El efebo de Antequera es una escultura romana del siglo I tallada en bronce que representa a un adolescente desnudo y que se encontró casualmente en un cortijo cerca de Antequera (Málaga) en 1955.
Ha salido el sol, un sol pagano de bronce antiguo
desenterrado de las ruinas del pasado
por Antequera, esplendoroso y deslumbrante,
por Antequera, esplendoroso y deslumbrante,
contra el oscurantismo de estos tiempos nuestros.
El efebo de Antequera tiene a sus espaldas
casi dos mil años. Representa la belleza
masculina sin tapujos de la juventud
en la plenitud de la edad y vida, sin pudor,
y la rebeldía contra el orden establecido
y la moral cristiana que ensombrecerá
durante dos milenios este mundo nuestro
y que revestirá los cuerpos de ignominia
y los espíritus de ignorancia y ciega fe.
Ha resurgido de la noche de los tiempos
y el olvido, fruto de un feliz renacimiento.
Salió, quién iba a imaginarlo, por Antequera,
Así define la RAE "efebo": Del latín ephēbus 'adolescente', y este del griego ἔφηβος éphēbos. m. Mancebo o adolescente de belleza afeminada.
El observador permanente de la Santa Sede ante la ONU, cuyo nombre propio omito por cortesía, ha inventado y puesto en circulación un neologismo o nuevo palabro. Ha dicho el representante de la Iglesia Católica que “no se debería hablar de pedofilia sino de homosexuales atraídos por adolescentes.” Y a esta atracción la ha bautizado con el término griego hasta ahora inusitado por lo que a mí se me alcanza de “efebofilia”, y ha definido su práctica como las relaciones que establecen varones mayores de edad con congéneres de su propio sexo que están en la efebía, o sea que tienen de los 11 (sic) a los 17 años”. Ha dicho que los clérigos menoreros acusados de pedofilia no son pedófilos sensu stricto sino efebófilos, propiamente hablando, como si pretendiera quitarle así un poco de hierro a la acusación.
Resulta por lo menos curioso que alguien haya introducido este término que obliga a que se reserve exclusivamente el de pedofilia para los menores de 11 años, desgravando a la Iglesia que dejaba que los niños se acercaran a ella para meterles mano y algo más, de algunos de sus pecados capitales, y poniéndolo en circulación para los mayores de 11 pero menores de edad o preadolescentes todavía, como si fuera menos grave violar a un (pre)adolescente, abusando de él, que a un niño.
"-Sinite parvulos venire ad me, ne prohibueritis eos"
(Dejad que los niños vengan a mí, no se lo impidáis)
No se puede estar de acuerdo con el representante de la curia vaticana, donde asienta sus posaderas el actual pontífice y vicario de Cristo, en su definición de la franja de edad que corresponde a la efebía, porque choca con la consideración clásica, que cifraba este período en los dieciocho años en Esparta, o, por lo menos, en los dieciséis, según otros autores, en Atenas, pero nunca en lo que hoy llamaríamos la preadolescencia.
Entiendo, como los griegos, que la efebía comienza a los dieciséis años, cuando el niño ya ha alcanzado la corpulencia definitiva, es decir, el desarrollo, la altura y el peso que lo caracterizarán en adelante, es apto para el servicio militar y ya es capaz de levantarle la mano a su padre pues está en la plenitud de su fortaleza física, aunque no haya nada más feo por otra parte que pegar a un padre
Los efebos estaban bajo la protección de la divina Hebe. Era Hebe, precisamente, la hija de Zeus y de Hera, diosa de la mocedad que, esposa de Heraclés en el Olimpo, servía el néctar a los inmortales antes de la llegada del efebo Ganimedes. Y eran los efebos los que habían alcanzado el estado de gracia de Hebe.
Hebe, Carolus Duran (1837-1917)
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