sábado, 26 de agosto de 2017

El impacto de una marca

Se llama “impactum” y se trata de una bebida energética (energy drink en la lengua del Imperio). El logotipo está escrito en letras mayúsculas blancas sobre fondo negro y destaca el impacto de una bala en mitad de la palabra, entre las letras A y C. Resulta que impacto puede definirse como “choque con penetración, lo cual viene sugerido por el prefijo IN- que conlleva la idea de movimiento con introducción, lo que enseguida nos trae a la imaginación el de la bala en el blanco, lo que le viene de pegada a la marca que estamos analizando.

Me atrevería a decir que su éxito internacional está asegurado: La palabra es latina pero muy transparente en muchas lenguas europeas: impacto en castellano, gallego y portugués, impacte en catalán, impatto en italiano, impattu en corso, impact en la lengua del Imperio y también en francés, Impakt en luxemburgués, impatt en maltés, pero no en alemán, donde, aunque existe Impact como anglicismo, se prefieren los términos propios de origen germánico Wirkung o Wucht. 

La palabra, que entró en castellano en el siglo XIX, está tomada del latín tardío IMPACTVM “acción de chocar con penetración”, y es hermana de COMPACTVM “ensamblado”. Ambas revelan un origen común, que sería PACTVM de donde procede nuestro pacto y el verbo pactar

La evolución de PACTVM resulta muy curiosa:  no se acabó en el cultismo pacto, sino que dio origen también a una palabra patrimonial pato que sólo utilizamos en la expresión “pagar el pato”, referida al que paga algo que es culpa o responsabilidad de otro. La confusión con el ave palmípeda ha asegurado el éxito de la expresión, que ha sobrevivido y llegado hasta nuestros días, y que se utiliza también en portugués. En italiano existe también la expresión “pagare il patto”, aunque su uso no está tan extendido como entre nosotros porque no se da la confusión, ya que pato se dice "anatra", y significa sencillamente cumplir las condiciones que previamente se habían acordado, aunque no agrade.


En castellano y en portugués, se impuso por influencia árabe la palabra “pato”, que procede del persa bat a través del árabe clásico baṭṭ y del árabe andalusí, páṭṭ, ya que la palabra latina para esta ave palmípeda era ANATEM, que evolucionó a ánade pero que pertenece a un registro culto del lenguaje. 

El plural del nuestro PACTVM, o sea, PACTA da origen al sustantivo femenino pauta que en la Edad Media tomó el significado de convenio, ley, texto legal, y de ahí surgió el verbo pautar, y da origen también a pata, un término anticuado y dialectal, que se usaba en la locución hacer pata con el significado de pacto, pactar, hacer la paz con alguien, y, por lo tanto, quedar en paz con alguien sin ganar ni perder, es decir, empatar, lo que se ve en italiano donde impattare es la evolución del latino impactare.

La raíz indoeuorpea que está detrás de pacto/impacto/compacto es, precisamente, *pak- , cuyo significado primordial sería “fijar, atar, asegurar”, y cuyo derivado más ilustre sería la palabra latina PACEM que es el origen de nuestra paz, y da lugar a sus derivados pacífico, pacifismo, apaciguar... en el sentido de que la paz es un acuerdo, un convenio al que se ha llegado. 

Resulta curioso también que el verbo PACARE, que en latín significaba “apaciguar”, haya evolucionado en castellano por apocópe de la /e/ final y sonorización de la oclusiva sorda intervocálica /k/ a pagar. Conservamos en castellano "pacato", que es el cultismo del que procede la palabra patrimonial "pagado".  "Pacato" es sinónimo de tímido y tiene la connotación de mojigato y escrupuloso; etimológicamente significa "pacificado", poco beligerante y nada rebelde. En la expresión “estamos pagados” se da a entender que se corresponde por una parte, como dice la RAE, a lo que se merece de otro. Cuando decimos de alguien que ha pagado a alguien, damos a entender que ha satisfecho una deuda, es decir, que ha restituido lo que debía: ha pagado el pato. También se pagan culpas, lo que quiere decir, que se aplacan, que se satisfacen mediante la pena correspondiente. Antiguamente se pagaba a los soldados, a sueldo que estaban, distribuyéndoles dinero para que pudieran comprar su sal –de ahí, su salario, nuestro salario, el salario de los que somos asalariados. Se nos paga por nuestro trabajo “para tener la fiesta en paz”.


 Missile ("proyectil"), otra bebida energética de nombre latino y temible aspecto.
 
Todo el vocabulario de la economía revela en el fondo un intento de evitar la guerra haciendo que reine una falsa paz.

Comenta Claude Lévi-Strauss en “Las estructuras elementales del parentesco” (1949): Las pequeñas bandas nómadas de los indios Nambikwara del Brasil occidental se temen normalmente y se evitan; pero al mismo tiempo, desean el contacto, porque este les ofrece el único medio de proceder a intercambios y procurarse así los productos o artículos que les faltan. Hay un lazo, una continuidad, entre las relaciones hostiles y el suministro de prestaciones recíprocas: los intercambios son guerras pacíficamente resueltas, las guerras son el desenlace de transacciones malogradas.

Al final, resulta que la paz tenía algo que ver con el impacto de la bala, como si la paz fuera el resultado de un disparo, y el disparo fuera en el estómago tras la ingesta de la bebida energética que se llamaba Impactum. Recordemos, a propósito, lo de Tácito: Miseram seruitutem falso (nomine) pacem uocant: Llaman paz con falso nombre a una miserable esclavitud.. Podríamos reformularlo a la heraclitana de este otro modo: Miserum bellum falso (nomine) pacem uocant: Llaman paz con falso nombre a una miserable guerra.

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