Jerónimo Fernández de
Mata, autor español del siglo XVII del que muy poca cosa sabemos,
escribió un diálogo en prosa donde reivindica la figura femenina
de Hiparquia, la primera mujer filósofa de la que tenemos noticia en
el mundo griego que rompió con el estereotipo femenino, muy anterior
a Hipacia de Alejandría, y la de su compañero Crates, discípulo de
Diógenes, miembros ambos de la escuela cínica.
Se trata de un diálogo ficticio, donde el autor
atribuye unos pensamientos “por conjetura discurridos” a estos
personajes, a los que pide disculpas de antemano por “humillar”
su nombre, cuando lo que hace en realidad no es tanto
humillarlos como tergiversarlos y sacarlos de la calle para meterlos en
Palacio.
Portada del diálogo
“Crates e Hiparquia, marido y muger, filósofos antiguos” de
Jerónimo Fernández de Mata, publicado en 1637.
Tanto Hiparquia como Crates, en efecto, eran filósofos cínicos y, por
lo tanto, debían parecerse más a dos perros callejeros, libres y
sin dueño, felices y orgullosos de serlo, que al matrimonio
convencional que nos presenta el autor de dos cortesanos que se
avienen a aconsejar al Príncipe sobre la mejor forma de gobierno.
Con Fernández de Mata estamos más cerca del estoicismo de Séneca
que del cinismo originario. No en vano dice el autor al comienzo del
diálogo que su breve libro se niega “a la plaza” y que “mengua
sería si al concurso popular agradase” porque no tiene la
presunción de gustar a todo el mundo, sino a un solo individuo.
Quién sea ese individuo aparecerá claramente al final del diálogo,
en el que Crates narra la larga y parece que infructuosa búsqueda de
su maestro Diógenes, linterna en mano, del Hombre, hasta encontrarlo
al fin y pararse a oírle: el Gran Hombre resultará que era
Alejandro Magno. La obra está dedicada al rey español Felipe IV el Grande, y finaliza de un modo
sorprendente con el menosprecio de la Corte, donde reina la mentira,
y la alabanza de la soledad y el retiro apartado de su mundo.
Diógenes, J.W. Waterhouse (1882)
Hemos editado el diálogo
aquí mismo, al que hemos tenido acceso gracias a los libros que digitaliza Gúguel, con un
prólogo, notas explicativas a pie de página, unas apostillas sobre
la transmisión árabe de anécdotas cínicas de Diógenes y un epílogo
final, con la esperanza de poder contribuir a que se entienda un
poco el fenómeno tan repetido en nuestro mundo de cómo la cultura
dominante es capaz de neutralizar y asimilar si no totalmente, porque
siempre queda afortunadamente algún resquicio para la rebeldía, sí
mayoritariamente aquellos movimientos populares y contraculturales
como este de los cínicos antiguos que se levantan contra ella.
El grabado anacrónico de arriba en
tela del siglo XVII representa a Hiparquia y a Crates de Jacob
Cats (1577-1660). La escena representa a Crates que intenta
disuadir a Hiparquiar de su amor, apasionada de él de él como está, haciéndole saber lo pobre que es y lo feo
de su aspecto físico, mostrándole tras haberse despojado de su palio
y de su cayado, sus únicas posesiones que yacen por el suelo, la joroba que le sale en la
espalda y deforma su cuerpo. Ella sin embargo, contra la opinión de su familia,
rechazando las muchas proposiciones de sus pretendientes más ricos,
más jóvenes y más atractivos que él, decidirá unirse a Crates en
lo que ha sido denominado la “cinogamia” o “canigamia”, es
decir, una unión libre entre cínicos a manera de perros.
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