lunes, 20 de noviembre de 2017

La lengua de los dioses del Olimpo

¿Qué revela el éxito de venta al público del ensayo La lengua de los dioses de Andrea Marcolongo, más de 150.000 ejemplares vendidos en Italia, todo un best seller, traducido ahora a la lengua de Cervantes y a punto casi también de llegar a ser un superventas entre nosotros? Su éxito no radica en el descubrimiento del Mediterráneo, que ya está muy descubierto. Tampoco demuestra que un idioma que se creía extinto y diferente del griego contemporáneo, del que no difiere tanto por otra parte, interese mucho ahora de repente en estos tiempos donde sólo parece haber sitio para lo práctico y utilitario inmediato, es decir para la informática usuaria y el inglés comercial básico que sirve para redactar un curriculum vitae y poco más. Lo que muestra a mi modo de ver es la mala conciencia de políticos, autoridades académicas y pedagógicas y demás responsables del desaguisado que, tras haber arrinconado la dulce lengua de Homero con sucesivas leyes que la ningunean del sistema de enseñanza en favor de nuevas tecnologías, robóticas y psicagogías varias, haciendo que entre en competencia desleal con otras asignaturas más atractivas aparentemente y más modernas y mileniales como son la Psicología, la llamada Literatura Universal o, last but not least, la dichosa Economía, y exigiendo un número mínimo para que se imparta de por lo menos diez alumnos matriculados, creo que es, con el mismo tratamiento que se da a cualquier otra optativa, salvo a la sacrosanta Religión, olvidando que el griego estaba antes que muchas de estas materias que han irrumpido con ímpetu y brío amparándose en la autonomía de los centros para crearlas ex nihilo, quieren ahora resarcirse y lavar, como suele decirse, su mala conciencia reivindicando el helenismo como adorno cultural. Ya se sabe, un poco de culturilla barata no está nada mal como barniz de la ignorancia. 

Ilustración de Ulises Culebro, tomada de El Mundo (4 noviembre 2017). 

Se habla de la importancia que tienen hoy las lenguas “vivas”, contraponiéndolas a las “muertas”, y se cree que con el estudio del latín, como mucho, ya vale no ya para un estudiante de humanidades, que no lo necesita, sino para un futuro filólogo inglés, por ejemplo, que ya ni siquiera se llaman así, sino graduado en estudios ingleses (sic). ¿Para qué vamos a meternos en esa intrincada selva de aoristos temáticos y atemáticos, de voz media y modo optativo, además de indicativo, subjuntivo e imperativo, y de número dual, a más de singular y plural, y un alfabeto que, aunque sea el origen del nuestro y del cirílico, sobrevive de milagro? Un titular de El Mundo (4 de noviembre de 2017) sobre el libro de Marcolongo decía: "Griego antiguo: ¿Por qué un idioma muerto es más útil hoy que estudiar robótica?".   La contraposición “idioma vivo/idioma muerto” es falsa en el sentido de que las sedicentes lenguas vivas están hoy más que nunca muy muertas, sólo sirven para comunicar ideas personales, cerrar negocios y expresar opiniones y lugares comunes, los manidos tópicos, que no tienen el más mínimo interés general o común, y que las llamadas lenguas muertas como el latín y el griego, que no es un idioma muerto porque se sigue hablando en Grecia y en Chipre, aunque sea una lengua minoritaria en Europa y en el mundo, por no hablar también del sánscrito, siguen muy vivas y comunicativas.



Como dice Marcolongo, rebelándose contra la visión mercantilista y utilitarista de la enseñanza, la cultura está para formar, no para producir clientes o consumidores. Sin embargo, lo que le interesa al sistema o Establishment, por decirlo en la lengua del Imperio, es  estabular votantes y contribuyentes, para lo que la llamada cultura suele ser un ornamento cuando no un no pequeño obstáculo, y no porque la cultura se oponga a eso, sino porque nos distrae de lo que realmente importa, que es el dinero, haciendo que nos interesemos por otras cosas que no reportan beneficios económicos, y que son paradójicamente, por eso mismo, las que más valen. Dice la autora en la entrevista que concedió al periódico: «Estudiar griego prepara para la vida de tres formas. Primero, porque es difícil. Yo rechazo la tentación contemporánea de la facilidad. La vida no es fácil, para conseguir cualquier cosa hace falta esforzarse; segundo, porque requiere tiempo, lo que choca con nuestra obsesión por la velocidad, por querer preparar una tarta con un tutorial de dos minutos en YouTube; y tercero, porque nos ayuda a conocernos mejor». Y tiene razón. 


Incluso los cada vez menos alumnos que eligen Griego en sus estudios de Bachillerato, pero no  nos engañemos, nunca hemos sido muchos ni mayoría democrática, se ven obligados a justificar su decisión en su propio entorno donde sufren incomprensión de sus familiares y amigos al elegir una opción tan minoritaria, porque es mejor estudiar matemáticas o economía, que van a necesitarlas en un futuro (que por definición no existe), y no griego que no te hace pensar en el trampantojo del porvenir, sino más bien te hace olvidarte del incierto día de mañana y te distrae de lo que importa. Graecum est, non legitur, se decía en la Edad Media, cuando se ignoraba la lengua de Sócrates, y se alardeaba de ello diciendo que era griego y no se entendía ni podía leer, como si fuera chino, y cuando la doctrina de la iglesia Católica, Apostólica y Romana sentenciaba que el griego no era necesario para el sustento de la cristiana fe. Y es que hemos llegado a una situación en la que ya no hablamos griego, sino gringo y mal, y sólo interesan las salidas profesionales de la enseñanza, lo que es una aberración: ya sabemos cuál es el oficio más viejo del mundo, y si la prostitución aspira a su legalización y dignificación -es un trabajo como los demás, se dice a veces-, el resto de oficios y profesiones del mercado laboral no deja de ser venta de nuestra fuerza de trabajo al mejor postor, en términos marxistas, o, simplemente, prostitución. 

 "Y en paz creéis estar, pero la guerra gobierna toda la tierra" (Calino de Éfeso)

En muchos centros públicos, y no digamos ya privados, de docencia ha desaparecido la posibilidad de estudiar griego, amparándose en la autonomía pedagógica de la que gozan para fijar los planes de estudios (y no impartir esa materia es ahorrar en un profesorado que requiere además una considerable especialización) o bajo el pretexto de que no hay suficiente demanda para formar grupo, cuando en algunos casos ni siquiera se ofrece la posibilidad en la matrícula,  por lo que si no se oferta, como dicen los mercachifles, no puede elegirse ni haber demanda, situación que han agravado los fuertes recortes en la educación pública sufridos en este país. He oído utilizar el argumento de la “rentabilidad” y decir a una autoridad académica (¡manda uebos!),  que no era rentable ofrecer la posibilidad de estudiar griego en el Bachillerato Nocturno. También que era un “lujo asiático” (sic) mantener una asignatura con cuatro o cinco alumnos. No puedo dejar de recordar en este punto que cuando yo estudiaba COU, el equivalente grossissimo modo de 2º de Bachillerato actual, hace ya cuarenta años, que se dice muy pronto, éramos cuatro, ni uno más ni uno menos, los alumnos que leíamos la apología de Sócrates de Platón y la Elegía a las Musas de Solón en la lengua en la que fueron escritas en aquel instituto rural. 

 

Resulta sarcástico que se interesen ahora por la lengua de Homero y se compren el libro de Andrea Marcolongo para culturizarse un poco, no mucho, los responsables de su práctica extinción. Otra cosa será que se lo lean y les aproveche.  Igual que es un sarcasmo, por otra parte, que los fautores de la desaparición del Bachillerato Internacional de Humanidades y Ciencias Sociales en un instituto de rancio abolengo de cuyo nombre no quiero acordarme, que decidieron que no se constituyera grupo si no se matriculaban por lo menos nueve alumnos, propongan como plan de mejora y objetivo para el futuro, es decir para nunca, porque el futuro no existe, “recuperar el itinerario de Humanidades y CCSS” en el Bachillerato Internacional. ¿No recuerda un poco esto a aquellas sarcásticas declaraciones del veterano de la guerra del Vietnam que reconoció que destruyeron la aldea para salvarla:  We must destroy this village in order to save it!? 

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