Adictos como son los adolescentes en su mayoría a las redes sociales,
se dedican, una vez que han caído en ellas y se han convertido de peces en pescados, a leer lo que otros escriben y a publicar ellos sin piedad,
consideración ni pudor todas las ocurrencias que les pasan por las mientes, descerrajando sin ton ni son las opiniones y los gustos personales más idiotas de sus idiosincrasias: cómo les mola –o disgusta,
para el caso da igual- el último temazo infumable de la diva milmillonaria y
estrafalaria de turno que acaba de vomitar un adelanto de su último álbum que
todavía no está en el mercado, o los exabruptos de cualquier politicastro de
turno, tertuliano o concursante televisivo del Gran Hermano...
Y así uno puede leer, por ejemplo, entre tanta morralla y bazofia gritos desesperados y desgarrados en menos de ciento cuarenta caracteres como: HABER SI ME MUERO (sic). Que en seguida recibirá la adhesión de varios “like”, “me gusta”, “fav” o lo que sea, porque de lo que se trata es de permanecer atentos a la pantalla y de reaccionar ante lo que airean los demás dentro de la Time Line.
Y así uno puede leer, por ejemplo, entre tanta morralla y bazofia gritos desesperados y desgarrados en menos de ciento cuarenta caracteres como: HABER SI ME MUERO (sic). Que en seguida recibirá la adhesión de varios “like”, “me gusta”, “fav” o lo que sea, porque de lo que se trata es de permanecer atentos a la pantalla y de reaccionar ante lo que airean los demás dentro de la Time Line.
Lo que no consiguió, precisamente, la televisión cuando decía
aquello de “permanezcan atentos a su pantalla” –algunos nos desenganchamos de
aquella droga estupefaciente y nos quitamos de ella para siempre- lo han logrado los
teléfonos supuestamente inteligentes, a cuyas pantallas permanecen atentos los
jóvenes y no tan jóvenes en su inmensa mayoría a todas las horas del día y de la noche.
HABER SI ME MUERO: Se trata
de un exabrupto adolescente donde lo que a mí más me preocupa no es su carácter
infantiloide, ni siquiera la falta de ortografía consistente en meter una B de
burro donde no debería, sino el carácter –me refiero ahora a la letra- que está de más, es decir, la sobra de
ortografía consistente en meter una H donde no debería haber (aquí sí que está
justificada la hache) nada. Porque, vamos a ver (sin hache y con uve), a ver si nos
enteramos: la B y la V se pronuncian igual y puede entenderse que alguien
medianamente instruido cometa una falta de ortografía confundiendo una letra
por otra y escriba por ejemplo *avalanzarse, con uve, o *abalancha con be, porque, a fin de
cuentas, ambas letras representan un mismo fonema oclusivo labial sonoro castellano
que escribimos unas veces con be y otras con uve por razones meramente etimológicas
y conservadoras que la mayoría de los hablantes ignoran, pero son dictados prescriptivos
de la RAE, que nos dice que abalanzarse es con be, como balanza, y avalancha es
con uve, porque viene del francés avalanche, donde la v por cierto es un fonema
distinto de la be, y donde no es lo mismo “je bois” (bebo)
que “je vois” (veo). Pero lo que demuestra una sumisión total a la
autoridad y un miedo pluscuampatológico a cometer una falta ortográfica que nos
lleva a perpetrar lo contrario, para mí mucho más grave, si cabe: una sobra
ortográfica.
No me extraña que muchos jóvenes y no tan jóvenes utilicen las
redes sociales que los utilizan a ellos para mostrar su insatisfacción y su
ilibertad, motivadas entre otras cosas por su dependencia y grado de adicción a
dichas redes. Y es que, como muy bien dice Byung-Chul Han, la red digital, que se
recibió al principio como un medio de libertad ilimitada, pasada la euforia
inicial, se muestra hoy como una decepción: “La libertad y la comunicación
ilimitadas se convierten en control y vigilancia totales”. Y también: “El smartphone es un objeto digital de devoción”. Y “devoto”
significa “sumiso”, por lo que el smartphone
es un objeto de sumisión y alienación. Funciona, dice el maestro coreano, como
un rosario, ya que ambos –el teléfono inteligente y el rosario- sirven para
examinarse uno y controlarse a sí mismo. “El me gusta es el amén digital. Cuando hacemos clic en el botón de me gusta nos sometemos a un entramado de dominación. El
smartphone no es sólo un eficiente
aparato de vigilancia, sino también un confesonario móvil. Facebook es la
iglesia, la sinagoga global (literalmente, la congregación) de lo digital.” (Byung-Chul Han, La crisis de la libertad, en su libro Psicopolítica, de recomendada
y obligada lectura).
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