Los
tatuajes están de moda. Y hay gente a la que le gusta tatuarse, además
de alguna imagen, una frase. Y hay quienes eligen el latín como lengua
de expresión de esa frase, quizá por la economía lapidaria de nuestra
entrañable lengua muerta.
Es el caso del célebre "carpe
diem" de Quinto Horacio Flaco, que significa, como se sabe, "coge el
día", lo que quiere decir "aprovecha el momento, no lo dejes escapar". No
quiere decir, como a veces se piensa, que haya que disfrutar a tope
porque la vida son dos días y la muerte algo inminente, porque ¿quién es
capaz de disfrutar a tope pensando una cosa así ante la perspectiva de la amenaza sombría
de la espada de Damoclés sobre nuestras cabezas?
Es
algo más profundo que eso. No es un mal consejo en lo que de negativo conlleva, disuadiéndonos implícitamente de regodearnos en el pasado o en el futuro, porque tanto el
pasado como el porvenir son formas del tiempo cronometrado que se le imponen a
nuestra vida, que matan nuestras posibilidades de vida aquí y ahora; nos está sugiriendo que
nos liberemos de nosotros mismos, de nuestro pasado y de nuestro futuro, pero no funciona tan bien en el consejo explícito y positivo que nos da porque nos está ordenando con un imperativo (carpe, como si dijéramos: ¡haz esto…!)
que nos
aferremos al momento presente, al instante, lo que no deja de ser una
orden que tenemos que cumplir -¿y cómo voy a librarme de mí mismo si tengo que cumplir una orden?-, y además emplea el término “momento” (diem
en latín), que precisamente no nos
deja salirnos del tiempo cronometrado en el que estamos inmersos y del
que quiere liberarnos. La intención
es buena porque nos exonera del pasado y del futuro, no se puede negar,
pero, como contrapartida, nos encadena al momento presente.
El poeta, en otras palabras, nos dice que en lugar de lo que hacemos habitualmente que suele ser vivir en el ayer recordando siempre lo que hicimos el otro día o hace cuatro años e identificándonos así con nuestros numerosos antepasados, o vivir en el mañana haciendo planes para el fin de semana que viene, o proyectos para las próximas vacaciones, para un futuro inasible porque el futuro por definición es lo que no existe todavía, lo que está siempre por venir y no acaba de llegar nunca, proyectándonos así en la también numerosa descendencia de nuestros heredereos, deberíamos ocuparnos de vivir... íbamos a decir "el presente". Pero ¿qué es el presente? Si el pasado no existe porque son recuerdos y el futuro tampoco porque es la proyección de nuestros deseos o temores ¿qué es el "presente"?
Fotograma de El club de los poetas muertos (Dead poets society), de Peter Weir (1989)
El poeta, en otras palabras, nos dice que en lugar de lo que hacemos habitualmente que suele ser vivir en el ayer recordando siempre lo que hicimos el otro día o hace cuatro años e identificándonos así con nuestros numerosos antepasados, o vivir en el mañana haciendo planes para el fin de semana que viene, o proyectos para las próximas vacaciones, para un futuro inasible porque el futuro por definición es lo que no existe todavía, lo que está siempre por venir y no acaba de llegar nunca, proyectándonos así en la también numerosa descendencia de nuestros heredereos, deberíamos ocuparnos de vivir... íbamos a decir "el presente". Pero ¿qué es el presente? Si el pasado no existe porque son recuerdos y el futuro tampoco porque es la proyección de nuestros deseos o temores ¿qué es el "presente"?
Socráticamente, humildemente,
hay que reconocer que no lo sabemos. Lo más que podemos decir es que
hay que vivir ahora, ahora mismo -y no estamos diciendo que haya que
vivir "el ahora", que no es lo mismo, sino ahora. Ahora es una palabra deíctica, que no tiene significado ni se deja definir y por eso nos saca de la realidad y nos libera del tiempo, que, cuando la pronunciamos, ya ha pasado. Y ¿qué quiere decir
eso? Pues que tendríamos que dejar de habitar en el pasado y dejar al mismo tiempo de alojarnos en el futuro porque, mientras hacemos eso, no vivimos aquí y ahora mismo.
Sencillamente.
Tu ne quaesieris (scire nefas) quem mihi, quem tibi
finem di dederint, Leuconoe, nec Babylonios
temptaris numeros. Vt melius quicquid erit pati!
Seu pluris hiemes seu tribuit Iuppiter ultimam,
quae nunc oppositis debilitat pumicibus mare
Tyrrhenum, sapias, uina liques et spatio breui
spem longam reseces. Dum loquimur, fugerit inuida
aetas: carpe diem, quam minimum credula postero.
(Horacio Odas I, 11)
Tú no indagues (saber no es menester) plazo que a mí y a ti
dios del cielo nos dio, Cándida, y no te hagas babilonio tú
un horóscopo. ¡Más vale sufrir cuanto nos venga a ser!
Si es que Júpiter da más o te dio tu último invierno ya,
éste que hace amainar contra el cantil hoy al Tirreno Mar,
ten sentido común, vino a colar pon, y en tan breve luz
deja el largo esperar. Que en el hablar ídose el tiempo habrá
hostil. Coge la flor de hoy, sin creer nada en el porvenir.
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