Me
ha sorprendido la noticia de la muerte de Luis Andrés Bredlow el 8
de septiembre de 2017, de la que me he enterado por la sentida reseña en la
Red de su amigo Anselm Jappe, que escribe sobre él: Con
él se apaga un espíritu brillante y profundo que ha contribuido
tanto a la crítica social como al estudio de la filosofía clásica
y antigua.
Luis Andrés Bredlow en el Barrio Chino de Barcelona
Había
nacido en 1958 en Augsburgo (Alemania) y estudiado en Colonia. Al
parecer nunca le gustó Alemania, por lo que a principios de los
años ochenta se estableció en Barcelona hasta la fecha de su
muerte, adoptando el español como su lengua principal y llegando a
publicar dos libros de poesía en nuestra lengua.... Allí retomó
sus estudios primero de sociología, luego de filosofía, colaborando
como traductor de la editorial Anagrama. Apasionado por la filosofía
clásica, gracias al griego que había aprendido en el instituto en
Alemania, se especializó en el estudio de los presocráticos, en
particular en Parménides, y se convirtió en doctor en filosofía
haciendo de él el objeto de su tesis doctoral.
Ha
publicado la primera traducción moderna al español de las Vidas
y opiniones de los filósofos ilustres de Diógenes Laercio, así
como sendas introducciones al pensamiento de Platón y de Kant, que revelan su creciente interés en la ontología y la metafísica.
Ha
publicado igualmente la que para mí puede ser su obra definitiva,
pese a su brevedad (124 páginas), en cuya portada curiosamente no
figura su nombre propio, lo que da idea de su escasa autopromoción:
Gorgias de Leontinos: De lo que no es o de la naturaleza (ed.
Anthropos, Barcelona, 2016).
Se trata de una edición crítica,
traducción y estudio introductorio con 124 notas y una amplísima
bibliografía de los escasos testimonios que hay acerca del tratado
(perdido) de Gorgias donde se defendían tres tesis que han causado
estupor a lo largo de los siglos: (1) nada es lo que es; (2) si algo
es lo que es, no puede ser conocido; (3) si algo puede ser conocido,
no es posible dárselo a conocer a los demás. Consigue Bredlow
librar al tratado de Gorgias, que para algunos sólo era una broma
nihilista, un mero ejercicio de retórica o de humor absurdo, de los
prejuicios que la mayoría de los intérpretes le han atribuido, reconstruyendo el armazón de su razonamiento y recuperando, ya que no el texto, a fecha de hoy imposible, sí el sentido que probablemente tenía.
Para
Luis fue muy importante la relación con Agustín García Calvo, gran
conocedor del pensamiento antiguo, poeta y crítico del capitalismo,
como el propio Luis, y cuya obra, marginada por la industria de la
cultura y por el mundo académico, hizo mucho por dar a conocer,
promoviendo la publicación de sus escritos en otros países.
Cedo finalmente
la palabra a su amigo Anselm Jappe, que finaliza así su sentido
homenaje en recuerdo de Luis Andrés Bredlow: ...sabía que “lo
que de verdad razona no es el individuo, con sus creencias y sus
intenciones, sino la razón misma, el lenguaje mismo”; y que es
justamente “esa razón, esa lógica que es de todos porque está en
el lenguaje mismo, la que se rebela una y otra vez contra la realidad
y contra las ideas establecidas, sacando a la luz sus contradicciones
y su falsedad constitutiva”. Una realidad, toca recordar ahora, que
sería poca cosa sin aquella “oposición fundamental, de la que
derivan todas las otras: la de vida y muerte”. Pero como Luis
acertó a descubrir en su diálogo con la diosa de Parménides,
“incluso esa oposición fundamental no es más que una convención
de los mortales, pues en verdad todo lo que hay está vivo en mayor o
menor grado. No se puede no ser: eso quiere decir también que nada
ni nadie puede estar nunca muerto del todo”.
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