martes, 24 de octubre de 2017

Corporis partes: II -De rodillas.

Seguimos con este repaso de la anatomía, descuartizando el cuerpo humano, y nos ocupamos hoy de la rodilla. Rodilla se decía en latín clásico GENU, un sustantivo neutro de la cuarta declinación, que se conserva casi tel quel en el francés genou  y en las restantes lenguas romances,  como veremos luego, a excepción de la nuestra, donde se ha sustituido por otro término también de origen latino.

De GENU procede, sin embargo, nuestro cultismo genuflexión, o doblamiento que se hace de la rodilla, es decir, arrodillamiento. Es la genuflexión, precisamente, una costumbre muy antigua, nacida, dicen unos, en la Edad Media. Los caballeros, en efecto, al ser armados como tales o al presentarse ante su señor, se inclinaban ante él hincando la rodilla derecha en señal de vasallaje, lo que indicaba tanto sumisión como respeto, igual que, al parecer, se sigue haciendo hoy ante el Rey o la Reina, según manda el protocolo de la Casa Real (?). 


La genuflexión se hace siempre con la rodilla derecha llevándola hasta el suelo e inclinando la cabeza. Por ser signo de reverencia, lo adoptó la iglesia católica reservándolo  al Santísimo Sacramento y a la Santa Cruz en la liturgia del Viernes Santo, pero no debía hacerse ante imágenes marianas, es decir de la virgen María, o de los santos.  El gesto se ha convertido en uno de los más clásicos para expresar la adoración y el reconocimiento de la grandeza de Cristo, o también de humildad y penitencia.

Otra cosa distinta es orar de rodillas, la doble genuflexión, que como tal se ha suprimido de la liturgia católica de la misa, aunque algunos fieles sigan practicándola. La genuflexión es signo de adoración y sumisión a Dios –hágase tu voluntad, fiat uoluntas tua, que se decía en latín cuando la misa se decía como Dios manda– y se considera como el acto supremo de reverencia del rito católico.

Pero el origen de la genuflexión podría buscarse mucho más atrás en la historia, podemos remontarnos a los romanos. En el imperio romano Diocleciano y Maximiano la exigen como saludo a los augustos. Algunos historiadores atribuyen la persecución que ambos emperadores desataron contra la Iglesia a la negativa de los cristianos primitivos a someterse a esta norma, aunque lo cierto es que la genuflexión continuó en vigor con los emperadores cristianos posteriores.

Pero podemos remontarnos un poco más atrás todavía en la historia, y encontrarnos con uno de sus testimonios más antiguos, si no el más antiguo que conocemos: la prosquinesis, literalmente "movimiento hacia delante", que es como se llama en griego a la costumbre nacida en el imperio persa de los Aqueménidas de saludar al Gran Rey o Rey de Reyes postrándose ante él.  Con tal gesto se hace hincapié en la diferencia que separa al soberano aqueménida de los súbditos mortales sujetos a su cetro.

Cuando Alejandro Magno conquista Persia, se considera el heredero legítimo de los aqueménidas e impone el rito palaciego de la prosquinesis, lo que origina enormes protestas entre sus viejos compañeros macedonios y griegos, que se resisten a rendirle ese tributo que consideran bárbaro e indigno de hombres libres como presumen de ser ellos todavía.

La prosquinesis, precisamente, la practican los Magos de Oriente -no en vano Melchor, Gaspar y Baltasar eran astrólogos persas- cuando se presentan en el portal de Belén a adorar al recién nacido y ofrecerle su tributo de oro, incienso y mirra, como podemos ver en este fresco de Giotto, donde el primer rey se arrodilla ante el niño Jesús:


Hay una frase célebre en torno al simbolismo del arrodillamiento que se ha puesto en boca de muchos revolucionarios: “Vale más morir de pie que vivir de rodillas (o arrodillado)”. He visto que se discute mucho su autoría, atribuyendo la mayoría su creación al revolucionario mexicano Emiliano Zapata. Lo cierto es que entre nosotros la popularizó Dolores Ibárruri, alias La Pasionaria, la heroína comunista que pronunciaba durante la guerra civil española discursos incendiarios que levantaban pasiones, dada su habilidad oratoria, y se ha atribuido después a Ernesto Ché Guevara.  

La frase juega con el simbolismo “de pie” frente a “de rodillas”, y con la antítesis vida/muerte. En cuanto al simbolismo del pie y la rodilla, está claro, según lo que llevamos visto, que estar de pie significa no doblegarse ante nada ni ante nadie, mientras que el simbolismo de arrodillarse conlleva sumisión y reverencia servil: la del súbdito ante el monarca, la del vasallo ante el señor, la del creyente ante la majestad de su Dios.

Otros dos derivados cultos de GENU, además de genuflexión,  son ingenuo y genuino. Comencemos por el segundo, para testimoniar que un padre reconocía a un recién nacido como hijo suyo y lo admitía en su familia en la  antigüedad, el padre lo levantaba del suelo, donde había sido colocado, y lo ponía sobre sus rodillas; el niño que había sido reconocido así era denominado GENUINUS. De este rito tenemos noticias por la literatura; por ejemplo en el libro noveno de la Ilíada de Homero, vv. 454-456, se queja Feniz, compañero de Aquiles,  de cómo su padre Amíntor lo maldijo por haber seducido a su manceba: “... en gran maldición me maldijo, / que en sus rodillas jamás asentara un nieto querido / hijo de mí, y le cumplían los dioses el voto maldito.”  

Cuando este rito de reconocimiento cayó en desuso, los hablantes latinos ya no relacionaban la palabra GENUINUS con GENU, o al menos no se explicaban su razón de ser, y preferían relacionarla con otra palabra latina muy parecida GENUS, de la tercera declinación, que significaba “género, origen, familia”, de ahí que reinterpretaran el significado del adjetivo como "familiar, original, sui géneris, propio de su género", significado con que ha llegado hasta hoy.   GENUINUS  se aplicaba sólo a cosas con el significado de innato, auténtico.

Lo mismo le sucede a INGENUUS, aunque se discute su origen: hablando de personas, los ingenui eran los nacidos de padres libres, los nobles, ya que habían sido reconocidos; hablando de cosas, las naturales o dignas de un hombre libre, y de ahí vendría el significado actual de delicado, distinguido.

En latín vulgar, sin embargo, para referirse a la rodilla se prefería la forma GENUCULUS, que es el diminutivo de GENU, a la forma clásica GENU, como sucedía también con la oreja, que se denominaba AURÍCULA con la forma del diminutivo antes que con AURIS. De este diminutivo viene la forma italiana ginocchio,  la rumana genunchi, el catalán genoll, el gallego xenollo y el portugués joelho. De este diminutivo nos viene a nosotros, asimismo, la expresión un tanto arcaica ya “de hinojos”, con el significado de “de rodillas”.



Como hinojo era el nombre de una planta en castellano (procedente de FENICULUM, de donde salió la fermosa moza de la Finojosa), se prefirió denominar a la rodilla con otra palabra, que fue ROTAM, que en principio era el nombre de la rueda,  por la función del hueso de la rodilla, que se llama ROTULAM, de donde viene nuestro cultismo rótula, pero se usó el diminutivo: al fin y al cabo la rodilla, por mucha forma de rueda que tenga, no deja de ser una rodecilla, es decir, una rueda no muy grande. Este diminutivo fue ROTELLAM, de donde nos viene el cultismo rodela, y la palabra patrimonial rodilla, estando atestiguado rodiella, por ejemplo en los Milagros de Nuestra Señora de Berceo “Essi por qui tu ruegas, fincada tu rodiella”: Ese por el que ruegas, hincada tu rodilla. 

De rodilla tenemos rodillera, que es la pieza o remiendo que se echa a la ropa en la parte de la rodilla, o también lo que se pone para comodidad, abrigo, adorno o protección de la rodilla. Pero una rodilla también es en castellano "una almohadilla circular -de ahí la comparación con la rueda- que se pone sobre la cabeza para soportar un peso", de donde luego se generaliza el uso como trapo cualquiera que sirve para limpiar.

En relación con ROTA, el nombre de la rueda, tenemos muchos derivados que nos llevan muy lejos de la rodilla, pero que tienen que ver con la rotación, rotatorio, rotativo, el rodaje, el ruedo, el rodeo y el verbo rodear.

El  rodillo es el cilindro que se hace rodar por el suelo para llevar o arrastrar, por ejemplo, cosas de mucho peso. El hecho de que sea el masculino de rodilla no debe hacernos pensar en el supuesto sexismo de la lengua, sino en el procedimiento gramatical que tiene esta de crear nuevos términos atribuyéndoles un género gramatical distinto: no es más que economía del lenguaje lo que diferencia a las rodillas de los rodillos, a las pozas de los pozos, o más a lo culto,  a las rótulas de los rótulos.  


El masculino, por cierto, de RÓTULA, que es RÓTULO, evolucionó a rollo, la primera forma que tuvieron los libros en nuestro mundo -el rollo de papiro-,  y de este rollo, surgieron verbos tan ilustres como arrollar, enrollar y desarrollar

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