Dice Nicola Gardini en su reciente libro publicado en Italia en 2016, Viva il latino. Storie e bellezza di una
lingua inutile, que ya va por la décima reedición, que para él “umbra” es
una de las palabras más bellas de la lengua latina. Así justifica su elección (pág.
134): Nella sua brevità condensa il suo
stesso significato, passando dall’ oscuro della vocale iniziale al chiaro di
quella finale, attraverso un concertino di ben tre consonanti, la nasale m (che prolunga l’ impressione di
cupezza) e la coppia labiale media (o sonora) b + liquida dentale r
(che sospingono dolcemente alla luce). “En su brevedad condensa su propio
significado, pasando de lo oscuro de la vocal inicial al claro de la final, a
través de un pequeño concierto de tres consonantes, la nasal m (que
prolonga la impresión de oscuridad) y la pareja labial media (o sonora) b +
líquida dental r (que empujan dulcemente a la luz)”. Efectivamente, la u
es una vocal más cerrada y, por lo tanto, nos sugiere la idea de privación
de luz que la sombra conlleva, por lo que es más oscura, que la a final,
más abierta y, por lo tanto, más luminosa, como la luz que se vislumbra al
final de un túnel.
Conservamos en español cultismos
derivados de VMBRA, como el adjetivo umbrío y umbrátil, y los
sustantivos umbría, que alude al terreno húmedo y orientado generalmente
hacia el norte, y penumbra, palabra compuesta ya en latín de paen(e)
“casi” y umbra “sombra”.
Sin embargo el umbral de la
puerta no deriva de la palabra VMBRA, contra lo que pudiera parecer a primera
vista, ya que, en castellano viejo, no se decía “el umbral”, como hoy, sino “el
lumbral”. Este lumbral no tiene nada que ver con la lumbre
tampoco, aunque puede haber una remota relación, ya que era una forma
alternativa de limbral/limbrar, que procede de LIMINAREM, adjetivo
derivado de LIMEN, que propiamente significaba “umbral de la puerta” o “dintel”
en latín en sentido estricto y en el figurado “comienzo”, relacionado como está
con LIMES LIMITIS “límite, linde”, como sugieren los compuestos que funcionan
como adjetivos preliminar o subliminal. Alude este último a
lo que está por debajo (sub) del umbral de percepción, y el verbo
“eliminar”. literalmente significa echar fuera (e/ex) del umbral;
el lumbral era, por lo tanto, la parte inferior de la puerta de una
casa, donde la ele inicial de la palabra desapareció por confusión con el
artículo. Como curiosidad hay que decir que el dintel, o parte superior de la puerta,
deriva de LIMITELLVS, que es el diminutivo de LIMES: lintel o dintel.
VMBRA evolucionó en francés a OMBRE,
en italiano y catalán a OMBRA, en rumano se mantuvo como UMBRA, y en castellano
y portugués quedó como SOMBRA. ¿De dónde procede esa S inicial que compartimos
los hablantes castellanos y portugueses?
Hay dos teorías que pretenden
explicarla: la del maestro Corominas dice que es una influencia probable de “sol”,
ya que hacia 1250 está atestiguada la forma solombra en los dialectos leoneses,
judeoespañoles, portugueses y occitano, habida cuenta de las correlaciones
solear/sombrear, sol/sombra, solano/sombrío; la Real Academia Española, por su
parte, se inclina por otra explicación: deriva la forma solombra de la expresión
preposicional sub umbra (bajo la
sombra), con la evolución normal de sub > so, quizá habría que postular un so
l’ ombra, procedente del latín
su(b il)la umbra “bajo aquella sombra” que evolucionó a solombra y
de ahí al arcaico soombra atestiguado en portugués antiguo, hasta llegar
a la moderna sombra. Derivan de sombra: sombrajo,
sombrero, sombrilla, y los
compuestos asombro y ensombrecer.
Asombrarse sería
propiamente asustarse, o si no llega la cosa a tanto, sorprenderse al menos
de una sombra, que resultaría así
asombrosa, como en los versos de Rosalía de Castro: "negra sombra que me asombras" y "sombra que sempre me asombras". Lo curioso de la palabra sombra es que se refiere tanto a la oscuridad que proyecta un cuerpo como a un fantasma o proyección sin cuerpo. A veces nos asustamos, como los niños, de nuestra propia sombra, pero también de una sombra que no sabemos de quién es, que no es de nadie, y que, por lo tanto nos amenaza con la proyección de su presencia, porque se nos impone como si fuera alguien o algo, vaya usted a saber.
El diminutivo de VMBRA era ya en
latín VMBRELLA y VMBELLA. El primero se utiliza en inglés como sinónimo de
“paraguas, sombrilla”, y en italiano
con vocalismo /o/ ombrella, mientras que en castellano subsiste como cultismo umbela, quitasol que se utiliza para
cubrir el Santísimo al trasladarlo, pero también tenemos el compuesto umbelífero que se utiliza en botánica
para referirse a plantas como el cardo corredor, el apio, el perejil, el
hinojo, el comino, la zanahoria o la cicuta con la que envenenaron a Sócrates,
que poseen unas inflorescencias en las que los pedúnculos, que arrancan de un
mismo punto y se elevan a igual altura, forman una especie de paraguas, de
donde le viene la analogía que explica su nombre.
Una palabra muy bella, sin duda, con
la que concluye la Eneida de
Virgilio: Eneas atraviesa con su espada a Turno, su rival, y su alma, indignada,
huye con un gemido al reino de las sombras: uītaque
cum gemitū fugit indignāta sub umbrās.
No hay comentarios:
Publicar un comentario