A la hora de traducir la expresión “vuelta a la rutina” de la viñeta del dibujante José María Nieto al latín me encuentro con la dificultad de que no hay una palabra equivalente en la lengua del Lacio para "rutina". Siguiendo la sugerencia del diccionario de don Agustín Blánquez Fraile, puedo recurrir a la expresión irrationalis usus, que ya usara Quintiliano y que, literalmente traducida a su vez significa “costumbre irracional”. No es mala definición para una rutina: algo que se hace por costumbre sin mucha razón o sin más razón que el hábito de hacerlo.
El caso es que la palabra “rutina” deriva de “ruta”, que nos
entró procedente del latín rupta por la vía del francés
route: en el sentido de camino abierto en la espesura de la
naturaleza, que se ha roto para el caso. Hay usos que avalan
la expresión uiam rumpere: abrir paso por donde no lo había, por ejemplo, por un bosque u otros obstáculos.
La expresión uia rupta se abrevió en rupta que
evolucionó a ruta: trazar una ruta, hacer un camino. Del francés routine,
derivado a su vez de route, nos llegó al castellano la dichosa rutina,
que propiamente era la marcha por un camino conocido, por una ruta ya
trillada.
Lo mismo sucede con el concepto de “normalidad”. Norma era el nombre latino de una
herramienta: de la escuadra del albañil o del carpintero. El
adjetivo normalis -e, relativo a la norma, significaba por lo
tanto que algo estaba hecho a escuadra, o que estaba trazado con una
regla. De esta palabra proceden nuestra normalidad, lo normativo, lo
anormal o alejado de lo normal, lo que está por debajo de lo normal
o subnormal y lo enorme, que se sale de la norma.
Vuelta a la normalidad: cartel de mayo de 1968, París:
Ahora que concluye septiembre, que es a los meses lo que el lunes a los días de la semana, no está mal la reflexión gráfica del dibujante sobre lo que
supone la vuelta a la rutina tras el período estival de
vacaciones. Curiosa palabra "vacaciones". Ya existía en latín: uacatio, uacationis: exención, dispensa, precio que se paga por librarse del servicio militar; y estaba relacionada con el verbo uacare: estar vacío, libre, desocupado; estar despreocupado, vacante, ocioso, tener tiempo libre. Originó nuestro verbo vagar con el sentido de disponer de tiempo libre, que enseguida se confundió con uagari: vagar, andar errante, ir sin rumbo, de donde uagabundus y uagus: vagabundo y vago. De este último verbo, que a pesar de su homofonía, poco tiene que ver con el trabajo de las vacaciones y del ocio, derivan nuestra vaguedad, vagancia y extravagancia, y nuestro divagar.
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