El filósofo neoplatónico Porfirio de Tiro escribió
alrededor del año 270 en Sicilia un tratado en griego titulado Katà
Christianón, Contra los Cristianos, que no se ha conservado, y no porque
careciera de valor, que lo tenía al parecer, y mucho, sino porque no interesaba su difusión entre la ya pujante
e influyente comunidad cristiana del imperio romano de los siglos III y IV, ya
que, como dice el profesor y editor de
los fragmentos, Adolf von Harnack sobre la obra, «es
quizás el escrito más rico y fundamentado que se ha escrito jamás contra el
cristianismo».
Esta obra, maldita como pocas, en efecto, fue condenada tres veces a la
hoguera y quemada, según leo en el artículo de Jordi Morillas Contra Christianos: la crítica filológica de
Porfirio al cristianismo, publicado originalmente en la revista filosófica
Daímon y ahora en la red: la primera
condena vino por parte del emperador Constantino, antes del concilio de Nicea, a la que siguieron un edicto de Valentiniano III, el emperador de Occidente, en el año
448, y Teodosio II, emperador de Oriente, que ordenaron la
destrucción de todo aquello que Porfirio había escrito contra el culto santo de
los cristianos, por lo que a mediados del siglo V ya no podía encontrarse esta
obra en ninguna biblioteca.
Averroes, a la izquierda, conversando con Porfirio de Tiro
Sin embargo, nos han llegado
algunos fragmentos, alrededor de 110, del tratado perdido gracias,
precisamente, a los autores
cristianos que pretendían refutarlo y, que para hacerlo, citaban algunos
pasajes. En uno de estos fragmentos conservados afirma Porfirio de los
evangelistas cristianos (Mateo, Marcos, Lucas y Juan) que compusieron el Nuevo
Testamento: “Los evangelistas son los
inventores, no los historiadores de los hechos acaecidos a Jesús”. Y añade
en otro fragmento: «esos astutos y hábiles
sofistas(sic) hipotetizan, ya que se inventaron lo que nunca tuvo lugar y
adscribieron a su maestro lo que no le había sucedido a él mismo».
Porfirio encuentra en la Última Cena rasgos de canibalismo
y antropofagia que repugnan a su mentalidad helénica,
y, en concreto, en las palabras de Cristo, recogidas en Juan 6, 53: «De verdad,
de verdad os digo, si no coméis la carne del Hijo del Hombre y bebéis su
sangre, no tendréis vida en vosotros». Ante esta afirmación, tomada
literalmente, Porfirio responde: «Pues esto no es ni salvaje ni extravagante,
sino que de todas las extravagancias es la más extravagante y de todas las
cosas salvajes la más salvaje el hecho de que humanos prueben carne humana y
beban sangre de la misma especie y de la misma familia y que haciendo esto
obtengan vida eterna».
El célebre árbol porfiriano
Una cita de la obra perdida de
Porfirio nos la brinda san Agustín, en su Epístola 102.28. Su interlocutor le
pregunta si es verdad lo que afirma Porfirio, en concreto, si Salomón lo dice
en alguna parte, y la cita del neoplatónico es en latín: “Filium Deus non habet”. Lo que quiere decir: “Dios no tiene un
hijo”. A lo que se apresura el santo de Hipona a responderle rápidamente que sí
que lo tuvo.
Porfirio constataría que si Dios es único, no puede tener un hijo, y por lo tanto la identidad de Cristo no consistiría en ser el «Hijo de Dios». Junto a esta imposibilidad divina o teológica de ser Hijo de Dios, está el hecho de que tuvo una madre carnal e, incluso, hermanos.
Porfirio constataría que si Dios es único, no puede tener un hijo, y por lo tanto la identidad de Cristo no consistiría en ser el «Hijo de Dios». Junto a esta imposibilidad divina o teológica de ser Hijo de Dios, está el hecho de que tuvo una madre carnal e, incluso, hermanos.
Este es el célebre pasaje sobre
los hermanos de Jesús de Mateo (12, 46-49), donde Jesús habla de la
superioridad de los lazos espirituales o afectivos sobre los carnales o
familiares propiamente dichos. Dice en la traducción del griego a nuestra
lengua de Nácar-Colungar: "Mientras Él hablaba a la muchedumbre, su
madre y sus hermanos estaban fuera y pretendían hablarle. Alguien le dijo: Tu
madre y tus hermanos están fuera y desean hablarte. Él, respondiendo, dijo al
que le hablaba: ¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos? Y extendiendo su
mano sobre sus discípulos, dijo: He aquí mi madre y mis hermanos".
La destrucción del árbol de Porfirio (circa 1550)
En efecto, en los Evangelios, escritos originalmente en griego y no en
hebreo, se emplea el término
"adelphós" que como se sabe significa siempre "hermano
carnal", "nacido de la misma matriz" para referirse a los
hermanos de Jesús. Si los evangelistas hubieran pretendido expresar
"primo" o "pariente" tenían a su disposición otras palabras
griegas como "anepsiós", por ejemplo, que no hubieran inducido a una
innecesaria confusión a sus lectores griegos. El caso es que tanto Mateo como
Marcos aluden con normalidad a los hermanos de Jesús "adelphoi" y nos
dan hasta sus nombres Santiago, José, Simón y Judas, y al menos dos hermanas
"adelphái", de las que no nos dan sus nombres propios.
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