sábado, 16 de junio de 2018

Crates e Hiparquia

Jerónimo Fernández de Mata, autor español del siglo XVII del que muy poca cosa sabemos, escribió un diálogo en prosa donde reivindica la figura femenina de Hiparquia, la primera mujer filósofa de la que tenemos noticia en el mundo griego que rompió con el estereotipo femenino, muy anterior a Hipacia de Alejandría, y la de su compañero Crates, discípulo de Diógenes, miembros ambos de la escuela cínica. 

Se trata de un diálogo ficticio, donde el autor atribuye unos pensamientos “por conjetura discurridos” a estos personajes, a los que pide disculpas de antemano por “humillar” su nombre, cuando lo que hace en realidad no es tanto humillarlos como tergiversarlos y sacarlos de la calle para meterlos en Palacio. 

Portada del diálogo “Crates e Hiparquia, marido y muger, filósofos antiguos” de Jerónimo Fernández de Mata, publicado en 1637.


Tanto Hiparquia como Crates, en efecto, eran filósofos cínicos y, por lo tanto, debían parecerse más a dos perros callejeros, libres y sin dueño, felices y orgullosos de serlo, que al matrimonio convencional que nos presenta el autor de dos cortesanos que se avienen a aconsejar al Príncipe sobre la mejor forma de gobierno. 

Con Fernández de Mata estamos más cerca del estoicismo de Séneca que del cinismo originario. No en vano dice el autor al comienzo del diálogo que su breve libro se niega “a la plaza” y que “mengua sería si al concurso popular agradase” porque no tiene la presunción de gustar a todo el mundo, sino a un solo individuo. Quién sea ese individuo aparecerá claramente al final del diálogo, en el que Crates narra la larga y parece que infructuosa búsqueda de su maestro Diógenes, linterna en mano, del Hombre, hasta encontrarlo al fin y pararse a oírle: el Gran Hombre resultará que era Alejandro Magno. La obra está dedicada al rey español Felipe IV el Grande,  y finaliza de un modo sorprendente con el menosprecio de la Corte, donde reina la mentira, y la alabanza de la soledad y el retiro apartado de su mundo.

Diógenes, J.W. Waterhouse (1882)
 


Hemos editado el diálogo aquí mismo, al que hemos tenido acceso gracias a los libros que digitaliza Gúguel, con un prólogo, notas explicativas a pie de página, unas apostillas sobre la transmisión árabe de anécdotas cínicas de Diógenes y un epílogo final, con la esperanza de poder contribuir a que se entienda un poco el fenómeno tan repetido en nuestro mundo de cómo la cultura dominante es capaz de neutralizar y asimilar si no totalmente, porque siempre queda afortunadamente algún resquicio para la rebeldía, sí mayoritariamente aquellos movimientos populares y contraculturales como este de los cínicos antiguos que se levantan contra ella.



El grabado anacrónico de arriba en tela del siglo XVII  representa a Hiparquia y a Crates de Jacob Cats (1577-1660). La escena representa a Crates que intenta disuadir a Hiparquiar de su amor, apasionada de él de él como está, haciéndole saber lo pobre que es y lo feo de su aspecto físico,  mostrándole tras haberse despojado de su palio y de su cayado, sus únicas posesiones que yacen por el suelo, la joroba que le sale en la espalda y deforma su cuerpo. Ella sin embargo, contra la opinión de su familia, rechazando las muchas proposiciones de sus pretendientes más ricos, más jóvenes y más atractivos que él, decidirá unirse a Crates en lo que ha sido denominado la “cinogamia” o canigamia”, es decir, una unión libre entre cínicos a manera de perros.




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