sábado, 25 de agosto de 2018

Una falsa etimología: educación.

Una falsa etimología

Los pedagogos suelen arrimar el ascua a su sardina y amoldan la etimología del término “educación” al campo semántico propio de su especialidad, previamente definido. Suelen decir que se remonta al latín “educere” que significa educir, es decir, sacar algo, hacer que salga del interior, como por ejemplo en la frase educere uagina ferrum (desenvainar el sable o desenfundar la espada). Pero resulta que la acción de educere es en latín eductio, y en castellano la acción de educir es la educción, a imagen y semejanza de inducción, deducción y demás compuestos. 

Hay en latín otro verbo muy parecido que es educare. Y la acción de educare es, propiamente, la educatio, de donde deriva nuestra educación. Ambos verbos, educere y educare,  están precedidos del mismo prefijo centrífugo e(x)- que indica el movimiento “de dentro hacia afuera”; ambos proceden de una misma raíz indoeuropea, que significa grosso modo “conducir, llevar”, pero resulta que no son sinónimos sino en cierto modo antónimos. 

Un romano como Varrón nos explica la diferencia: educit obstetrix, educat nutrix. La obstetra o comadrona se ocupa del parto; la nodriza, de la alimentación y la crianza (del élevage en francés). 

La educación, pues, está más relacionada con la gastronomía que con la tocología. Prueba de ello son los términos alumno y alma mater, los dos emparentados precisamente con el verbo alere,  que significa “alimentar”: alumnus es el alimentado, el nutrido, el criado, y alma mater, la madre nutricia o nodriza, como se denominó en principio a la Iglesia y a la Virgen María y posteriormente a la Universidad de Bolonia, la más vieja de Europa, fundada en 1088, que adoptó el lema: “Alma mater studiorum”. La metáfora es evidente la Universidad sería la madre que amamanta a su hijo. 

En castellano la palabra educación es un neologismo documentado en el siglo XVII, aunque debió de comenzar a usarse a finales del XVI, según Corominas,  como sinónimo de crianza, instrucción y adoctrinamiento. Los primeros educadores fueron los obispos en el seno de la Iglesia, que se veía a sí misma como la Madre Iglesia, de la que los fieles, concebidos como alumnos, no deberían destetarse porque fuera de la Alma Mater no había ninguna salvación (extra ecclesiam nulla salus). Es ahora el Estado el que ha adquirido la función de madre nutricia, y ha considerado a toda la humanidad educanda, esto es,  “que debe ser educada”, es decir, amamantada con el bolo alimenticio y la sopa boba del adoctrinamiento y adiestramiento canino. La educación se reservó para que la impartiesen los funcionarios del Estado, y la educción, para la mayéutica de Sócrates, el hijo de la partera, perito en partos.



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