sábado, 2 de junio de 2018

El estoicismo no es lo que era

El estoicismo es una corriente filosófica del mundo antiguo que ha llegado hasta nosotros desvirtuada. Dicho de otra manera, lo que ha llegado a nosotros no es el pensamiento original de Zenón de Cicio (335-263 ante Christum natum), su fundador, o de Gayo Blosio de Cumas, tutor de los hermanos Graco, sino el de unos filósofos como Séneca, preceptor del emperador Nerón, Epicteto o Marco Aurelio, emperador él mismo, nada mal avenidos con el Poder y con la aristocracia romana de la que formaban parte. Sin embargo, el estoicismo griego primitivo estaba más cerca del cinismo y de la subversión del orden establecido que su correlato romano imperial, que es una aceptación más o menos resignada, descafeinada o light del status quo.

 Fragmento del busto del emperador Marco Aurelio, museo del Louvre

El Diccionario de la Lengua Española de la RAE define estoico como “fuerte, ecuánime ante la desgracia”. En segunda acepción, perteneciente o relativo al estoicismo. Asimismo, define el estoicismo como “fortaleza o dominio sobre la propia sensibilidad”. Y nos explica la etimología de la palabra relacionada con el sustantivo griego στοά (stoá), que significa 'pórtico', por el lugar de Atenas en el que se reunían estos filósofos. 

El fundador de la escuela fue Zenón de Cicio, que escribió una Politeia, República o Constitución, igual que Diógenes, el cínico, "contra la de Platón", según Plutarco, lo que explica que, como la del cínico, tampoco se haya conservado y hayamos de darla irremediablemente acaso por perdida. Pero sabemos por algunos testimonios de los que la leyeron que en ella se predicaba, por ejemplo,  que en las ciudades no deben construirse ni templos, ni juzgados, ni gimnasios. Se negaba, pues, la religión pública y estatal criticando la existencia de templos, la justicia del Estado y de sus leyes establecidas, que son contrarias a la naturaleza, y el culto al cuerpo y a la belleza física que se profesaba en los gimnasios griegos. Se hacía una defensa de la libertad humana, argumentando que el poder del dueño sobre el esclavo es un poder innoble. Asimismo, se predicaba que los hijos y las mujeres deben ser comunes -entiéndase en sentido negativo: no deben ser propiedad de ningún varón, padre o esposo- y deben vestir del mismo modo que los hombres, sin ocultar ninguna parte del cuerpo.

Otra conexión entre estoicos y cínicos: En el tratado político de Zenón, se defiende el cosmopolitismo de Diógenes; pues allí, según Plutarco, que lo leyó y apuntó la cita, se propugna que no vivamos ordenados por Estados ni naciones […], sino que todos los hombres nos tengamos por compatriotas y conciudadanos, y que haya un solo modo de vivir y un solo orden y mundo.

En esa república universal que sería el mundo –dice Zenón– no ha de usarse dinero ni para el intercambio ni para los viajes según transmite Diógenes Laercio en su Vida de los filósofos ilustres VII, 33, lo que sugiere que los estoicos, al igual que los cínicos, pensaban suprimir también cualquier forma de propiedad privada y de moneda. La verdadera patria del cínico Crates, que fue maestro de Cenón de Cicio, fue, según Diógenes Laercio, la pobreza, ya que vendió la herencia que recibió y repartió sus ganancias entre sus compatriotas. El comunismo que propone Zenón no es autoritario y jerárquico, como el de Platón, sino "libertario", según algunos historiadores del anarquismo, como M. Netlau en su Esbozo de historia de las utopías (tomo la cita y la referencia de "Los estoicos antiguos", de Ángel J. Cappelletti, Gredos, Madrid 2007).

 
 Moneda de Chipre de veinte céntimos de euro, Zenón de Cicio

Aunque la idea que tenemos de los estoicos es que soportaban con ecuanimidad las desgracias, algunos participaron en el intento de transformar el mundo. Por ejemplo, Blosio de Cumas, que asesoró en Roma a Tiberio Graco, el primer reformador social de la república romana; tras el asesinato de Graco, Blosio participó en el Asia Menor en la insurrección de los heliopolitas, el primer movimiento social del mundo antiguo que luchó abiertamente y sin concesiones por la abolición de la esclavitud, del que tengo noticia gracias al artículo de Luis Andrés Bredlow en Días rebeldes, crónicas de insumisión (editorial Octaedro, Barcelona 2009, donde se incluyen otros artículos suyos sobre Las asambleístas de Aristófanes, y Cínicos y Estoicos, de donde he sacado la información sobre Blosio y el estoicismo primitivo que da pie a esta entrada). Este movimiento revolucionario fue sofocado y Blosio de Cumas se quitó estoicamente la vida.

La filosofía estoica que se difundió luego entre la aristocracia del Imperio Romano ya no era la de Zenón de Cicio y sus primeros discípulos, sino una variante más conservadora y no mal avenida con el Poder, basada en Panecio de Rodas (185-110 a. C.), que inicia una segunda etapa en la escuela estoica caracterizada por la pérdida de su potencial subversivo y radical, una época en la que el estoicismo es asimilado por el sistema que pretendía transformar, que es la que conocemos de los escritos de los estoicos imperiales, los únicos que, quizá por eso mismo, nos han llegado íntegros. Pero Blosio, aunque cronológicamente perteneciente al segundo estoicismo, está más cerca de Zenón de Cicio que de Panecio de Rodas.

 Panecio de Rodas, en una representación del siglo XV




Persiste en los estoicos imperiales un vago ideal humanitario, pero ya no se trata de transformar la realidad del mundo sino de aceptarlo tal como es. Séneca, por ejemplo, no condena la esclavitud, sino que, anticipándose al cristianismo, propugna un trato humanitario a los esclavos, dado que todos somos esclavos -conserui, según él, es decir, compañeros de esclavitud- lo que, lejos de abolir la servidumbre, la legitima “humanizándola”, como la iglesia católica, apostólica y romana. Recuérdese por ejemplo el evangelio de Lucas 1:38 dixit autem Maria: ecce ancilla Domini, fiat mihi secundum uerbum tuum (dijo por su parte María: he aquí la esclava del Señor, hágaseme según tu palabra), donde se presenta a Dios como Dominus, el Señor, y la humanidad de la Virgen María como sierva del Señor.

Durante seis siglos subsistió una corriente filosófica que pretendía subvertir el orden establecido: en principio fue cínica, luego estoica, para volver finalmente a sus raíces cínicas; el primer movimiento conocido en nuestra historia que, con su modo de vida, sus palabras y sus escritos, preconizó la desaparición de los Estados y de las fronteras (patria mea tōtus hic mundus est, que dijo Séneca), del dinero y de la propiedad privada, de la familia y de las instituciones religiosas; el primero que osó formular la utopía de una sociedad mundial de hombres y mujeres libres e iguales. Sus escritos no sobrevivieron: la historia, escrita por los vencedores, se encargó de borrarlos; pero no logró borrar del todo su recuerdo, dado que nos han quedado algunas trazas de inconformismo.

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