No habrá seguramente sufijos más abundantes y universales que -ismo e -ista no sólo por su rancio abolengo, sino también por lo productivos que siguen resultando todavía. Proceden del latín -ismus e -ista, y en última
instancia del griego -ισμός e -ιστής. Pero en su origen no
eran tales simples sufijos, sino la fusión de una raíz verbal
acabada en -íζ-, como resultado del protogriego *-ιδy- donde la yod se aplicaba a activar raíces nominales (por ejemplo ἐλπίδy-ω > ἐλπίζ-ω, esperar, sobre la raíz ἐλπίδ- esperanza), con los sufijos propiamente dichos -μός de
acción y -τής de agente, como por ejemplo βαπτίζω (sumerjo,
bautizo), que origina βαπτισμός, bautismo, y
βαπτιστής, bautista.
La formación del sufijo -ισμός a partir de
verbos acabados en -ίζω es paralela a la creación de sustantivos
acabados en -ασμός y -αστής a raíz de verbos acabados en -άζω. Este
último sufijo, sin embargo, no ha tenido tanta difusión como el primero, del
que hay centenares de ejemplos en la lengua griega, aunque hay algunos casos
como el verbo ἐνθουσιάζω del que conservamos los sustantivos ἐνθουσιασμός,
entusiasmo, y ἐνθουσιαστής, entusiasta.
En origen, pues, el sufijo -ismo servía para re-crear sustantivos a partir de raíces verbales formadas sobre nombres, y denotaba proceso que expresa la
acción o a veces resultado. Este procedimiento acabó extendiéndose
a cualesquiera otras raíces verbales y nominales. Muy abundante en griego
clásico, pasó al latín en helenismos a partir del siglo II de nuestra era, y a
partir del siglo IV se hace cada vez más abundante y productivo, usándose ya
para crear neologismos que no son préstamos griegos, hasta llegar a las
lenguas modernas donde sigue estando vivo y productivo.
El sufijo -ίζω tenía en griego clásico un doble valor: por un lado factitivo y por otro ecoico u onomatopéyico. Cuando se unía a un gentilicio o a un nombre de persona, se indicaba adopción de costumbres, partido o lengua: ἐλληνίζω
hablo griego, φιλιππίζειν ser del partido de Filipo. En el
diccionario de Anatole Bailly aparece χριστιανίζω con el significado de
hacer profesión de fe cristiana, y a raíz de ahí χριστιανισμός, cristianismo
como la profesión de dicha creencia religiosa. La adaptación latina sería christianizo
y christianismus, documentada ya en Tertuliano. Sobre este modelo se
formarán nombres de religiones, herejías, sectas o sistemas filosóficos. A
partir del Renacimiento y hasta nuestros días las formaciones en -ismo
comienzan a ser numerosas en todas las lenguas europeas.
Los usos modernos más importantes de este sufijo son
la formación de un nombre de acción sobre verbos acabados en el sufijo -izar,
denominando el proceso o el cumplimiento de la acción o su resultado, como por
ejemplo bautismo, organismo, sincronismo, pero también
una característica personal como heroísmo, patriotismo, despotismo, sin olvidar la formación de un sistema, teoría o práctica de tipo religioso o
filosófico, político o social, basándose a veces en el nombre propio del
fundador como budismo, calvinismo, epicureísmo... Pueden formarse con términos descriptivos nombres de
doctrinas o ideologías como agnosticismo, estoicismo, feminismo, capitalismo, machismo,
hedonismo... Un uso documentado desde la antigüedad es la formación de
términos que denotan una peculiaridad lingüística como anglicismo, latinismo,
a los que puede añadirse arcaísmo, clasicismo, modernismo, vulgarismo, y tantas denominaciones de tendencias artísticas vanguardistas como surgieron en el siglo XX.
Interesa especialmente por su reciente actualidad la
formación moderna de nombres que tienen el falso sentido de superioridad o supremacismo
como racismo, sexismo, nacionalismo, especismo, patriotismo, etc. sin perder de vista el
que engloba a todos los demás humanismo, por aquello de Protágoras de
que el hombre es la medida o metro patrón de todas las cosas "de las que son en cuanto son, de las que no son en cuanto no son", lo que implica que vemos la realidad bajo nuestra óptica humana, reduciéndola a nuestra medida.
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