jueves, 23 de noviembre de 2017

Corporis partes: VII .- Cara a cara.

La palabra cara no procede del latín, sino probablemente del griego ka/ra, con igual pronunciación y con el significado de cabeza. Está atestiguada en nuestra lengua desde el siglo XII, y son muy numerosos sus compuestos como careta, que es el nombre de la máscara que se coloca delante de la cara, y también  careto. Curioso derivado es el careo, la acción y el resultado de carearse, o sea, poner a una o varias personas en presencia de otra u otras, cara a cara, con objeto de apurar la verdad de dichos o hechos, a fin de resolver, normalmente, algún asunto espinoso.

Al hecho de afrontar, esto es, de hacer frente a  una situación, lo llamamos encarar, y cuando uno ha perdido el respeto decimos que es un descarado, situación en la que debería caérsele la cara de vergüenza.

Hay muchas palabras compuestas que comienzan con cara-, como cariacontecido, adjetivo con el que calificamos a quien muestra en su semblante algún sentimiento de pena o temor; cariancho, carilargo y carirredondo, por su parte,  no necesitan mayor explicación.

En latín cara se decía FACIEM, de donde nos viene a nosotros el cultismo faz y la palabra patrimonial haz. La evolución, tras la pérdida de la M final,  FACIE, hizo que el grupo CI  pasara en castellano a Z,  FAZE, perdiéndose la E en final de palabra y obteniendo el cultismo FAZ. De ahí, por influjo vasco, la F- inicial latina pasó a H- aspirada, perdiéndose la aspiración a partir del siglo XVI, pero manteniéndose la letra en la escritura por el afán conservador que tiene ésta y que la RAEL le imprime a la lengua, llegando a la forma HAZ, como en la expresión el haz de la tierra, que alterna con la faz de la tierra, que aluden ambas a  la superficie terrestre. 

Se utiliza la palabra antifaz (compuesta de ante y de faz) para denominar a la máscara o careta que se pone delante para cubrir  la cara o, más en concreto, los ojos; máscara que, por cierto, se llamaba en latín PERSONA, palabra esta que ha alcanzado una dignidad exagerada en nuestro mundo moderno, desde su compuesto personalidad hasta el verbo personalizar, que tanto se utiliza como sinónimo de individualizar.

En Roma la PERSONA era la máscara del actor teatral, que servía para caracterizarlo como personaje trágico o cómico, repárese en la relación de ambas palabras,  y a la vez servía como caja de resonancia para la voz, como altavoz. Lo que nos sugiere la etimología de la palabra PERSONA es que la persona, y su correspondiente personalidad, no son más que una máscara, una careta, un antifaz que nos ponemos para disfrazar nuestra auténtica cara, da igual que sea dura o blanda; la máscara oculta a la vez que muestra nuestro rostro.

¿Cómo es esa auténtica cara que se supone que está oculta detrás de la máscara, detrás de la persona y que caracteriza al personaje? La pregunta queda, una vez formulada,  flotando en el aire, no esperando una respuesta, que tal vez no la tenga, sino haciendo que nos cuestionemos al menos nuestra propia personalidad.


En otro orden de cosas, cuando hablamos en botánica de las hojas de las plantas, distinguimos el haz y el envés, que son como la cara y la cruz de la moneda, o el anverso y el reverso. El haz es la cara superior de una hoja, que suele ser más brillante y lisa,y con nervadura menos patente que la cara inferior o envés.

Del diminutivo francés facette, procedente de FACIEM, tenemos en español faceta, con el que nos referimos a los aspectos que tiene una cosa,   y el término polifacético se aplica a lo que presenta muchas facetas o aspectos.

Del adjetivo latino FACIALIS “relativo a la cara”, hemos heredado nosotros facial, con el mismo significado. Y de la palabra compuesta latina SUPER-FICIEM, derivada de FACIEM, tenemos nosotros nuestra superficie, con que aludimos al aspecto externo de algo, es decir, a la cara, que suele ser el espejo del alma, según el refrán, de donde procede nuestro adjetivo superficial

Del italiano faccia, derivado de FACIEM, nos ha llegado a nosotros la facha, es decir la figura o el aspecto,  y la  fachada, cada una de las caras de un edificio, aunque generalmente nos referimos, si no especificamos, a la principal, no a la trasera o la orientada al norte o al este. La desfachatez de una persona sería lo mismo que el descaro.




Dejamos para el final uno de los derivados más curiosos de FACIEM, nuestra preposición hacia,  contracción de la expresión castellana vieja faze a con el significado “de cara a”. Ir hacia alguien sería etimológicamente, según esto,  ir de frente o de cara a alguien.

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