miércoles, 1 de agosto de 2018

El huerto del obispo

Lindando con la finca del obispo, un labrador pobre y trabajador como él solo cultivaba su humilde palmo de terreno. Su ilustrísima, el señor obispo, no comprendía cómo podía prosperar tanto el mísero huerto del vecino, que veía con envidiosa codicia, y cómo su enorme huerta podía estar pese a sus religiosos cuidados  tan mustia y dejada de la mano de Dios y ser tan poco productiva. 

 

-¿Qué haces, hijo mío, para tener una huerta tan generosa y bendecida por el Señor? -Le preguntó curioso un día.

A lo que el humilde campesino le respondió:

-No más que regar y estercolar, monseñor. 
Su ilustrísima, por su parte:

-¡Yo riego la mía religiosamente todos los días con agua bendita que tomo de la pila bautismal de la catedral...!

-Pero no basta sólo con eso, monseñor, -añadió el labriego;  hay también que estercolar, porque si el agua es un tesoro para la tierra, que lo es, la boñiga del buey es oro purísimo de ley. 

Obispo bendiciendo una huerta

Al clérigo le pareció un tanto irreverente la respuesta del labriego por la estrecha relación que establecía entre las heces y el oro, pero caviló que sin duda el pueblo hablaba por la boca de aquél rústico patán, y tenía razón, como sentenciaban los viejos latines: Vox populi, vox Dei.

El labriego, por su parte,  mientras seguía cavando la tierra, añadió:
-Ya sabe lo que dice la gente: Quien abono echa tendrá buena cosecha, y también, como repetía mi difunto padre, que en gloria esté: boñigas crían espigas.


Su ilustrísima, que consideraba de muy mal gusto la mención del  abono, porque a fin de cuentas no era más que mierda cuyo olor resultaba tan desagradable y repugnante a su fino olfato,  le confesó al palurdo labrador:

-Yo bendigo todos los días el huerto...

A lo que el labriego objetó:

-El estiércol no será muy santo, monseñor, pero a buen seguro que donde cae, créame, obra milagros.

El señor obispo musitó unos latines: melius asini stercus erit quam episcopi benedictio. Y como veía que el labrador no entendía su culta cita, sentenció: -Esto quiere decir, hijo mío, que por lo que veo y colijo de nuestra conversación, vale más cagajón de borrico que bendición de obispo*.




*Hay una variante en la lengua de Goethe del dicho castellano del obispo: Besser der Esel düngt dir das Feld, als wenn der Bischof die Hand drüber hält. (El burro te abona mejor el huerto que el obispo si alza la mano para bendecirlo). Hay también otros proverbios anticlericales populares españoles recogidos en esta entrada.
 


Algo muy parecido a esto se le ocurrió felizmente al cantautor italiano Fabrizio de Andrè para concluir su bella canción Via del Campo. Así cantaba en la lengua del Dante: dai diamanti non nasce niente; dal letame nascono i fiori, lo que viene a decir en la nuestra:  de los diamantes no nace nada; del estiércol nacen las flores. Podría muy bien decirse en latín, la lengua madre del italiano: ex adamantibus nihil nascitur; e laetamine nascuntur flores. Curiosa palabra italiana, por cierto, letame, que procede del latín laetamen y que significa "abono"*, y está relacionada con el verbo laetor alegrarse, por ser el estiércol lo que alegra a la madre Tierra fertilizándola, el sustantivo laetitia, leticia,  y el adjetivo laetus, ledo, en castellano viejo, con el significado de alegre y también fértil.

*Y curiosa también la etimología de abono, que, significa fertilizante, y que puede ser químico, pero que en la antigüedad era biológico sobre todo (heces y excrementos de residuos orgánicos): procede de ad bonum cuyo significado literal es "para bien, para algo bueno". 

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