"El amor que no osa decir su nombre en este siglo es el amor entre un
hombre mayor y un hombre joven, tal como lo hubo entre David y Jonatán,
tal como Platón lo situó en el centro de su filosofía y tal como se
encuentra en los sonetos de Miguel Ángel y Shakespeare. Es ese profundo
afecto espiritual, que es tan puro como perfecto, quien dicta y permea
grandes obras de arte como las de Shakespeare y Miguel Ángel y esas dos
cartas mías, tal y como están. Es malentendido en este siglo, tan
malentendido que puede ser descrito como "el amor que no osa decir su
nombre", y gracias al cual estoy emplazado donde me encuentro ahora. Es
hermoso, fino, es la forma más noble de afecto. No hay nada antinatural
al respecto. Es intelectual y existe frecuentemente entre un adulto
mayor y un joven adulto, cuando el mayor tiene el intelecto y el joven
todo el gozo y la esperanza y el glamour de la vida frente a sí. Que sea
así, el mundo no lo entiende. El mundo se burla de él y algunas veces
pone a alguien en la picota por eso." (Texto de Oscar Wilde).
El amor que no se atreve a decir su nombre no es, como podría parecer a primera vista, el amor
homosexual entre dos personas adultas del mismo sexo, sino el amor pederástico entre un adulto y un joven de su mismo sexo. Ejemplos en la mitología griega tenemos varios: los efebos Jacinto y Cipariso, amados por Apolo, y Ganimedes, al que los romanos llamaron Catamito, amado por Zeus.
Son muchos los tratamientos artísticos del tema del rapto de Ganimedes, convertido en el aguador/acuario del Olimpo y del zodíaco, sustituto de Hebe, que hasta entonces desempeñaba esa labor de servirles el néctar y la ambrosía a los inmortales. Unas veces en un águila, otras el propio Zeus o Júpiter quien rapta al efebo.
Son muchos los tratamientos artísticos del tema del rapto de Ganimedes, convertido en el aguador/acuario del Olimpo y del zodíaco, sustituto de Hebe, que hasta entonces desempeñaba esa labor de servirles el néctar y la ambrosía a los inmortales. Unas veces en un águila, otras el propio Zeus o Júpiter quien rapta al efebo.
Zeus raptando a Ganimedes (terracota griega del período arcaico, h.480-470 a.C)
La represión de la homosexualidad solía aplicarse, en la época
victoriana en la que vivió Oscar Wilde, el dandy por antonomasia, a
golpe de redada, y era francamente raro que cayeran personas
importantes como él en esas trampas. Pero, ¿por qué condenaron entonces
exactamente a Oscar Wilde? ¿Fue acaso un Cristo homosexual, un mártir gay en la puritana Inglaterra victoriana, y se condenó en él
la homosexualidad y el estilo de vida homosexual? Parece que no, parece
que Oscar Wilde no fue tratado como homosexual exactamente, sino que
fue condenado por corruptor de la juventud en un sentido mucho más
amplio y socrático, más que por sodomía.
Ganimedes y el águila, Thorvadlsen 1817 (tratamiento neoclásico del tema)
Era un auténtico provocador, muchísimo más peligroso que un
vulgar homosexual cualquiera. En palabras autorizadas de Havelock Ellis en su
libro La inversión sexual (1896), Oscar Wilde fue tomado como
ejemplo de "persona heterosexual, la cual parece que llega a ser
homosexual a través del ejercicio de la curiosidad intelectual y del
interés estético". La homosexualidad, pues, de Wilde se veía como un
vicio libre- y deliberadamente elegido y asumido, es más, como la
conclusión hasta cierto punto previsible de una larga serie de
comportamientos anticonformistas y, diríamos hoy, antisistémicos, y no
estaba dirigida a adultos de su mismo sexo, sino a efebos. El eterno
provocador y dandy, desafió a su tiempo a que lo
crucificase y, su tiempo, como es obvio, no se lo pensó dos veces.
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