Define
el diccionario de la RAE el nacionalismo, en su primera acepción,
como “el sentimiento fervoroso de pertenencia a una nación y de
identificación con su realidad y con su historia”. Nacionalismo es
un -ismo, formado sobre la palabra “nación” que tiene que
ver con el verbo “nacer”, nascor, en latín: un verbo
deponente con el sufijo incoativo -sc- añadido a la raíz “na”
que es una simplificación de *gnā-.
Esta raíz indoeuropea significaría, en su origen, “dar a luz,
parir”.
La
raíz *gnā con el prefijo PRAE-, que indica anterioridad, la encontramos en prae-gna-re
“a punto de nacer, o engendrar”, lo que conservamos por vía
culta en castellano en pregnar e impregnar y que
evolucionó por la vía popular a preñar y preñez.
Del
participio NATVS del verbo (g)na-sc-or, sin el sufijo -sc- tenemos en
latín los sustantivos NATVRA, NATVS, NATIO, que nos ocupa, y los adjetivos NATIVVS:
esta -t- latina se conserva en cultismos como natural, naturaleza,
nativo, natal, y se ha elidido
en nuestra entrañable na(ti)vidad. Esta
misma -t- se convierte en -c- cuando va seguida de -i- más
vocal, por lo que la tenemos transmutada en el sonido /θ/: nacional,
nacionalismo... NATIONEM>NACIÓN. Sin embargo, la -c- de nuestro
infinitivo nacer es el
resultado de la evolución de *NASCERE. Entre los numerosos avatares
de esta /t/ intervocálica está también la sonorización en /d/, que
es lo que sucedió en nuestras curiosas palabras nada y nadie, que también
proceden de esa raíz indoeuropea en grado cero, lo mismo que la
palabra cuñado, que viene de CO-GNA-TVS.
La
raíz *gnā es un grado cero. La
tenemos en estado puro en los adjetivos BENI-GN-VS y MALI-GN-VS,
donde los prefijos BENE- bien y MALE- mal modifican su lexema en el
sentido de bien-nacido
y mal-nacido,
de buen o mal natural.
Esta misma raíz, en grado pleno, es GEN, que conservamos en latín
GEN-VS “linaje, origen”, de donde nos vienen al castellano las
palabras género,
general, generación,
congénere, los verbos
generar,
y degenerar por vía culta
y engendrar por la vulgar.
La misma raíz indoeuropea existe en griego, donde conservamos los tres grados:
*gen, *gon, *gn, y ha dado origen a numerosísimos helenismos vivos en
nuestra lengua y en la mayoría de las lenguas occidentales:
homogéneo y
heterogéneo, hidrógeno, oxígeno, patógeno, genealogía, genético,
génesis, eugenesia, cosmogonía, teogonía, epígono...
La raíz en grado cero *GN, más el sufijo -TI, da origen a GENS
GENTIS “pueblo, raza”, de donde derivan gente,
gentío, gentuza, gentil, gentilicio, gentilhombre
(similar al inglés gentleman), y el curioso galicismo gendarme,
que procede el francés gens
d'armes: gentes de
armas tomar. Se ha puesto de moda últimamente entre nosotros el anglicismo gentrificación, de gentrification, que quiere significar, procedente de las ciencia sociales, el aburguesamiento o elitización de un barrio popular, que se convierte en una zona residencial y turística de caro precio. La gentry inglesa es la burguesía o hidalguía: el palabro procede del viejo francés genterise o gentelise, algo así como la "gentileza", término abstracto con el que se denominaba tradiconalmente en Inglaterra a la pequeña nobleza, una clase intermedia entre la nobleza y los terratenientes que gozaban de algunos privilegios.
Con
otros sufijos añadidos a esta misma raíz en glado pleno tenemos,
por ejemplo, en latín. GEN-IVS, o genio, que era la divinidad
particular de cada hombre, el genio que lo acompañaba desde el
momento de su nacimiento. De ahí quizá venga el dicho “genio y
figura hasta la sepultura”. La acepción moderna de “talento,
inteligente” quizá nos venga de la connotación de extraordinario que adquiere el término en francés: genial, genialidad.
Y esta misma raíz con el prefijo IN-, nos da IN-GEN-IVM, que es el
origen del ingenio y del verbo ingeniar y de todos
nuestros ingenieros, es decir, lo que nace con nosotros, lo
innato. Por ahí también la palabra patrimonial pergeñar.
Con
el prefijo INDI- más la raíz que nos ocupa en grado pleno -GEN- y
el sufijo -ā, procedente de la laringal -eH2, tenemos INDI-GEN-A, el
originario de un país, el genuino indígena..
Curioso
es el sufijo -MEN, que añadido a la raíz que nos ocupa en grado
pleno *GEN-MEN hace que por disimilación de sonidos nasales su N evolucione ya en latín a R, lo que se conserva en el
romance: GER-MEN y significa resultado: retoño. El mismo fenómeno
fonético le sucedió a *CAN-MEN, acción
de cantar, cántico,
que evolucionó a CAR-MEN. De GER-MEN resultan germen,
germinar, germinal, y
las curiosas palabra
hermano y hermana, que
sustituyeron a las más clasicas latinas fratrem
y sororem,
que
sin embargo conservamos en cultimos como fraternidad
y
sororidad,
o en los términos religiosos fraile
y sor:
El origen de nuestro hermano
y de nuestra hermana
es (FRATREM) GERMANVM y (SOROREM) GERMANAM, respectivamente, típicos
ejemplos de adjetivos que suplantan al sustantivo, que se omite y se
sobreentiende, como cuando en castellano se dice “fumar un
(cigarro) puro” o “beber un (vino) blanco”, o tantos otros
casos en los que la lengua tiende a la simplificación.
El
verbo GI-GN-O presenta la raíz en grado cero reduplicada; significa
“engendrar, parir”, y de su participio GENITVS -A -VM
conservamos numerosos derivados como congénito,
progenitor, genital, primogénito, unigénito.
Volviendo
a la nación y a la nacionalidad y al nacionalismo,
y al nazismo (del alemán Nazismus, que es la abreviación de Nationalsozialismus) hay que decir que la nación es desde un punto de vista etimológico
el lugar donde se ha nacido.
Recordemos
en este punto y en estos tiempos de tantos viejos y nuevos nacionalismos emergentes a Antístenes, que criticaba el patriotismo de los atenienses, argumentando que si los atenienses se
gloriaban de haber nacido en Atenas, y de ser por lo tanto autóctonos
del Ática, compartían ese dudoso honor con los caracoles y las
langostas, por lo que no eran mejor nacidos que esos moluscos babosos y
saltamontes.
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