La publicidad además de
ser una actividad comercial es un lenguaje. Tiene sus propios
códigos. Como todo lenguaje, sirve para comunicar algo, generalmente
que consumamos algún producto. Hoy en día la publicidad tiene un
poder tan fuerte que no se puede explicar nuestra realidad y ciertos
hábitos de comportamiento de las personas sin tenerla en cuenta.
Tántalo con el agua al
cuello intentando tomar las manzanas
Pero la publicidad no
sólo nos invita a consumir creándonos necesidades que no teníamos,
sino que sirve también para transmitir determinadas formas de ver o
entender la vida. Y aquí es donde radica su mayor éxito y su mayor
peligro: la publicidad influye cada día, incluso sin darnos cuenta,
en nuestra forma de pensar y de actuar.
Tántalo, Justin McElroy
(diseñador gráfico)
Eduardo Galeano escribió
en "Lecciones de la sociedad de consumo": El suplicio de
Tántalo atormenta a los pobres. Condenados a la sed y al
hambre,están también condenados a contemplar los manjares que la
publicidad ofrece. Cuando acercan la boca o estiran la mano, esas
maravillas se alejan. Y si alguna atrapan, lanzándose al asalto, van
a parar a la cárcel o al cementerio. Manjares de plástico, sueños
de plástico. Es de plástico el paraíso que la televisión promete
a todos y a pocos otorga. A su servicio estamos. En esta
civilización, donde las cosas importan cada vez más y las personas
cada vez menos, los fines han sido secuestrados por los medios: las
cosas te compran, el automóvil te maneja, la computadora te
programa, la TV te ve.
Tántalo, Giambattista
Langetti (1625-1676)
Tántalo es célebre en
la mitología por el castigo que tuvo que sufrir en los Infiernos.
Sin embargo no hay acuerdo entre los autores sobre cuál fue el
motivo de su castigo. De la descripción de su tormento hay también
dos versiones: se hallaba en los Infiernos colocado debajo de una
enorme roca que amenazaba siempre con caer, a modo de espada de
Damoclés; pero que se mantenía en eterno equilibrio; o que,
sumergido en agua hasta el cuello, no podía beber y calmar su sed
porque el líquido elemento retrocedía cada vez que trataba de
introducirlo en su boca; y una rama cargada de frutos -generalmente
manzanas- pendía sobre su cabeza, pero si levantaba el brazo e
intentaba tomar la fruta para saciar su hambre, la rama se levantaba
bruscamente y quedaba fuera de su alcance. Es este último tormento
el que más han reflejado las artes gráficas y al que se refiere
Eduardo Galeano en el texto que hemos leído.
Lucrecio en su De rerum
natura versos 980 y 981 se hace eco del primero: "nec miser
inpendens magnum timet aëre saxum / Tantalus, ut famast, cassa
formidine torpens": ni Tántalo, el pobre, está colgada en el
aire temiendo / la enorme roca que caiga, en vano helado de miedo.
Reflexiona en ese texto Lucrecio sobre cómo los tormentos
infernales, que de por sí son imaginaciones absurdas, trasladan las
penas y miserias de esta vida al reino de los muertos. Por eso dice:
"Y aquello, sin duda, todo que en los profundos infiernos /
contado nos han que lo hay, todo en vida aquí lo tenemos". Es
decir que el suplicio de Tántalo es nuestro propio suplicio. Sólo
hay que cambiar el nombre de Tántalo por el nuestro propio, como nos
advirtió Horacio: Quid rides? Mutato nomine de te fabula narratur.
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