domingo, 17 de septiembre de 2017

Sin futuro, no hay futuro, no al futuro.

Quid sit futūrum cras fuge quaerere!  (Horacio, Carmina, I, 9, v. 13)  Es un hendecasílabo*  ya que tiene once sílabas (quae- cuenta como una porque es diptongo en latín). Es una refutación del futuro que significa, en su mismo ritmo: "¡No indagues qué mañana podrá pasar!". Este verso en nuestra métrica se considera dodecasílabo, porque es un hendecasílabo oxítono, y por lo tanto se computa con una sílaba más: 11 + 1 = 12. Entra en la composición de la estrofa alcaica, que consta de dos hendecasílabos, un eneasílabo y un decasílabo. 

Nota dos palabras clave en el verso, estrechamente relacionadas entre sí por el significado: el adverbio cras, que quiere decir  mañana, y que entra en la formación de la palabra procrastinar diferir, aplazar, dejar para el incierto día de mañana,  y la palabra futurum que es un participio activo de, cosa de Perogrullo, futuro, una innovación propia de la lengua latina que no existía en indoeuropeo ni en las lenguas hermanas,  y el origen de nuestra palabra  el futuro.

 Niña con globo, Banksy

Si los morituri eran los que iban a morir (mori, memento mori),  o los que estaban, mejor dicho, dispuestos a morir, que le decían al César aquello de  AVE, CAESAR, MORITVRI TE SALVTANT (ave, César, los que van a morir te saludan, que algún estudiante de latín poco avezado tradujo alguna vez como las aves del César se murieron por falta de salud), y el nasciturus es el que va a nacer (nasci), lo futurum es aquello que va a ser (fore), que está por venir (por eso, porvenir, escrito junto, es sinónimo de futuro), y que, por lo tanto, por definición negativa, el futuro no sólo es que no existe, sino que no llega nunca porque siempre está pendiente de realización.

En resumidas cuentas, viene a decirnos Horacio que no hay que preocuparse por el futuro porque no existe: no hay futuro ni hace falta que lo haya.

Charly Brown y su perro Snoopy,  Charles Schulz.  

*Hendecasílabo debería escribirse con hache, porque procede de una palabra griega que es héndeka, que significa once, y que esta formada con el número uno (hen) antepuesto al diez (deka). Las palabras griegas que comienzan por espíritu áspero, una ligera aspiración ante la vocal, se transcriben al castellano con hache. Sin embargo, el Diccionario de la Lengua Española de la Real Academia no recoge esta posibilidad. Si buscamos nos encontramos con esto en la Red: "La palabra hendecasílabo no está registrada en el Diccionario. La entrada que se muestra a continuación podría estar relacionada: endecasílabo". Si buscamos endecasílabo sin hache, leemos lo siguiente: "Del it. endecasillabo, este del lat. hendecasyllăbus, y este del gr. ἑνδεκασύλλαβος hendekasýllabos." Se trata de un préstamo italiano, como sabemos por la historia de la literatura, ya que este tipo de verso entró en la lírica española en el Renacimiento de la mano de Boscán y, sobre todo, de Garcilaso de la Vega, a imitación del hendecasílabo italiano, y en italiano no hay haches que valgan: no se pronuncian, no se escriben. Se pensó que si era una letra muda y no se pronunciaba, como en español, no tenía sentido escribirla  (salvo algunas formas del presente del verbo avere que la conservan como recuerdo etimológico, supongo, del latín: ho, hai, ha, hanno, y los préstamos de palabras extranjeras, sobre todo anglosajonas).

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