A pesar de que “nadie es profeta en su tierra”
(nemo propheta acceptus est in patria sua), a pesar de que nunca vas a
ser reconocido en tu patria, en la que te nutrió, educó e hizo un hombre; donde
habitan tus padres, hermanos, hermanas, cuñados, familiares, y en fin
ciudadanos, y todos los que de algún modo te atañen (in patria tua, quae te
nutriuit, educauit et in uirum euexit; ubi parentes, fratres, sorores, cognati,
familiares, ciuesque denique, et omnes qui ad te aliquo modo pertinent, habitant
), a pesar de eso no conviene odiar la patria (patriam odisse) pues
otra cosa impone el orden de la naturaleza establecido por Dios (aliud enim
praecipit ordo naturae a Deo institutus), escribe Jacques-Paul Minge en sus
Comentarios a los evangelios de San Marcos y San Lucas, publicados en París en
1840.
Otros
autores cristianos como Tomás de Aquino cuando hablan de la patria no se
refieren a la terrenal, sino a la celestial, la “caelestis patria”, ya que para
los cristianos la patria terrena tiene poca importancia. Es más, algunos
autores invitan a abandonarla e incluso a depreciarla para poder alcanzar la
celestial. Ambrosio de Milán, por ejemplo, llega a escribir en sus Comentarios
al Cantar de los Cantares: “Huyamos entonces a la patria más verdadera. Allí
nuestra patria, y el padre por el que hemos sido creados, donde está la ciudad
de Jerusalén, que es la madre de todas: Fugiamus ergo in patriam uerissimam.
Illic patria nobis, et pater a quo creati sumus, ubi est Hierusalem ciuitas
quae est mater omnium. En términos cristianos el patriotismo más acrisolado
consiste en odiar las patrias terrenales todas porque ninguna de ellas es la
patria celestial, que es la verdadera; y en términos platónicos, odiar las
patrias materiales porque ninguna es la espiritual.
Bertolt
Brecht, desde su óptica laica y atea, definió a mi modo de ver con más acierto en sus
“Historias del señor Keuner” el patriotismo o, más literalmente el amor (Liebe) a la patria (Vaterland) como el odio a las diversas patrias (Vaterländer, en
plural), porque precisamente ese odio está motivado por amor a la patria que no existe en la realidad, dado que ninguna de las que hay, y menos la nuestra propia, habiendo
tantas como hay, es la verdadera de verdad.
PATRIOTISMO:
ODIAR LAS PATRIAS.
El señor K. no consideraba necesario vivir en
un país determinado. Decía:
– “Puedo morirme de hambre en cualquier parte”
Pero un día iba por una ciudad que estaba
ocupada por el enemigo del país en el que él vivía. Entonces se topó con un
oficial del enemigo y le obligó a bajar de la acera.
El señor K. se bajó, y se dio cuenta de que
odiaba a este hombre, y no solamente a ese hombre, sino sobre todo al país al
que pertenecía el hombre; hasta tal punto que deseaba que fuese borrado de la
faz de la tierra por un terremoto.
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