escapado). Bainan,
honela / ez zen gehiago txoria izango. (Pero así, / habría dejado de ser
pájaro) Eta nik... / txoria nuen maite (Y yo... / yo lo que amaba
era el pájaro).
Las palabras pronunciadas se las lleva el
viento, su naturaleza es volar por los aires o en el recuerdo de nuestra
memoria como si fueran mariposas, mientras que si las escribimos paralizamos su
vuelo, dejarán de revolotear en torno nuestro, como si hubiéramos tomado una
fotografía. La mariposa que volaba ha sido ahora disecada, atravesada con un
alfiler entomológico y clavada en un corcho y guardada en una vitrina con una
bolita de alcanfor o naftalina a fin de inmortalizarla dándole paradójicamente
la muerte.
Si algo se
sabe de Sócrates con certeza es que no sabía gran cosa ni con certeza: o como
él dice en su discurso de defensa ante los jueces que acabaron condenándolo a
muerte “que, no sabiendo de las cosas del Hades, así mismo reconozco que no lo
sé”. Sólo una creencia positiva aparece en Sócrates: el daimon o demonio,
aquella voz que se hacía oír para avisarle a veces. Pero justamente el daimon
es un demonio esencialmente negativo; “cuando sobreviene, me hace siempre señal
de apartarme de lo que vaya a hacer, pero a hacer no me incita nunca”. Ese
duende o genio divino que lo acompañó que era niño desanimó a Sócrates de
escribir. Y en cambio, su vida, sus desenseñanzas o desengaños y su condena a
muerte por un tribunal democrático provocaron el nacimiento de un género
literario nuevo al que pertenecen, entre otros perdidos, los diálogos de Platón
y Jenofonte.
De identitate
La identidad ya sea nacional, ya sea
individual es la superstición moderna más poderosa que hay, un fetichismo en el
sentido etimológico de la palabra: el término fetiche igual que hechizo, el primero a
través del francés fétiche, proceden del latín facticium, que significa
artificial, inventado, imitativo, hecho adrede-, y en el doble significado de
culto irracional a seres o entidades sobrenaturales y admiración exagerada
hacia algo a lo que se le otorgan unas virtudes extraordinarias que a todas
luces no posee.
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