Lindando con
la finca del obispo, un labrador pobre y trabajador como él solo
cultivaba su humilde palmo de terreno. Su ilustrísima, el señor
obispo, no comprendía cómo podía prosperar tanto el mísero huerto
del vecino, que veía con envidiosa codicia, y cómo su enorme huerta podía estar pese a sus religiosos
cuidados tan mustia y dejada de la mano de Dios y ser tan poco productiva.
-¿Qué haces, hijo mío,
para tener una huerta tan generosa y bendecida por el Señor? -Le preguntó curioso un día.
A lo que el humilde
campesino le respondió:
-No más que regar y
estercolar, monseñor.
Su ilustrísima, por su parte:
-¡Yo riego la mía religiosamente todos los días con
agua bendita que tomo de la pila bautismal de la catedral...!
-Pero no basta sólo con eso,
monseñor, -añadió el labriego; hay también que estercolar, porque si el agua es un tesoro para la
tierra, que lo es, la boñiga del buey es oro purísimo de ley.
Obispo bendiciendo una huerta
Al clérigo le pareció un
tanto irreverente la respuesta del labriego por la estrecha relación que establecía entre las heces y el oro, pero caviló que sin duda el pueblo hablaba por la boca de aquél rústico patán, y tenía razón, como sentenciaban los viejos latines: Vox populi, vox Dei.
El labriego, por su parte, mientras seguía cavando la tierra, añadió:
-Ya sabe lo que dice la gente: Quien abono echa tendrá
buena cosecha, y también, como repetía mi difunto padre, que en gloria
esté: boñigas crían espigas.
Su ilustrísima, que consideraba de muy
mal gusto la mención del abono, porque a fin de cuentas no era más que mierda cuyo olor resultaba
tan desagradable y repugnante a su fino olfato, le confesó
al palurdo labrador:
-Yo bendigo todos los
días el huerto...
A lo que el labriego objetó:
-El estiércol no será
muy santo, monseñor, pero a buen seguro que donde cae, créame, obra
milagros.
El señor obispo musitó unos latines: melius asini stercus erit
quam episcopi benedictio. Y como
veía que el labrador no entendía su culta cita, sentenció:
-Esto
quiere decir, hijo mío, que por lo que veo y colijo
de nuestra conversación, vale más cagajón de borrico que
bendición de obispo*.
*Hay una variante en la
lengua de Goethe del dicho castellano del obispo: Besser der Esel düngt dir
das Feld, als wenn der Bischof die Hand drüber hält. (El burro
te abona mejor el huerto que el obispo si alza la mano para
bendecirlo). Hay también otros proverbios anticlericales populares españoles recogidos en esta entrada.
Algo muy parecido a esto se le ocurrió felizmente al cantautor italiano Fabrizio de Andrè para concluir su bella canción Via del Campo. Así cantaba en la lengua del Dante: dai diamanti non nasce niente; dal letame nascono i fiori, lo que viene a decir en la nuestra: de los diamantes no nace nada; del estiércol nacen las flores. Podría muy bien decirse en latín, la lengua madre del italiano: ex adamantibus nihil nascitur; e laetamine nascuntur flores. Curiosa palabra italiana, por cierto, letame, que procede del latín laetamen y que significa "abono"*, y está relacionada con el verbo laetor alegrarse, por ser el estiércol lo que alegra a la madre Tierra fertilizándola, el sustantivo laetitia, leticia, y el adjetivo laetus, ledo, en castellano viejo, con el significado de alegre y también fértil.
*Y curiosa también la etimología de abono, que, significa fertilizante, y que puede ser químico, pero que en la antigüedad era biológico sobre todo (heces y excrementos de residuos orgánicos): procede de ad bonum cuyo significado literal es "para bien, para algo bueno".
Algo muy parecido a esto se le ocurrió felizmente al cantautor italiano Fabrizio de Andrè para concluir su bella canción Via del Campo. Así cantaba en la lengua del Dante: dai diamanti non nasce niente; dal letame nascono i fiori, lo que viene a decir en la nuestra: de los diamantes no nace nada; del estiércol nacen las flores. Podría muy bien decirse en latín, la lengua madre del italiano: ex adamantibus nihil nascitur; e laetamine nascuntur flores. Curiosa palabra italiana, por cierto, letame, que procede del latín laetamen y que significa "abono"*, y está relacionada con el verbo laetor alegrarse, por ser el estiércol lo que alegra a la madre Tierra fertilizándola, el sustantivo laetitia, leticia, y el adjetivo laetus, ledo, en castellano viejo, con el significado de alegre y también fértil.
*Y curiosa también la etimología de abono, que, significa fertilizante, y que puede ser químico, pero que en la antigüedad era biológico sobre todo (heces y excrementos de residuos orgánicos): procede de ad bonum cuyo significado literal es "para bien, para algo bueno".
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