No hay nada más tonto y
alejado del razonamiento y del sentido común que el refranero,
donde lo único que se puede sacar en claro es que hay refranes para todos los gustos. Así por ejemplo: Al que madruga Dios le ayuda. Pero,
por el contrario: No por mucho madrugar amanece más temprano. Las paremias, proverbios o refranes, que son el objeto de estudio de la paremiología, son por lo general
anónimas y presentan diversas variantes, siendo una de sus
características el verso, generalmente octosílabo en castellano, y la rima, que
asocia siempre dos palabras que aparentemente no tienen mucho en
común, en lo que reside su gracia.
Muy pocos tiene algo de
validez general o de razón común. Ya hace algún tiempo analizamos algunos refranes anticlericales españoles aquí, cuya lectura puede resultar tan provechosa como divertida. Por mi parte, a más de aquellos sólo conozco dos o tres que merezcan la pena: No hay mal que para bien no venga.
Es uno. Otro: Donde menos se espera salta la liebre (o el gazapo,
que es el conejo joven).
Otro: En el cielo manda Dios, / el demonio en el infierno; / y en
este mundo cabrón / del dinero es el gobierno” (o... el que
manda es el dinero”). Repárese en las rimas de esta última copla, que abren tantas sugerencias: ...Dios/...cabrón; ...infierno/ ...gobierno.
El refranero es
útil para conocer los prejuicios de la sociedad, que refleja a la
perfección. Se puede decir que es popular en el peor sentido de la palabra: refleja la mentalidad, generalmente sumisa y resignada, del pueblo sometido a lo que Dios manda. Por ejemplo, si buscamos la relación “hombres/mujeres” y la cultura, encontramos que no es la lengua la que es machista, son
los hablantes de esa lengua los que ordinariamente lo son, y atribuyen la cultura como adorno a los varones y como defecto a las mujeres. Verbigracia: Mujer que sabe latín, ni encuentra marido ni tiene buen fin.
Otra variante con la misma rima: Mujer que sabe latín, no
la quiero para mí. Y otra más, por si fuera poco: Mujer que sepa latín, guárdatela
para ti.
¿Qué quiere decir aquí
“latín”? Quiere decir cultura, estudios, conocimientos, una
carrera, porque a lo largo de la Edad Media y hasta la Moderna,
pasando por el Renacimiento, el latín fue la lingua franca de
la cultura occidental europea. No se está haciendo contracultura y criticando la cultura en general. El refranero no llega a tanto. Lo que critica es que las mujeres se culturicen. Esos mismos conocimientos, que no
son buenos en las mujeres, son bienvenidos en el hombre, como demuestra
implícitamente este otro refrán: Ni mujer que hable latín, ni
hombre que hable gachupín. Gachupín alude despectivamente,
en principio, al español establecido en México o Centroamérica,
pero también a los hispanoamericanos que se establecieron posteriormente en España, cuyo
acento y forma de hablar delataba enseguida su procedencia y extranjería, lo que refleja también la xenofobia, además de machismo, del refranero popular.
Otro refrán que
implícitamente refleja lo mismo, a saber: que la cultura es cosa de hombres y desaconsejable en la mujer sería: Con latín, rocín y
florín, se va al mundo hasta el fin, o en otra versión: Con latín, rocín y
florín, andarás el mundo del uno al otro confín. Florín es dinero. Leo
por ahí que los florines, siendo en su origen venecianos, se acuñaron en Aragón durante el siglo XIV y circularon también por
Castilla hasta entrado el siglo XV. Rocín es aquí sinónimo del
caballo propio del caballero, aunque era en principio un
caballo de trabajo y de poca alzada. Es decir que con un medio de
transporte, estudios -latín- y dinero se va al fin del mundo. Otra variante de este mismo
refrán, que decían los estudiantes de Salamanca, era: Con latín,
rocín y florín andarás el mundo hasta el fin y podrás ver el
Miramolín, ya que el conocimiento de la lengua del Lacio abría
las puertas del éxito, junto a la condición social y a la posesión
del dinero, claro está. Lo del Miramolín supongo que es abreviación
de Miramamolín, título árabe que, según la inevitable Wikipedia,
es la deformación de Amir al-Mu'minin, y quiere decir Príncipe de
los Creyentes, y se refiere a los califas.
La gracia de estos
refranes anónimos y con tantas variantes sobre el mismo tema es que reflejan otros tiempos que sin embargo son, ay, estos mismos todavía: Hoy
tendríamos que sustituir los florines no ya por las obsoletas
pesetas, sino por los euros, y el Miramolín por el Caribe, por
ejemplo. Pero sería lo mismo. Y el latín. ¿Por qué podemos sustituir el latín? Pues
ya se encargan las sucesivas reformas educativas que padecemos de sustituirlo por la nueva forma de cultura, que es la económica o financiera, y por el emprendizaje, que es el fomento del espíritu no aprendedor sino emprendedor, que es más útil para la vida moderna, o por las matemáticas "apps", como las aplicaciones del móvil, que han
invadido el otrora denominado y siempre desprestigiado bachillerato de letras y lo han
diversificado en "humanidades", que suena a manualidades y a vanidad de vanidades, y en "ciencias... (del latín scientias: conocimientos, saberes, que viste más que letras) ...sociales". ¡Qué pena!
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